Quiénes fueron las 'brujas de la noche', las mujeres aviadoras que atemorizaron a los nazis
En octubre de 1941, Josef Stalin tomó una decisión sin precedentes en la historia militar, permitiendo la formación de tres escuadrones aéreos formados únicamente por mujeres.
31 octubre, 2022 02:46Lanzada por Hitler en junio de 1941, la Operación Barbarroja marcó un importante punto de inflexión en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Entre otras cosas, la decisión de Hitler de invadir la Unión Soviética obligó a Stalin a abandonar su neutralidad oficial y tomar partido por el bando aliado, una decisión que cambió el equilibrio de fuerzas a favor de las potencias aliadas.
Pero el rápido avance de las tropas alemanas por territorio soviético en dirección a Moscú provocó algo todavía más inesperado: que a las mujeres les permitieran ir a la guerra. En octubre de 1941, tres meses después de que Hitler estableciera la Unión Soviética como su próximo objetivo, Stalin decretó una orden que abría la puerta a la participación femenina en el conflicto mundial.
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La intercesión de Raskova
Aunque esta decisión del líder soviético estuvo fuertemente condicionada por las circunstancias militares, hacía tiempo que las mujeres venían reclamando su derecho a unir sus esfuerzos a los de sus compatriotas masculinos para derrotar a Hitler. Una de ellas era Marina Raskova, quien aprovechó su rango de Mayor de la Fuerza Aérea Soviética para hacer llegar a Stalin su propuesta de formar un regimiento de combate aéreo integrado únicamente por mujeres.
Raskova, que había conseguido notoriedad en la Unión Soviética por ser la primera mujer en volar desde Moscú al Lejano Oriente sin hacer ninguna escala, se convirtió desde ese momento en la principal impulsora del plan. En pocos meses, consiguió reclutar a unas cuatrocientas mujeres de entre 17 y 22 años que entrarían a formar parte de tres escuadrones, y que recibieron una formación intensiva para unirse cuanto antes a la lucha.
Recursos limitados
Pero nada podía prepararles para lo que vino después. Además de tener que soportar frente las burlas y el acoso de sus escépticos compañeros, las aviadoras tuvieron que arrostrar una serie de desventajas que lastraron su misión desde el principio.
Para empezar, los aviones con los que debían entrar en combate eran poco menos que reliquias. Hasta entonces, los Polikarpov Po-2 –un modelo de biplano construido en 1920–, habían sido únicamente empleados para la fumigación de cultivos y el entrenamiento. Además, dado que eran aparatos de madera y lona, no ofrecían ninguna protección a las aviadoras ni contra el frío ni contra el fuego enemigo.
Por otro lado, puesto que no había uniformes militares femeninos, las mujeres de las divisiones 586, 587 y 588 tuvieron que arreglárselas con ropa de hombre y, lo que es peor, con botas enormes, que tenían que rellenar con ropa de cama para evitar que el pie se deslizara.
Además, los límites de presupuesto y el reducido tamaño de los Polikarpov condicionaron el tipo de instrumentos que las aviadoras podían llevar en el avión. Así, las mujeres tuvieron que prescindir de paracaídas, radio o radares, usando en su lugar un mapa, una regla y un lápiz. Ni siquiera había espacio para algo tan fundamental como las bombas. Únicamente podían llevar dos sobre las alas, y el resto las llevaban sobre el regazo.
Brujas de la noche
Sin embargo, algunas de estas limitaciones supusieron, paradójicamente, una ventaja frente al enemigo alemán. Por ejemplo, la menor velocidad de los biplanos soviéticos en relación con los aviones nazis confirió a las pilotos una mayor habilidad para maniobrar y escabullirse rápidamente.
Otra ventaja inesperada con la que contaron las pilotos fue que, al no llevar radio ni radar, eran prácticamente indetectables por la noche. Para aprovechar al máximo esta circunstancia, su táctica consistía en sobrevolar el objetivo a una altitud baja y con los motores al ralentí, para hacer el menor ruido posible y evitar ser detectadas.
Esta forma de actuar tan sigilosa fue precisamente la que les dio su apodo –brujas de la noche–, debido a la nocturnidad de sus operaciones y, sobre todo, al sonido que los aparatos hacían al planear, que según los alemanes hacía pensar en brujas surcando el cielo montadas en escobas volantes.
Gracias a este método, el escuadrón de brujas nocturnas se convirtió en una de las bazas más importantes con las que contó el ejército rojo en los episodios más decisivos de la contienda. Entre los alemanes, el temor y el odio hacia las brujas era tal que cualquiera que consiguiera abatir uno de sus aviones era condecorado inmediatamente con la Cruz de Hierro.
Su mito fue creciendo, hasta el punto de que muchos alemanes creían que su excepcional visión nocturna se debía a algún experimento que el gobierno soviético estaba llevando a cabo con estas mujeres. Para hacerlas frente, el gobierno alemán llegó incluso a crear una división especial de combate aéreo nocturno.
Mucho mérito, poco reconocimiento
El 4 de mayo de 1954, tres días antes de que las fuerzas aliadas tomaran Berlín, las brujas de la noche completaron su último vuelo. Para entonces, habían llevado a cabo un total de 30.000 misiones, y se estima que llegaron a lanzar sobre los nazis alrededor de 23.000 toneladas de bombas .
Treinta mujeres perdieron la vida como consecuencia de estas operaciones, incluida Raskova, quien pereció, no como consecuencia de un ataque enemigo, sino de un accidente causado por una tormenta de nieve que limitó su visibilidad al mando de su aeronave y acabó provocando que se estrellara.
Raskova y otras miembros del escuadrón de brujas nocturnas fueron condecoradas con el título de Héroes de la Unión Soviética. Sin embargo, el regimiento fue disuelto tan sólo seis meses después de que acabara la Segunda Guerra Mundial, y ni siquiera se les permitió participar en el Día de la Victoria, so pretexto de que sus aviones eran demasiado lentos.
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