Cristina Morató, reportera de las mujeres olvidadas: “Ser viajera era ser loca, fea y marimacho”
La periodista Cristina Morató dejó la televisión y se ha dedicado a viajar para dar voz a las historias de las mujeres de todo el mundo.
28 febrero, 2022 01:38Noticias relacionadas
Cuenta Cristina Morató (Barcelona, 1961) que los alcarreños le preguntan “y tú, Cristina que has viajado por todo el mundo, ¿cómo que has acabado aquí, en la Alcarria?”. Y ella responde “por la luz”. Va a pasar el mes de marzo en su refugio de escritura, esta casa “en tierra de leyendas, poetas y escritores”, pero no deja de viajar a pesar de los tiempos, porque el viaje es consustancial a “La Morató”, como ella misma se autodenomina varias veces durante esta entrevista.
Este mes de marzo va a viajar escribiendo y leyendo, una forma muy conveniente de hacerlo según las circunstancias. Y además sigue viajando mentalmente porque estando en la Alcarria, se imagina cofres y tribus guerreras de los ochenta países que ha visitado como periodista y escritora. Por la mañana, cuenta a MagasIN, se levanta y se toma el café mirando al horizonte del cerro de Hita, trasladándose mentalmente a México; por la noche, ironiza, a la sabana africana, por los campos de cereales: “Con muy poca imaginación vuelvo a ver a los masáis”.
“No avanzaba con el nuevo libro y por eso he decidido venirme aquí”. En Madrid, su marido y su hijo la conocen bien y colaboran con ella, pero a veces “es necesario pasar un tiempo a solas para escribir”, y coincide en que las escritoras lo han tenido más difícil siempre. “Aún estando aquí, yo soy madre y estoy pendiente de mil cosas y a veces no resulta fácil. Es el problema de Virginia Woolf cuando reclamaba su habitación propia. No siempre es fácil gestionar a una familia, pero más cuando necesitas concentrarte varios días seguidos en tu trabajo. Yo ahora necesito pasar más tiempo en este universo mío”.
Explica que “no hago ficción, por eso no dependo de la inspiración. Lo mío es un trabajo de hormigas”. Morató, que es conocida por sus programas de televisión y libros sobre mujeres viajeras, necesita “revisar la documentación, encajarla, crear ese personaje histórico que ya existe pero que necesita de una mirada”. En algunos casos, sus libros sirven incluso “como Reinas Malditas, para reescribir en cierto modo la historia y devolver la voz a las mujeres”.
Un universo muy femenino de aventuras, pero poco romántico
Describe cómo vive desde hace más o menos veinte años “en un universo muy femenino de aventuras, pero poco romántico”, sin embargo “muy gratificante: cuando tienes un libro publicado, y recibes esos mensajes de cariño, es genial. Antes, durante mucho tiempo el de escritor es un trabajo de absoluta soledad y monacal, muy esforzado. Un poquito áspero incluso, no como en las películas. Requiere de una época muy solitaria, en la que estás muchos meses aislada, sin ver a tus amigos, porque si no no lo acabas”.
La afición por la lectura
“Me enganché a la lectura siendo niña, gracias a Agatha Christie”, explica Morató respecto a su infancia y primera adolescencia, “recuerdo el día que cae en mis manos Diez Negritos, y tengo que reivindicar que, aunque se trate a veces de una escritora denostada, o parezca que sea autora de best sellers, Christie es una de las grandes y a mí me aficionó de manera increíble”.
Recuerda también que sus primeras lecturas no fueron las habituales. “Sin ser un gran lector, mi padre era un gran coleccionista de libros, y tenía una buena biblioteca. Esos libros crearon en mí el sueño de poder viajar y ser periodista: desde muy joven tenía claro que quería ver mundo”.
Curiosidad por otros mundos y culturas
"El corazón de las tinieblas, Las mil y una noches en una edición con cubiertas de piel de mi padre, con ilustraciones subidas de tono... yo hojeaba estos libros a escondidas, y quería ir a Oriente, conocer ese hedonismo, esos bazares”. Para ella, fueron esas lecturas de infancia las que crearon “una enorme curiosidad por conocer otros mundos y culturas. Si algo me define es que soy una gran curiosa, una temeraria, una rebelde”.
“A los 20 años, ahora tengo 60, le dije a mi madre que quería ser reportera de guerra e irme a Centroamérica, acaban de llegar los sandinistas al poder [se refiere a los años ochenta] en Nicaragua, a mí se me metió en la cabeza que quería ir a Managua a cubrirlo. Te puedes imaginar a mi madre, en la cocina, y a mí diciéndole ‘me voy con un periodista que tampoco conozco mucho, que va a cubrir la guerra del Salvador’”.
"De acuerdo, pero cuídate"
Nunca olvidará la respuesta de su madre. Le dijo: "De acuerdo, pero cuídate”. Con esta sencilla frase, explica ella, “me quería decir, no te voy a hacer cambiar de idea, y ahora que tengo un hijo, entiendo la importancia de aquello y la generosidad que demostró, porque ¡no sé como reaccionaría si me dice que se va a cubrir la guerra en Ucrania! Valoro que no me hiciera chantaje emocional, y fue por algo. Ella era una mujer preparada, había trabajado como secretaria en Olivetti, era inquieta y culta, se casó y había asumido el papel de madre y esposa y quizá eso le creó una gran frustración y de algún modo vivió a través de mis viajes”.
Tanto es así, que “cuando fui a Centroamérica, no teníamos movil ni skype, y yo le enviaba postales. Qué emoción cuando regresé y vi que las había ido colgando en un mapa con una chincheta, haciendo el itinerario. Esto me emocionó porque acabó estando orgullosa de su hija, a pesar de que yo era una temeraria”.
¿Por qué te defines como temeraria?
Yo tenía una idea idílica de lo que era ser reportera de guerra a partir de los retratos de Oriana Fallaci y de Christine Spengler. Y en realidad era incapaz, no tenía estómago. Me encantó un día que un compañero mío me dijo, en un campo de refugiados, cuando me puse a ayudar a una familia, “nunca vas a llegar muy lejos, primero haz la foto y después ayuda”, porque yo dejaba la cámara en el suelo y me daba igual.
¿Trabajabas como freelance?
En ese viaje inicial, que fue como un bautismo de fuego, piensa que yo estaba estudiando en Barcelona, no tenía ni carnet de prensa, así que en Managua, para poder visitar los campos y moverme por el país lo necesitaba. Yo trabajaba para una revista femenina que se llamaba Hogar y Moda, hacía fotos de bodegones, y con eso me gané el dinero para pagarme el viaje. Imagínate la cara de esa compañera cuando llego una veinteañera y dice "quiero cubrir la llegada, ver el trabajo de las mujeres en las trincheras". Al principio me lo denegaron, pero como cada día me presentaba allí me acabaron dando el carnet y aún lo guardo, porque pone que el gobierno sandinista acredita a la chica de la revista Hogar y Moda para estar en las trincheras.
¿Era usted peleona desde el principio?
Trabajaba para Tiempo y Geo, y otros medios. Pero pronto me gané fama de pelear mucho mi sueldo. Es muy importante hacerte valer en esta profesión donde te pisotean bastante, tuve claro que tenía que hacer valer mi trabajo siempre.
¿Alguna anécdota?
Una vez lleve unas fotos a la revista Tiempo de los campamentos de refugiados, le enseñé el trabajo al encargado, y me dijo “magníficas fotografías, dile al fotógrafo que venga y hablaremos de precios”. Y le respondí “el fotógrafo soy yo, y vas a tener que hablar conmigo del precio”. [Ríe]
¿Tuvo usted miedo alguna vez?
No, con veintipocos años me metí en todas partes, hasta en las peleas de gallos, tuve un ángel porque regresé con vida…
¿En cuántos países estuvo en su vida?
En más de 60 o 70, porque empecé muy joven pero no me importa el número. Para mí, el viaje ha sido una escuela de vida y los viajes que he hecho han sido aprendizaje, no quería acumular países ni kilómetros. Me quedo con las experiencias que he vivido, las mujeres que he conocido, eso es lo que más me ha marcado…
¿La primera vez que una mujer le causó un gran impacto en esos viajes?
Sin duda, yo diría que en uno de los primeros viajes que hice a África, a Guinea Ecuatorial, acompañando a un grupo de cooperantes. Me encontré directamente con la durísima realidad de las mujeres que trabajan en las zonas rurales en el África subsahariana, auténticas esclavas de la tierra, que carecen de los más mínimos derechos, pero que son el motor de su familia.
La fuerza de las africanas
Se levantan tempranísimo, van al campo y sonríen cuando son las peor alimentadas, las más vulnerables, casi siempre analfabetas y sin embargo, son increíbles. La mayor lección de África no fueron sus imponentes paisajes, sino la fuerza de sus mujeres, porque con todo en contra, tienen una fuerza y una solidaridad alucinante, mujeres que cuando salen al campo regresan con sus cestos cargados de patata o ñame, con pesos que yo no podría llevar a la espalda, y que traen hasta el agua, cuando la van a buscar a 15 km y vuelven sin rechistar para cuidar de su familia.
Ha escrito textos y también hecho muchas fotos impresionantes… cree que sigue siendo cierta la frase de que vale más una imagen que mil palabras?
Creo que ya no. En mi época primera, hace 20 o 30 años quizá sí, pero ahora hay tal bombardeo de imágenes que creo que no, las fotografías no tienen el mismo impacto, incluso las de la guerra o los conflictos. Ahora quizás tiene más fuerza contar una buena historia, pero una sola imagen no va a tener impacto si no se acompaña de palabras.
Señala como punto de inflexión ese momento en que apoya la cámara en el suelo y se da cuenta de que sufre…
Sí, a partir de ese momento seguí viajando por el mundo pero no como reportera de guerra. Fui redactora de programas de televisión en una época en la que se pagaba bien, lo que hacía es que ahorraba y me iba a viajar. La tele me gustaba pero me gustaba más viajar.
¿Cuál es la clave del buen viajar? Seguro que tiene una receta.
La sencillez y la humildad a la hora de viajar son fundamentales. Cuando llegas a un sitio nuevo no te tienes que imponer: tienes que adaptarte, dormir donde te ofrecen y comer lo que coman. Y tienes que soportar la soledad, ser capaz de estar contigo.
Viajar sola
¿Normalmente ha viajado sola?
Sí, uno de los pocos viajes que hice acompañada fue con Javier Reverte, por Tanzania, Uganda y Kenia, invité a Javier a que viniera conmigo a estos escenarios de las grandes exploraciones y a la vuelta él publicó El Sueño de África, con gran éxito.
La Morató recuerda ea una mujer en un momento del día, en concreto “las tardes con Montserrat Roig, los libros de ella y las charlas en la cocina del Eixample, entendiendo por qué era tan necesario el feminismo. Yo dirigía programas, tenía un buen salario y hasta un conductor que me recogía por las mañanas. Cuando decido dejar todo eso por ponerme a escribir sobre las vidas de las viajeras cuántos a mi alrededor dijeron ‘estás loca… ¿dejar la tele para ponerte a escribir sobre viajeras?’”.
Sin embargo, no se arrepiente. “No, aunque no ha sido fácil. Renuncié a una vida cómoda y a un salario pero que quería hacer mi particular camino, con un homenaje a mis antecesoras. Yo, sobre todo, soy viajera”. En este momento, le encargan un ensayo en una colección sobre mujeres y le piden que cuente sus viajes. Pero ella, que se pone a investigar para realizar un contexto, descubre su auténtica obsesión: “antes de la Morató, ¿qué mujeres viajaron y adónde fueron?”.
“Me puse a investigar en la Biblioteca Nacional. Por entonces no teníamos Google ni estas herramientas que ahora tanto ayudan y llegué a descubrir a un sinfín de mujeres, piratas, misioneras, amas de casa, aristócratas, viudas, mujeres invisibilizadas por la historia todas ellas. Hablé con la editora, le dije que lo sentía mucho pero que yo quería escribir sobre ellas, así que no pude participar en esta colección pero un editor apostó por mí y me dijo que ese libro saldría aparte y fue mi primer libro, en 2001, sobre viajeras intrépidas y aventureras”.
Ahora, coincide en que vivimos en una época en la que “están muy de moda las biografías de mujeres, pero estamos hablando de un momento en el que no había libros así. Y el editor pensaba seguramente que se iban a vender cuatro ejemplares. Pero funcionó. Luego vinieron las Reinas de África, y después, el tercero de esta trilogía, el de las Damas de Oriente, las grandes viajeras por los países árabes”. Estos volúmenes de la trilogía se siguen reeditando, después de 15 o 20 años porque se han convertido en referentes generacionales. Morató, que tiene un Instagram muy activo “ahora que se están recuperando a las victorianas, me escriben muchas chicas que descubren lo fascinante de estas mujeres”. Ante la avalancha de títulos, está de acuerdo en que se publiquen cuantos más mejor, “pero que tengan rigor y calidad, y no se haga sólo por moda, detrás de un buen libro hay mucha documentación”.
“No podemos imaginar”, enfatiza “lo que supondría a una mujer en la Inglaterra victoriana, en la que eran invisibles, salir de los muros de su casa. La imagen de una mujer sola viajando al interior de África resultaba subversiva, en términos de que se podía corromper su alma. A las viajeras de antaño se las tachaba de locas, de feas, de marimachos, se cuestionaba su moralidad, incluso las que lo hacían por razones devotas”.
Morató ha dado visibilidad a todas estas grandes mujeres y viajeras del pasado con sus publicaciones. Explica divertida cómo “en Viajeras intrépidas recuperé un proverbio del medievo alemán que dice ‘peregrina partió, puta volvió’. Es tremendo que aún a día de hoy los logros de estas mujeres brillen por su ausencia en los libros de texto y que nuestros hijos sigan aprendiendo una historia tergiversada y manipulada, totalmente masculina, en la que los nombres de estas mujeres no se encuentran. Parece que los viajes hayan sido empresa exclusiva de Colón, Elcano y Magallanes”.
Necesidad de referentes
Para ella, “las chicas y chicos necesitan referentes. Yo misma no sería la que soy sin las figuras que han sido referentes en mi vida. Gracias a Oriana Falacci, a Christine Spengler, ellas sin saberlo me animaron a ser reportera, yo quería entrevistar a los grandes líderes. Montserrat Roig, Agatha Christie, Jane Goodall, todas ellas me inspiraron”.
Otro de sus volúmenes recientes es el de Diosas de Hollywood, en el que Morató cuenta las biografías de Gardner, Hayworth, Kelly y Taylor, “mujeres que tienen en común que llegaron muy jóvenes a Hollywood, pero que eran muy vulnerables”. En su opinión, “lo que me ha sorprendido es que muchas, de las que hablo en mi libro, fueron víctimas de la violencia machista, todas ellas sufrieron malos tratos físicos y psicológicos en una época, en la que, como confesó Elizabeth Taylor, no se podía hablar de este tema”.
Para Morató, el movimiento #MeToo “ha llegado muy tarde para muchas actrices”. La labor de documentación de este libro “me ha dejado en shock, sobre todo esa perversidad del star system. Louis B. Meyer desde su trono decidías sobre los divorcios, matrimonios y hasta abortos de las mujeres más poderosas del cine de aquella epoca. Las más admiradas y hermosas y poderosas no eran dueñas de sus cuerpos, porque si Meyer decidía que su estrella no debía quedarse embarazada, no importaba, mandaba a su mano derecha para que la obligase a abortar, no había opción contra él si estaba vendiendo la la imagen de sex symbol o de rubia vampiresa que reñía con la de madre: ellos decidían, eso a mí me ha dejado impresionada”.
Recuerda que “Ava decía que los estudios nos trataban como si no tuvieramos alma, peor que al ganado. Ese Hollywood dorado en realidad fue un infierno e incluso el título de Diosas del amor no es cierto, porque no lo fueron, las cuatro fueron muy desdichadas en sus relaciones”.
Mundo masculino
Desde luego, el mundo de los viajes y de la exploración sigue siendo muy masculino, como añade la Morató, “los logros de grandes viajeras nuestras, salvo excepciones, no ocupan las portadas”. Como ejemplo, menciona a “Chus Lago, la alpinista y exploradora gallega, que llegó a la cima del Everest sin oxígeno artificial en 1999 y que en 2009 fue la primera española que alcanza el Polo Sur en solitario, ¿no crees que merecía una portada? O Mercè Martí la piloto que con 25 años fue la primera persona española en dar la vuelta al mundo en una avioneta 25000 km y que acaba de hacer historia porque ha liderado el primer equipo íntegramente femenino español en Dakar, los logros y las hazañas de las mujeres, siguen invisibles...”.
Por su parte, termina Cristina Morató, “voy a seguir en mi humilde cruzada de seguir descubriendo y dando voz a mujeres extraordinarias injustamente olvidadas por la historia, porque creo que es necesario y porque creo que nuestros hijos lo que merecen es conocer las vidas de mujeres extraordinarias, sus logros y hazañas, para que las nuevas generaciones de mujeres tengan referentes… ¿aviadora, biológa o astronauta?, tienen que saber que pueden serlo y que no resulta raro”.