Se sabe el nombre de todos sus empleados de la mina y hasta el estado de crecimiento de las encinas de trufa que plantaron para hacer más puro el aire que se respira en el pequeño pueblo de Cerezo de Tirón (Burgos). Victoria Plantalamor (48 años), CEO y vicepresidenta de Crimidesa, la mayor explotación de sulfato de sodio en Europa (un ingrediente básico para la producción de detergente en polvo), se mueve en las excavaciones como si fueran las calles de un pueblo por el que pasea desde pequeña.
Sus trabajadores la saludan con una mirada tímida. Como el que recibe a un jefe cercano, empático. Reconocen que no fue una sorpresa que la eligieran CEO, "era ingeniera y de la familia", pero si alguien tenía reservas porque fuera una mujer la que se pusiera el casco y empezara a dar órdenes, terminaron con sus primeras palabras: "Empezó a tomar decisiones acertadas no desde el primer minuto, desde el primer segundo. Le ha dado una vuelta a todo esto para mejor", reconoce Marce, uno de los encargados, mientras le explica entre polvo y turbinas cómo van las últimas novedades. "Yo he trabajado desde siempre en la mina. Y mi padre también. Y el equipo que ha formado Victoria es de lo mejor", concluye.
El amor por esa tierra y sus minerales estaban en su ADN. Nunca pensó que su trabajo no fuera a ser estar en una mina. De pequeña jugueteaba cerca de los terrenos de Crimidesa mientras su padre y sus abuelos, todos ingenieros de Mina, creaban el paisaje que hoy aún marca la zona. ¿Por qué ella, una niña rubia y bien educada, no iba a seguir la tradición familiar?
'Dábamos mala suerte'
Siendo CEO de la mina se podría decir que hace tiempo que cumplió su sueño. Pero también, que el camino para llegar ahí no fue ni tan fácil ni tan obvio como lo dibujaba en su cabeza cuando era una niña.
- P.- ¿Cuál es su primer recuerdo en una mina?
- Crimidesa es una empresa familiar. Mis abuelos eran socios junto con un tercero, y mi padre y mis tíos trabajaban en la compañía. Yo viví en Cerezo de Río Tirón, donde está la explotación, cuando era pequeña y la mina siempre ha marcado al pueblo y a sus habitantes.
- R.- ¿Cuándo entró por primera vez en una?
- Supongo que había estado alguna vez con alguno de mis tíos pero entrar con un pensamiento minero, ya fue como estudiante en la Escuela de Ingeniería de Minas.
Ni siquiera ser hija de uno de los accionistas de la empresa le ha librado de sufrir los obstáculos propios de una mujer que desafía el sistema liderando un mundo que ha sido exclusivamente de hombres hasta hace poco más de dos décadas.
"Estudiando ya Ingeniería de Minas, hicimos un intercambio de alumnos en Alemania que incluía la visita a una mina de carbón allí. Cuando llegué, sólo éramos dos chicas y nos dejaban bajar porque decían que las mujeres dábamos mala suerte en la mina", recuerda cuando se le habla de cómo estaba el sector en los años 90.
Tras mucho discutir consiguió bajar por ese túnel. Eso sí tuvo que utilizar ropa de hombre, "hasta la interior", y cambiarse en el vestuario del director. "No había nada preparado para la mujer en la mina", enuncia casi en un preludio de lo que iba a ser el resto de su carrera, incluso en los lugares donde se toman decisiones, moquetados y cálidos, más predispuestos a priori a la presencia de la mujer pero donde los muros son muchas veces igual de altos.
Con pantalones y botas
Ni abajo (en la mina) ni arriba (en el consejo de Administración) la situación fue fácil para ella. Victoria Plantalamor está muy acostumbrada a sentarse sola en una mesa rodeada de hombres, ya sea la planta o en las oficinas de Madrid, pero la fuerza de la costumbre no facilita su lucha.
"Ya en la universidad, éramos sólo 8 chicas de 60 alumnos. Pero como esa era mi dinámica desde el bachiller, siempre he estado muy a gusto. Claro que se escuchaban comentarios si sacabas buenas notas o aprobabas por una cuestión sexual y te influía la situación en cosas como que nunca llevaba falda a las clases. No sé si en Derecho en aquella época las chicas iban con falda o no, o si ahora es diferente, pero en Minas no se te ocurría", recuerda.
Cuando acabó la carrera, hizo un Máster en EEUU y le llegó el turno de la maternidad incluso antes de poder demostrar bien cómo se desenvolvía entre extracciones. "En esa época estaba en el consejo de administración de Crimidesa representando a mis hermanas y a mi madre pero no estaba todavía en la parte ejecutiva. Volví a trabajar en 2008 y me fui directamente a la mina", explica. Y ahí empezó su carrera de obstáculos.
- P.- ¿Ha tenido que soportar comentarios machistas?
- No los he escuchado nunca en la mina. La gente podría pensar que los operarios con menos formación o en esas capas sociales son más machistas, pero en mi experiencia, he encontrado más machismo en los consejos de administración que allí.
- R.- ¿Le ha costado más ser CEO por el hecho de ser mujer?
- No me lo pusieron fácil. Pero estaba decidida y entendieron el valor que tenía para la empresa porque soy ingeniera y en Madrid casi todos son abogados. Tenía la ventaja de hablar los dos lenguajes que se necesitan.
En su desarrollo profesional, se reconoce una privilegiada porque ser accionista le ayudó a poder volver al trabajo tras el temido parón de la maternidad y seguir creciendo en su carrera. Pero sabe que no todas las mujeres tienen la misma suerte. "Es muy complicada esta fase porque coincide que eres madre con los años en los que una carrera profesional cobra más impulso".
Y de esos hoyos, muy pocas profesionales salen en condiciones de seguir ascendiendo. Por eso, Victoria Plantalamor sabía que su entrada en Crimidesa tenía que ser por la mina, no quería quedarse en Madrid, en una oficina. Había estudiado para estar al pie de esas rocas, pico y pala. Era su sueño. El de su padre.
"Es importante empezar desde abajo. Te da un conocimiento de la empresa y de lo que ocurre que una vez que estás arriba sólo te enteras a través de lo que te cuentan. Pero no fue fácil irme a la mina durante más de un año porque dejaba a mis tres hijos en Madrid de lunes a jueves y yo me iba a Burgos".
Apuestas por la mina
Ese primer baño de realidad en materia de conciliación también fue su primera prueba frente a quienes pensaron que no iba a poder con ese trabajo por ser mujer, "y rubia, quizás": "Me iba para un año porque era la ilusión de mi vida, no cuidar niños, y estuve un año y medio. Cuando volví, algunos directivos me contaron que hicieron apuestas para ver cuánto iba a aguantar en la mina si un mes, dos meses, tres meses...".
Nadie pensó que siendo ingeniera de Minas se iba a encontrar como pez en el agua entre extracciones. "Fue una época de las más bonitas en mi carrera, porque era un trabajo de campo y estaba mucho en las plantas, pero de las más difícil de conciliar. Podría haberme llevado a mi familia allí, como hubieran hecho muchos hombres en mi situación, pero yo no pude".
Y eso que su mina no es fácil. Fueron en estas instalaciones donde se convocó la primera huelga de la minería española, en 1982, y donde los mineros acabaron encerrando a los ingenieros en una caseta, reteniéndolos durante horas.
Hoy la instalación huele a modernidad en todos sus centímetros cuadrados. Se están haciendo nuevos vestuarios, las medidas de seguridad son extremas y son un ejemplo de recuperación del terreno con medidas que favorecen el medio ambiente para no romper el ecosistema de la zona. "Esto está lleno de corzos y jabalíes porque aquí nadie los caza", sonríe.
En la Crimidesa de Cerezo del Río Tirón trabajan actualmente cinco mujeres. Un número muy reducido que muestra que la mina sigue siendo un territorio básicamente masculino. "En algunas subcontratas que tenemos también hay mujeres que conducen dumpers de 50 toneladas, pero contratar a personal femenino para la mina no es fácil porque no hay muchas", explica Plantalamor.
De hecho, en alguno de los procesos de selección para un puesto de ingeniera, Victoria insistió a la empresa de Recursos Humanos que intentaran buscar a chicas que encajaran con el perfil para poder contratar a una mujer.
"Me hubiera gustado tener a una ingeniera pero pedíamos un perfil ya con experiencia y no encontramos a ninguna que quisiera venir con nosotros. Las pocas que hay en el sector están bien situadas y no querían cambiarse. Es verdad que hay menos ingenieras en Minas que en Teleco o Industriales", se lamenta. Y lleva razón. En toda España sólo hay 541 ingenieras de Minas colegiadas frente a 4.194 hombres.
Lo que sí se ha puesto de manifiesto en Crimidesa es el valor de tener a una mujer como CEO a la hora de promocionar a otras compañeras aunque sea en otros ámbitos de la empresa: "Hasta hace poco estaba yo sola en el comité de dirección. Ahora hay una directora financiera. Me parece muy enriquecedor para la empresa esa otra visión. Es necesaria". De hecho, en las oficinas de Madrid la mayoría son trabajadoras, "somos 17 mujeres y nueve hombres".
- P.- Entonces, ¿está a favor de las cuotas?
- Cuando estudiaba y me consideraba muy feminista no, porque lo veía como una discriminación positiva que las mujeres no necesitábamos y que incluso era contraproducente para mis compañeros. Pero a lo largo de mi carrera me he dado cuenta de que tenía que cambiar de opinión. Siguen sin gustarme pero considero que es un mal necesario, sobre todo en compañías del Ibex.
- R.- ¿Cuál es el peor techo de cristal que falta por romper?
- Nos falta creérnoslo. Nos autoimponemos aspectos como que nuestro sueldo sólo ayuda a la familia y por eso puedo reducir jornada o dejamos la ambición personal de lado. Generalmente ellos son más ambiciosos y directos. Y tenemos que saber que somos tan valiosas como tu pareja y que tu carrera profesional es tan válida como la suya.
Muchos expertos hablan de las habilidades negociadoras de las mujeres, de su visión más independiente en los consejos y del valor de sus propuestas. Victoria Plantalamor aparece en su oficina con una sonrisa serena, sigue vistiendo pantalones y ya han pasado 12 años desde que se incorporó a Crimidesa, pero reconoce que el camino le ha dejado marcada por el peso de muchas palabras que trampean casi siempre el ascenso de las mujeres: culpa, mala madre, invisibilidad, falta de seriedad...
"El problema es el sentimiento de culpa que tienes porque la sociedad te ha formado para otras cosas y llevas cosas interiorizadas, como una lluvia invisible que te va empapando, y que te hace sentir mal cuando enfrentas algunas situaciones. Muchas veces los sacrificios personales son vistos como una virtud en el caso de los hombres y como un coste familiar en el de las mujeres".
Ser invisible
Pero si alguien piensa que la soledad está en la mina, Plantalamor lo tiene claro: es más duro la soledad de una reunión en la que eres la única mujer, "esa tristísima visión que tiene la sociedad de que eres invisible" y que "piensan que te vas a cansar enseguida, que eres algo exótico".
"Voy a reuniones acompañada de dos directivos que están por debajo de mí y das las tarjetas en las que pone tu cargo pero los hombres siempre empiezan a hablar con los hombres. Rara vez soy la primera elección para iniciar la conversación hasta que se dan cuenta del estatus y va cambiando".
Sonríe cuando recuerda comentarios que ha tenido que escuchar en reuniones de alta dirección. "Se nota cuando la gente [y con gente se refiere a hombres] tiene más edad, es otra mentalidad. He tenido que escuchar cómo exponía una abogada un tema en una reunión, y al salir, todos los hombres hablaban de lo guapa que era. A las mujeres se les juzga por todo y nunca hubieran hecho esos comentarios de un abogado".
Si se le pregunta qué le gusta de la mina, Victoria habla del sentido romántico de su trabajo, de que forma parte de su infancia y sobre todo de que la conecta con su padre, ingeniero y accionista que murió cuando ella tenía cinco años. Pero además, es que es lo que siempre quiso ser: "De pequeña soñaba con montar y desmontar aparatos y la parte electrónica que también estaba mucho en la mina. Es un trabajo muy dinámico en el que trabajas con la tierra y técnicamente es muy completo".
Ni una sola palabra que no rime con el sueño de cualquier chica. Pero la música, en estos lugares, muchas veces no suena igual. Por eso, ha pedido un plan de igualdad en su empresa para ver dónde están y cómo mejorar a la hora de hacer más abierto un lugar tradicionalmente oscuro para las mujeres.
"Se trata de saber donde están las mujeres, cómo se encuentran dentro de la empresa, si se sienten valoradas... Hicimos una convención hace unos años y aproveché para hacer una encuesta entre ellas para saber si detectaban machismo dentro de la compañía. El 70% dijo que sí y los hombres estaban sorprendidísimos. No son conscientes de los gestos o los actos machistas que hacen. Y hay que saber cómo se sienten las mujeres en tu empresa". Es la base para poder mejorar.
Mientras tanto, sigue dejando los tacones en Madrid en cuanto puede para ponerse sus botas y su casco personalizado, donde se lee 'Victoria', casi más como el epíteto de una vida de lucha, de la batalla ganada, a la vez que su nombre.
*Si tiene que elegir a la persona que le ha inspirado en su vida para llegar donde está, Victoria Plantalamor se queda con su padre. Ingeniero de Minas como ella, provocó una cambio clave en la explotación que ahora dirige: "Fue el que comenzó a extraer a cielo abierto. En el pueblo todo el mundo decía que era un gran hombre. Murió cuando yo tenía 5 años y eso me marcó", confiesa.