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El mismo día que Fawzia Koofi (Badajshán, 1975) nació, sus padres la abandonaron a su suerte bajo el calor del sol afgano. Arrepentida por su decisión, su madre volvió horas después para recogerla. Por suerte, la pequeña seguía sana y salva donde la habían dejado. Ya desde esas primeras horas de vida, Fawzia Koofi tuvo que luchar para sobrevivir. Puede que justamente este episodio, que ella relata con total normalidad, marcase el espíritu guerrero que la llevó a convertirse en la primera mujer vicepresidenta de la Asamblea Nacional de Afganistán y, más tarde, miembro del grupo negociador del Gobierno con los talibanes, que recientemente han tomado el control del país.
Fawzia atiende a MagasIN a miles de kilómetros de distancia desde algún lugar de Catar, donde huyó hace menos de una semana. Pese a haber vivido prácticamente toda su vida bajo la amenaza talibán y haber sufrido dos atentados contra su persona, nunca se había planteado abandonar su patria. Sin embargo, después de haber sido puesta bajo arresto domiciliario decidió que era hora de irse. "Fue un momento difícil. Como sabes, yo me resistí a salir durante dos semanas, pero tras el cierre del aeropuerto había rumores de que cortarían internet y yo tenía miedo de perder las conexiones con mis hijas".
Más que por miedo a ser asesinada, Fawzia temía no poder ayudar a su gente, ya que "los talibanes se mantenían a las puertas de mi casa y no me dejaban salir". "Sabía que no me matarían porque tendría un gran coste para ellos, el precio sería muy alto, pero tenía miedo de estar prisionera. No era libre de ir a ningún sitio y temía que cuando toda la comunidad internacional saliese del país fuera aún peor y no pudiese hacer nada ni causar ningún impacto".
Eso sí, tiene claro que estará en Catar temporalmente. Quiere volver a Afganistán para reencontrarse con sus hermanas y sobrinos, que siguen en el país, y para ayudar en el terreno, como siempre ha hecho. "Ahora quiero concienciar sobre lo que está pasando y la necesidad de ayudar a otras mujeres que no están seguras. Debemos ayudarlas a salir de Afganistán, esa es realmente mi misión".
Del campo al Parlamento
Activista por los derechos de las mujeres y política reconocida internacionalmente, Fawzia busca ahora abrirles el camino -literalmente- como lleva haciendo toda su vida. Siempre ha intentado crear un futuro mejor para que ellas no tengan que afrontar las mismas dificultades que tuvo que superar, y que su madre experimentó antes. Justamente por eso su madre la abandonó al nacer. Al ver que era una niña temió la clase de vida que tendría su hija por delante. "Ella como mujer tuvo muchos retos y no quería lo mismo para mí. En ese momento no pensaba que yo podría ir a la escuela o convertirme en quien soy ahora. Siempre decía que no quería ver a otra mujer como ella".
Como tantas otras mujeres afganas, la madre de Fawzia no pudo ir al colegio y se casó muy joven, convirtiéndose en la segunda de las siete esposas de Abdul Rouf. Fawzia fue además la decimonovena de los 23 hijos que tendría Rouf en total. La familia estaba afincada en un pueblo de la provincia de Badajshán (al noreste del país), una zona rural rodeada de montañas y que destaca por ser de las más pobres del mundo. Sin embargo, ellos nunca tuvieron grandes dificultades económicas ya que Rouf era parlamentario de la Asamblea Nacional.
Mientras la vena política de Fawzia es herencia de su padre, la lucha por los derechos de las mujeres es completamente influencia de su madre. "Él no era un activista por los derechos de las mujeres, eso seguro", comenta entre risas. Casi no le recuerda, ya que fue asesinado por los muyahidines -combatientes de la yihad- cuando ella tenía solo seis años, pero Fawzia le describe como "un político tradicional miembro del Parlamento, educado de forma muy severa".
Por esa razón no dejó a sus hermanas mayores acudir al colegio, pese a que él se encargó de crear la primera escuela para niñas del pueblo. "Decía que si las dejaba ir perdería los apoyos del sector más tradicional y conservador de la comunidad. Así que no quiso que sus hijas fuesen al colegio a la vez que creó uno", afirma Fawzia destacando la incoherencia de sus acciones.
Tras la muerte de su padre, su familia se mudó a la ciudad, lo que supuso un cambio total en la vida de Fawzia. Una vez allí, su madre vio que había niñas que iban al colegio y le permitió acudir con la firme esperanza de proporcionarle un futuro mejor. "Ella siempre decía: ‘Mi hija se convertirá en algo’. No sabía qué significaba ese ‘algo’, pero siempre quise lograrlo. Cumplir los sueños de mi madre centró mis objetivos, le debo mucho".
Vida con los talibanes
Para conseguirlo, Fawzia acudió sin falta a las clases, incluso mientras el país estaba en guerra, y se graduó por la Preston University de Pakistán. Se casó con Hamid Ahmadi y tuvo a sus dos hijas, Shuhra, de 21 años y estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de Afganistán, y Shaharzad, de 19 años. Todo ello sin quitar la vista de su objetivo: luchar por los derechos de las mujeres.
Ni siquiera la presencia de los talibanes la amedrentó. Durante esos años vio cómo sus derechos se esfumaron, casi como si nunca hubieran existido. Tuvo que cambiar su vida, su forma de actuar, de vestir... Se vio obligada a guardar sus pañuelos que dejan a la vista parte de su pelo y usar el burka, sobre el que aclara que "no es islámico". "No es un hiyab tradicional islámico, es una imposición de los talibanes. Muchas mujeres lo llevaban como protección". Los talibanes le arrebataron también a varios hermanos, que fueron asesinados, y a su marido, que fue detenido poco tiempo después de su boda y acabó muriendo de tuberculosis.
Pero incluso en los momentos más difíciles encontraba la forma de rebelarse contra ellos. Fawzia recuerda una ocasión en la que visitó a su marido a la cárcel y, por llevar las uñas pintadas, uno de los guardias intentó agredirla. "Cogió una piedra y me quiso pegar con ella", cuenta. Lo curioso es que no se le había olvidado retirar el esmalte, sino que se las pintó a propósito "como protesta".
Inicios en la política
En 2002, después de la invasión estadounidense en Afganistán, comenzó su carrera política: primero colaboró con UNICEF como Oficial de Protección Infantil trabajando con grupos vulnerables de personas desplazadas en su propio país, en su mayoría mujeres y menores; y más tarde, en 2005, se presentó como candidata al Parlamento. "La constitución de Afganistán contempla que haya una cuota de mujeres -deben ser como mínimo 64 de los 250 delegados de la Cámara-, pero yo no quería ser una cuota de género. Quería ser una portavoz y mostrar que las mujeres se pueden postular".
Fue elegida y además, ocupó el cargo de vicepresidenta de la Asamblea Nacional. De esta manera, y como ha hecho toda su vida, volvió a abrir el camino a las mujeres: fue la primera chica de su familia en estudiar y llegar a la universidad, la primera en entrar en política y, entonces, la primera en ser vicepresidenta del Parlamento. "Sí...", afirma tras un suspiro, como queriendo quitarse parte del peso que acarrea ese título. "He sido la primera en muchas cosas y no es algo fácil, especialmente en una sociedad que es muy conservadora. Aunque creo que en realidad es algo global, como mujer realmente tienes que trabajar más duro, probar que vales, para que la comunidad y tu gente confíen en ti".
Como a tantas otras, a Fawzia le costó que destacase más su trabajo que aspectos más superficiales como su apariencia, sus gestos o su forma de vestir, que para muchos no era la más apropiada. "Había puesta sobre mí mucha expectación, mucha esperanza… pero al mismo tiempo mucha gente que se oponía. Me criticaban en lo personal y me cuestionaban en todo. Fue un reto para mí el probar que se debían fijar en lo que decía y hacía, no en mi ropa".
Se sobrepuso a las críticas y centró sus esfuerzos en promover la educación de las niñas, aprobar leyes contra la violencia contra las mujeres y el acoso, y crear infraestructuras "que ayudasen a la gente como clínicas, centros de salud para embarazadas". "Me fortalecí y empecé a recibir más apoyo de las comunidades locales, aunque todo esto me creó muchos enemigos. Cuando me volví a presentar al Parlamento en 2010 fui la política que más votos recibió por parte de las mujeres en todo Afganistán", relata orgullosa.
Evolución de Afganistán
Fawzia destaca la transformación que ha vivido Afganistán a lo largo de estos más de 15 años que han pasado desde que se involucró en la política, sobre todo en relación a las mujeres. Incluso en su familia se produjo un cambio y sus hermanas mayores pudieron finalmente estudiar, estando ya casadas.
"Con los años a las mujeres se les ha permitido hacer muchas más actividades. Con los talibanes no tenían ni los derechos básicos, después de eso las mujeres demostraron su resiliencia e hicieron lo que antes no podían. Sobre todo, yo diría que después de los talibanes hubo un cambio en la perspectiva, no solo en el comportamiento, sino en la forma de ver las cosas en relación a los derechos de las mujeres. Esto continúa ahora. Aunque los talibanes estén intentando presionarlas siguen protestando y manifestándose reclamando sus derechos. Esto no habría sido posible antes del 2001. No lo tenían permitido hace unos años pero lo están haciendo ahora. Eso indica la transformación".
Las negociaciones
Ese tipo de acciones que se atreven a llevar a cabo algunas afganas son las que hacen que Fawzia mantenga la esperanza en su país, pese a estar "devastada" por los acontecimientos. También fue lo que la llevó a presentarse para formar parte del equipo que negociaría los acuerdos de paz con los talibanes. De nuevo, no tenía miedo de sentarse cara a cara con ellos para defender los derechos de las mujeres.
"Los talibanes son un grupo difícil, con un punto de vista muy extremo, y quería impactar en ellos y en lo que dijesen e hiciesen en relación a los derechos de las mujeres. Dentro del grupo de negociación me las arreglé para conseguirlo y muchos de ellos realmente me respetaron en las negociaciones", asegura. No obstante, su presencia no gustaba a todo el mundo y en agosto del año pasado sufrió un intento de asesinato que la llevó al hospital con heridas en el hombro y el brazo.
Fawzia considera que se podría haber llegado a un acuerdo con ellos si hubiesen tenido más tiempo, pero la salida de EEUU y la rápida toma del país por parte de los talibanes, han frustrado todas las posibilidades paz. El gobierno, del que previsiblemente no formará parte ninguna mujer, ha asegurado que "respetará los derechos de las mujeres" pero se regirá en base a la sharía (ley islámica). La incertidumbre y el miedo se han adueñado de las mujeres del país y Fawzia teme que sea demasiado tarde para lograr ese "impacto" en los gobernantes.
"El problema es que los que estaban en la negociación son diferentes a los que luchan. Los luchadores y comandantes son muy extremistas y no creen en los derechos de las mujeres. Los que estaban en las negociaciones estaban en grandes hoteles de cinco estrellas, eran diferentes a los que están sobre el terreno. Por eso deseaba asumir el reto, el mayor que hay en el mundo, de hablar con ellos de los derechos de las mujeres. Si conseguimos traer este impacto, ellos quizá cambien su perspectiva".
Aunque podría quedarse en Catar, para Fawzia esa no es una opción. Seguirá su lucha por los derechos de las mujeres y espera regresar "en unos días o semanas" a Afganistán. "Espero que cuando vuelva con la gente confíen en mí y sientan que lo podemos hacer, no solo yo, sino también un montón de mujeres".