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Laia Alegret (Huesca, 44 años) le trae un aire a 'Dora la Exploradora', aunque no tiene al mono 'Boots' pegada a ella todo el dia ni habla un divertido spanglish. Es pequeña, tranquila y muy racional en todo lo que hace y dice, como quien tiene sobre sus hombros la carga de saber qué paso hace millones de años y el deber de contarlo.
Asegura, con la misma facilidad con la que habla de cambios climáticos en el pasado, que con sólo seis años ya sabía que iba a ser "paleontóloga" y además era capaz de decirlo sin equivocarse. "Siempre he sido avanzada en las cosas que me ha gustado". Y lo demuestra con hechos: esta geóloga ha sido la única española que ha participado en la expedición internacional sobre el séptimo continente (Zelandia) y la única española que participó en un estudio que ha resultado clave para entender por qué se extinguieron los dinosaurios.
"Lo de la exploración surgió a raíz de mi participación en la expedición internacional a Zelandia. Fue el momento en el que me di cuenta de que mi profesión como paleontóloga me estaba permitiendo ir tan lejos como explorar un nuevo continente que estaba sumergido", aclara.
Es profesora de la Universidad de Zaragoza, investigadora internacional, ha escrito 153 publicaciones, incluyendo 8 libros y numerosos artículos científicos, 67 de ellos en revistas catalogadas en el Science Citation Index, como Science, PNAS o Geology, altamente citados, recibió una de las becas Leonardo 2017 que concede la fundación BBVA para investigadores, es editora de dos revistas internacionales... El tiempo en su caso parece contarse también en millones de años.
"Se puede decir que me ha cundido. Es uno de los privilegios de dedicarme a una profesión que es mi hobby. Es lo que yo siempre he querido ser y he conseguido un trabajo que me permite desarrollar la profesión que me gusta. Me he dedicado de lleno a ello".
Casi se podría decir que Laia Alegret nació con un fósil debajo del brazo, pero la realidad es que tardó seis años (sólo) en, como Dora, empezar a buscarlos allá donde iba y "eso que en aquella época no había tantos juguetes ni libros sobre dinosaurios ni series ni películas, bueno había una y eran bastante toscos los dinosaurios".
Pero reconoce que, al margen del marketing, los secretos que guardan la prehistoria y los dinosaurios siempre han sido un foco de fascinación para pequeños y mayores. "Mi primer recuerdo como paleontóloga lo tengo muy claro, pero es muy poco fructífero", bromea. "Yo buscaba fósiles en el campo, en la provincia de Lérida. Paseando con mis padres, me sentaba en el suelo a buscarlos. Con los años, he vuelto a ese lugar y me he dado cuenta de que era imposible que encontrara dinosaurios allí, por el terreno, la edad de las rocas, y sobre todo por donde los estaba buscando... Que eran unos cantos rodados relativamente recientes... Pero yo no desesperaba. Íbamos allí casi todos los fines de semana y cada fin de semana me sentaba en el suelo a buscar fósiles entre las piedras".
La anécdota ilustra, mejor que nada, cómo esta mujer de risa fácil, palabra justa y tiempo muy pausado se ha convertido en una de las paleontólogas más influyentes de nuestro país (y parte del extranjero) y cómo aprendió muy pronto la necesidad de tener paciencia de sentarse, cada día, a buscar lo que buscaba... hasta llegar a saber qué acabó con los dinosaurios.
"Con nuestra investigación logramos solventar un debate científico que había tenido lugar durante varias décadas, y de forma bastante acalorada sobre si la extinción de los dinosaurios y del 75% de las especies a nivel global se había producido por el impacto de un asteroide en la Península del Yucatán o si sólo fue la puntilla a una situación que se vivía de intenso vulcanismo en la zona de la India".
Y el ganador ha sido el asteroide porque el equipo de geólogos y paleontólogos donde trabajaba Laia Alegret consiguió demostrar, a través de estudios geoquímicos novedosos, "que el vulcanismo se produjo en su mayor parte antes de la caída del asteroide".
"En realidad el vulcanismo se produjo a lo largo de 700.000 años, un periodo de tiempo muy extenso. Y hasta ahora no se sabía exactamente cuándo se había producido. Lo que descubrimos es que la mayor del vulcanismo ocurrió antes del impacto y que sí provocó un calentamiento global del planeta, con consecuencias sobre la vida, pero tanto la diversidad de las especies como la temperatura se recuperaron y volvieron a su estado inicial 200.000 años antes del impacto del asteroide. Únicamente ese impacto coincide exactamente con las extinciones de hace 66 millones de años", explica con una voz que conserva la calma pedagógica de una científica y la risa fácil de quien está emocionada de mostrar un resultado histórico.
Pese a la importancia que supone, ése no ha sido el hallazgo de su vida. Todos sus esfuerzos, que son muchos, se centran ahora en descubrir los misterios del séptimo continente descubierto: Zelandia.
"Zelandia es la llave que nos va a abrir la puerta a muchísimas preguntas que existen en biología, geología y en temas de cambio climático. Una de las grandes sorpresas de Zelandia es pensar que ya éramos dueños y señores de nuestro propio planeta, que ya lo sabíamos todo y por eso nos podemos permitir el lujo de viajar a otros planetas y de explorar incluso otras galaxias, cuando en realidad no conocemos los fondos oceánicos. Conocemos más de la superficie de Marte o de la Luna que de los fondos oceánicos de nuestro propio planeta", advierte.
La importancia de Zelandia, explica esta exploradora, es que es un continente diferente que no conocíamos apenas porque estaba sumergido en su mayor parte, en un 94%. "Es un continente prácticamente inexplorado, del que sólo conocemos un 6% que es Nueva Zelanda, Nueva Caledonia y unas pequeñas islas del Pacífico. Es muy enigmático y supone un reto desde el punto de vista tecnológico para su exploración".
Laia Alegret advierte de que vamos a hablar mucho de Zelandia en las próximas décadas porque los descubrimientos sobre cómo funciona nuestro planeta en muchos aspectos están sumergidos en esas tierras. "Está situado justo en el Anillo de Fuego del Pacífico, donde la placa del Pacífico se hunde debajo de otras placas generando volcanes (hay 450) y donde se concentra el 90% de los terremotos de todo planeta. Conocer el mecanismo es muy importante para la predicción de riesgos geológicos".
Y sigue enumerando lo que esconde Zelandia y que lo coloca no ya en el mapa geográfico mundial sino en la prioridades del conocimiento que viene. "Zelandia esconde muchos secretos sobre procesos que generan recursos naturales, minerales, que necesitamos para nuestra vida cotidiana. Los móviles llevan cobre y esos recursos están prácticamente agotados en superficie y ahora se está explorando el fondo marino buscando más".
Además de acoger especies endémicas que sólo viven en estas zonas, formas de vida diferentes que tienen que ver con las rutas migratorias de las especies marinas, los grandes movimientos verticales que emergieron estos territorios durante mucho tiempo, los cambios en las corrientes marinas...
La emoción de esta expedición internacional en la que participó Laia Alegret es doblemente compartida, porque ha conseguido demostrar que se está equiparando la presencia femenina en el mundo de la exploración. "Es cierto que en el pasado era más masculina y que aunque había mujeres, muchas veces no se conocían".
"En el caso de estos programas internacionales de perforación submarina, como la expedición en la que participé, son barcos que van al océano y perforan sondeos en los fondos oceánicos y donde participan unos 30 o 32 científicos y una alta proporción son mujeres. En nuestra expedición éramos un 50% hombres y un 50% mujeres".
Aunque no siempre es así. Ella reconoce que ha tenido mucha suerte y que a los únicos dinosaurios a los que se ha tenido que enfrentar son a los de verdad del pasado. "Yo no me he sentido discriminada en ningún momento y si en alguna ocasión ha habido algún comentario, hay que saber estar por encima de la situación porque quizás no vienen de personas que valgan mucho la pena", advierte.
Otra de las sorpresas 'históricas' que le tenía reservado el 2019 venía a través de una llamada de teléfono: la Real Academia de las Ciencias quería convertirla en el miembro femenino más joven de su institución. "No me lo podía creer", reconoce. Fue uno de esos momentos en los que sientes reconocido tu trabajo, a la vez que suponía un hito para rejuvenecer y feminizar una institución académica que sigue siendo prácticamente territorio masculino.
"Son instituciones muy longevas. La historia de la Real Academia de Ciencias se remonta al siglo XVI atrás y sigue viva porque ha sido capaz de ir adaptándose a los nuevos tiempos. Originalmente no había una masa crítica de mujeres científicas en las universidades y otros centros de investigación, pero a partir de cierto momento el porcentaje de mujeres que accedió a la universidad aumentó y éstas han ido ascendiendo en la escala investigadora... Simplemente dando tiempo se consigue renovar estas instituciones. La Real Academia se ha dado cuenta de esto y últimamente está incorporando a mujeres".
Laia Alegret parece contar el tiempo mucho más despacio que el resto de los humanos incluso para estos logros. Quizás ese es el secreto de su éxito que al trabajar con magnitudes de millones de años, acaba relativizando todo lo que es ahora, el ya. De hecho, cuando se adentra en sus estudios del pasado se olvida de que hay vida más allá de su ordenador. "Los fines de semana a veces me tengo que poner un poco seria conmigo misma y dejar de trabajar, cuando es posible", bromea.
El problema no es tanto la exigencia de sus investigaciones sino el poder de absorción que los climas del pasado tienen en su presente: "A veces uno se deja llevar demasiado por la ciencia y de vez en cuando tengo que poner ciertas barreras para disfrutar de la vida personal. Pero eso ocurre porque mi trabajo es mi hobby y tengo la suerte de poder pasármelo bien casi todo el tiempo".
Por ponerle alguna pega, lo que no le hace tanta gracia de su día a día es el papeleo de la burocracia, el resto de horas, le da igual acertar que fracasar, porque en ciencia, todo es importante: "Los descubrimientos científicos se consiguen muchas veces gracias al trabajo poco fructífero de otros muchos grupos de investigación que han trabajado en un tema sin llegar a buen puerto. Los resultados negativos son importantes para darnos cuenta de hacia donde tenemos que seguir. Los fracasos son tan importantes como los triunfos".
Quizá por eso advierte que, a día de hoy, hay que tenerle más miedo a los virus que a un asteroide: "En cuanto a lo del meteorito no hay excesivos motivos para preocuparse... Y el virus... Quien tenga la respuesta ahora se merece un premio. Esto es algo que nos ha desbordado como especie, una especie particularmente antropocéntrica que piensa que todo gira a su alrededor. Parece que no somos tan poderosos como creíamos". Lo dice una experta en el pasado que observa el presente pensando en lo que tendrá que venir en el futuro.