Con una actitud ante la vida y sus semejantes poco convencional, excéntrica e independiente, Maruja Mallo se ha convertido en un personaje legendario. Sin embargo, su obra no es muy conocida por el público, ni se prodiga en los libros de historia del arte. Es quizás por lo que, con afán de justicia y algún reconocimiento, se suceden ahora algunos homenajes a la genial artista que muchos comparan con Frida Kahlo o con Georgia O’Keeffe.
Maruja Mallo: Catálogo razonado de óleos, publicado por la Fundación Azcona, es uno de los más recientes tributos a la memoria de la artista. Cuando la Galería Guillermo de Osma recibió en el año 2016 el premio de la Fundación Arte y Mecenazgo, hoy incorporada en la Fundación La Caixa, para realizar con la considerable suma del premio un proyecto, se abrió el cielo para el galerista porque le permitía cumplir un deseo antiguo y que entendía necesario: elaborar el catálogo razonado de la obra de Maruja Mallo.
El cuidado volumen, que se erige como una obra fundamental para introducirse en la vida y la obra de Mallo, cuenta además, con la participación del historiador Juan Pérez de Ayala, además de Estrella de Diego, Fernando Huici, Edward J. Sullivan, Antonio Gómez Conde, sobrino de la pintora gallega, y María Escribano.
Lorca-Dalí-Buñuel-Mallo
Maruja Mallo fue una adelantada a su tiempo. Ingresó con veinte años en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, la que hoy es la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo la única mujer que superó el examen de ingreso en el año 1922.
Asidua a cafés, tertulias y exposiciones, la artista forjó una activa vida social codeándose de igual a igual con las estrellas más destacadas del panorama artístico del siglo XX.
Se desenvolvió en los círculos intelectuales y artísticos como uno más de sus compañeros masculinos de la Generación del 27, formando parte del cuarteto Lorca-Dalí-Buñuel-Mallo. Fue la única mujer de la mítica Cofradía de la Perdiz, cuya dinámica consistía en beber perdiz todos los sábados por la tarde, mientras comentaban los eventos más sobresalientes de la semana.
Estos intelectuales crearon un grupo compacto y solidario, y no duraron en hacer pública su opinión crítica sobre las convenciones sociales y las injustas diferencias entre géneros. Mallo fue una mujer libre y su feminismo a ultranza, le grageó no pocas dificultades en el mojigato Madrid de los años 20.
Mantuvo una gran amistad con el filósofo José Ortega y Gasset, quien dirigía entonces la Revista de Occidente, y abrió sus instalaciones para que Maruja hiciera su primera exposición en Madrid, con 10 óleos y 30 estampas, reseñadas por Gómez de la Serna. En este círculo de compañía se encontraban escritores como Rafael Alberti, Valle-Inclán, Antonio Machado, Unamuno y Pablo Neruda, y pintores como Andy Warhol o Picasso.
Dalí la describió como “mitad ángel, mitad marisco”, pero no fue la única etiqueta que tuvo. También fue conocida como “la dama impía del surrealismo”, y André Bretón no dudó en nombrarla como “una de las grandes del surrealismo”.
La Guerra Civil frenó su auge
La Guerra Civil truncó sus expectativas de continuar con su carrera en su país natal y dada su implicación con la causa republicana, se vió obligada a exiliarse a Argentina. A pesar de la precariedad de su situación por encontrarse sola en un país extraño, consiguió adaptarse a su entorno y despuntar entre sus compañeros artistas, por lo que captó la atención de las figuras más influyentes de la sociedad argentina de la época.
En mayo de 1948 ganó el Primer Premio Pictórico de la XII Exposición de Nueva York con la obra titulada Cabeza Negra. Después se sucedieron sus exposiciones en Nueva York y París, donde logró una gran repercusión tanto en la prensa como en la crítica.
Tras un largo exilio, y ya con 63 años, Mallo volvió definitivamente a España, pero se enfrentó a un cruel anonimato. Su obra había sido olvidada y nadie la recordaba como integrante de la Generación del 27. Había regresado a un país que había cambiado radicalmente, pero no estaba dispuesta a claudicar. Así que se creó una imagen más moderna y progresista, acorde con los tiempos de la Transición que estaba viviendo España.
A mediados de los años 80, su obra alcanzó cierto reconocimiento en los circuitos de arte madrileños, y participaba en programas de televisión y de radio, asistía a tertulias, galerías, museos y bares, hasta encumbrarse como musa del movimiento artístico madrileño.
Maruja Mallo murió a los 93 años de edad, siendo reconocida como una figura mítica y legendaria. Su obra ha sido expuesta en diversos museos alrededor del mundo, pero sin duda, su gran talento consistió en romper con todos los esquemas y convenciones para vivir en libertad.