Kerry Kennedy: "Hay muchas similitudes entre Zelenski y mi padre. A Putin le diría: 'Retírate'”
La presidenta de la fundación Robert F. Kennedy Human Rights charla con Charo Izquierdo sobre la labor de la organización, los derechos humanos y el legado de su padre.
5 noviembre, 2022 02:43El día que su padre fue asesinado en 1968, la séptima de sus once vástagos tenía ocho años. Cuando el fotógrafo Harry Benson -el mismo que captó la mítica imagen yacente del senador, precandidato a la presidencia de Estados Unidos y antiguo fiscal general- hizo esa otra foto también mítica en la que padre Robert F. Kennedy e hija Kerry se miraban embelesados y cómplices un 4 de julio, ella tenía seis.
Parece que él sentía una predilección especial por ella. Parece que ella le adoraba. Le admiraba. Y ha seguido no solo su estela, sino su acción, bien es verdad que no política sino social…, aunque quién dijo que desde lo social no se hace política… Kerry tiene la mirada de su padre, aunque no los ojos tan azules. Ha heredado su firmeza y su sentido del humor; tal vez algo más distante, pero no menos apasionada. De hecho, a lo largo de esta entrevista realizada en Madrid el pasado miércoles 2 de noviembre, se emocionó en diversas ocasiones.
Presidenta de la fundación Robert F. Kennedy Human Rights, que en España tiene su filial, presidida por María Díaz de la Cebosa, es activista por los derechos humanos desde principios de los años 80, cuando con veinte años entró como becaria en Amnistía Internacional. Le entregaron la declaración de los derechos humanos. Y al leerla fue consciente de la capacidad que tenemos de cambiar las cosas, si lo creemos posible. Y así sigue.
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Ahí sigue. Hablando alto, claro y con la verdad por delante sobre derechos, la manera de alcanzarlos, la de no perderlos, y fundamentalmente la de aprenderlos lo que en el caso de los niños y jóvenes es esencial y es la gran misión de la Fundación RFK Human Rights, evidentemente también en España. Ahí sigue, involucrando ahora a su hija Cara, que ya es miembro de la junta directiva de la Fundación (es madre de otras dos, Michaela y Mariah, fruto de su matrimonio con Andrew Cuomo, ex marido y ex gobernador del Estado de Nueva York).
La vida se construye a base de sueños y de historias. O hay historias que nos construyen la vida. Y de esas historias, de las que han marcado la de Kerry, más allá de la tragedia, hay una anécdota que ella ha narrado muchas veces, pero que creo que merece la pena repetir porque no solo explica al personaje padre, sino las consecuencias en el personaje hija.
Al parecer, Robert Kennedy resolvía las confrontaciones entre los hermanos -debían de ser muchas teniendo en cuenta que eran once- pidiendo a uno de los contendientes que explicara sus razones, mientras el otro estaba obligado a callar. Después hacía lo propio con el otro o la otra. De esa manera, ambos comprendían o podían comprender las razones y las emociones del otro.
Luego les pedía que se dieran un abrazo y que se fueran a leer una hora a las habitaciones. Ese legado familiar también lo es político, y seguramente radica en la base de su liderazgo emocional: dejar de tratarse como enemigos y hacerlo como personas, en igualdad, con diferentes criterios, intentar entender al otro, sus razones y emociones.
Se entiende la obsesión de Kerry por la justicia. Hereditaria. Se entiende su pasión por la abogacía, aunque ríe cuando le pregunto por qué no estudió periodismo, con lo bien que escribe y se expresa; ríe y agradece lo que resulta ser un cumplido porque “los periodistas tienen un papel fundamental exponiendo las injusticias y trabajando para que nuestro mundo sea más pacífico”, dice.
La realidad es que su concepto de justicia es tan elevado, que leí en una entrevista de hace años que cuando era pequeña y aprendió a atarse los cordones de los zapatos, si se ponía primero el izquierdo se ataba antes los cordones del derecho…, no deseaba que los zapatos sintieran favoritismos...
La equidad le ha ocupado la vida, empleándose a fondo en asuntos como los derechos del niño, la violencia étnica, la libertad de expresión o la esclavitud sexual y todo ello básicamente a través de la educación.
Con toda la humildad posible, pero también orgullosa, he de reconocer que pertenezco al patronato español de la fundación Robert F. Kennedy Human Rights, compartiendo vicepresidencia con Leticia Menéndez de Luarca. Desde que conozco la organización, uno de los programas que más me ha llamado la atención y que más he valorado es Speak Truth to Power (Hablar con la Verdad al Poder).
Creado en el año 2000 con los testimonios de líderes y activistas de los derechos humanos de más de cuarenta países, se trata de una actividad educativa para niños a partir de los cinco años, basándose en criterios relacionados con esos derechos. “Trabajé mucho tiempo en derechos humanos, y cuando conocía a alguien y le contaba mi actividad, me decían: '¡Ah!, qué bueno, es un placer conocerte', y se daban media vuelta -me cuenta sonriendo y haciendo el gesto de quien se marcha desinteresado-".
"La gente piensa que los derechos humanos son torturas, desapariciones y todas esas cosas horribles. Pero mi experiencia era muy diferente. Quería que vieran los derechos humanos no como algo deprimente, sino como algo que mueve el espíritu, que muestra lo mejor de la humanidad, incluso bajo las peores circunstancias. Así que me propuse escribir un libro y me pasé dos años y medio viajando por el mundo, entrevistando a las personas más valientes de la Tierra, preguntándoles sobre el coraje y por qué seguían haciendo su trabajo, incluso en las peores circunstancias".
Y continúa: "Eso se convirtió en un libro llamado Speak Truth to Power. Y basándonos en el libro, creamos este programa educativo en el que enseñamos a los estudiantes sus derechos para que sepan que los tienen, para no se sientan víctimas, para que estén cómodos en la afirmación de ellos mismos sin ira, rabia o violencia. Por ejemplo, para que un niño en la escuela aprenda a decirle a un amigo que no quiere escuchar un chiste racista, y que lo haga sintiéndose cómodo y sin miedo a perder su amistad".
¿Pensáis en dirigiros a los jóvenes a través de este programa con un lenguaje cada vez más digital…, llegando a usar incluso el metaverso?
Absolutamente. Estas enseñanzas hay que difundirlas de manera presencial y online. La educación digital es una ola del futuro y tenemos que ser parte de esa ola. Creo que aprendimos durante la pandemia que nuestro mundo no sabía cómo hacer muy bien la educación digital. Pero está cambiando. Y estamos innovando rápidamente.
Todos nuestros materiales educativos están ahora disponibles en la web, y esa es también una de las razones por las que estoy tan entusiasmado con el trabajo que se está realizando en España, tremendamente innovador.
Tal vez se podría generar el programa para jugar en línea, como hacen los más jóvenes.
Efectivamente. De hecho, hace apenas un par de semanas conocí a la mujer que dirige una de las compañías de juegos en línea más grandes del mundo y me dijo que quería hacer un juego basado en decir la verdad al poder. Me parece genial porque muchos de esos juegos en línea están enfocados hacia la violencia… en ganar en función de cuánta gente puedes matar, así que sería magnífico para ver a cuántas personas puedes salvar.
No me importa parecer una groupie, que no lo soy, si muestro mi entusiasmo por muchas de las actividades que realiza la Fundación, entre otras sus premios, de literatura y periodismo, de derechos humanos… Lo que desconocía y me entusiasma aún más es que, por ejemplo, entre sus reconocimientos en Estados Unidos tienen uno de música que programan nada más y nada menos que con los Grammy. “Los estudiantes envían canciones y junto con los Grammy se elige el ganador, una canción basada en los derechos humanos”.
Sigo asombrándome cuando pasamos al terreno de la imagen y Kerry me cuenta que también tienen uno de vídeo, y que el premio “se muestra en el Festival de Cine de Tribeca”. Eso es nivel.
Luego, evidentemente, existe el premio de Periodismo, en versión adulta y estudiantil. “Es para los periodistas que exponen las injusticias”. Y me sorprende que con su fino sentido del humor lo denomina “el Pulitzer de los pobres”, porque realmente se trata de exponer los problemas difíciles que enfrentamos en nuestro país. Así que nos encantaría hacer eso aquí en España. ¿Por qué no?”.
Estoy muy interesada, y he dedicado tiempo de estudio, a la integración de la sostenibilidad en los Consejos de Administración, especialmente con la visión holística ESG (medioambiental, social y de gobierno corporativo, por su siglas en inglés). Por eso me interesa especialmente vuestro programa Compass Investors. ¿Podrías explicármelo?
El programa es una especie de brújula para los inversores. Los fondos de inversión controlan 111 billones de dólares... De todos esos inversores, menos del 2% son mujeres y minorías subrepresentadas, por cierto... Así que cuando piensas en cambio climático, en esclavitud infantil, en el acceso a la salud… nada de eso va a cambiar si no cambiamos la manera de invertir.
En el programa, reunimos a unas 300 personas que controlan alrededor de 7 billones de dólares, un pequeño grupo de gente con una gran influencia en los fondos de inversión, y les hablamos sobre cómo tener en cuenta los factores ambientales, sociales y de gobernanza cuando se plantean invertir.
Específicamente, nos enfocamos en la “S” de Social, porque cubre los derechos humanos. Vemos cómo analizar la cadena de suministro y sus problemas, cómo se trata a las personas a lo largo de esa cadena, dónde se fabrican los productos, de dónde provienen, cuál es la responsabilidad de la empresa y cómo asegurarse de que no hay, por ejemplo, esclavitud o trabajo infantil a lo largo de la cadena de valor, también cómo asegurarse de que los trabajadores son tratados con dignidad en cualquier punto de la cadena.
Además, les hablamos de la necesidad de aumentar el número de mujeres y de minorías subrepresentadas. Les animamos a preguntarse cómo contratan a sus empleados, a asegurarse de que haya un camino al éxito para las personas de otras razas, para las mujeres… de que los lugares de trabajo sean seguros, cómodos, sitios donde las personas puedan dar la mejor de sí mismas, donde puedan ser ellas mismas.
Y luego hay un tercer aspecto que es el digital relacionado con los derechos humanos. Por ejemplo, qué hacemos respecto a las falsas narrativas en el espacio digital.
Hablando de falsas narrativas y de espacio digital, ¿qué sientes al saber que el nuevo dueño de Twitter, Elon Musk, va a devolverle su cuenta a Donald Trump, que fue cerrada por la categoría de sus mensajes?
Bueno… yo creo que Twitter comenzó como una manera de que pudieran expresarse las personas que no tenían voz, que carecían de poder en la esfera pública. Nació como un espacio abierto y también es un espacio que ha tratado de controlar el discurso de odio…, no perfectamente, por cierto, no tan bien como debería, pero para controlar tanto el discurso de odio como las falsas narrativas.
Elon Musk es la persona más rica del mundo. Así que pasar de un lugar que era un campo abierto a Elon Musk, la persona más rica del mundo, y tener su visión ahí, creo que va a hacer que Twitter cambie de manera significativa. Se ha publicado que el primer día que fue dueño de la red social tuiteó algo sobre Paul Pelosi que era falso. Así que eso no puede darnos mucha seguridad de que vaya a ser un espacio protegido…
Es desgarrador leer la introducción que el periodista e historiador Thurston Clarke hace al libro Robert F. Kennedy. Ripples of Hope (2018), en el que Kerry Kennedy entrevista a diferentes líderes sobe el legado de su padre, y cómo describe el viaje en tren de su cadáver entre el funeral en Nueva York y el entierro en Arlington. Cómo retrata, literariamente hablando, las mareas de personas que se apiñaban junto a las vías para rendir tributo a quien estaba llamado a ser presidente de los Estados Unidos de América.
Leyéndolo imaginas la emoción de quienes se preguntaban y siguen preguntando por los méritos de aquel hombre para despertar aquellas pasiones. Y seguramente la contestación sigue siendo tan válida como lo era entonces, tanto como valdría en el futuro si en el futuro un político hablara con su empatía y humanidad que, por cierto, deberían ser capacidades políticas por contrato.
Valdría por la emoción, por la claridad, por la cercanía, por la verdad. Por hablar de pobreza, de compasión, de indignidad. Valdría por la capacidad para ponerse en los zapatos del otro con coraje. Como cuando se enfrentó a un barrio negro en Indianápolis horas después del asesinato de Martin Luther King, en contra de la recomendación de su equipo que prefería anular aquel acto programado en campaña.
Aquella noche les recordó que entendía su sufrimiento, precisamente por haberlo vivido similar en sus carnes, en su familia, con otro asesinato también infligido por un hombre blanco.
¿Cómo es de factible alcanzar la paz en un mundo en el que la violencia es lenguaje común entre algunos políticos?
La violencia, cualquier clase de violencia, ya sea la guerra o la violencia de género no sucede por sí sola. Y hay todo un campo de estudios sobre educación e intervención de paz, sobre cómo se puede intervenir para detener una guerra antes de que suceda, para traer la paz cuando ha estallado, para mantenerla. Sé de lo que hablo porque pertenezco al patronato de United Estates Institute of Peace donde justamente un grupo de académicos y profesionales muy, muy, serios están realizando este trabajo.
Así que no siento que esto sea solo algo que está fuera de control. Pero tú hablas sobre los líderes políticos, y creo que quienes vivimos en sociedades democráticas tenemos que decidir qué es importante para nosotros. Y si no queremos ese tipo de violencia, necesitamos votar y facilitar el cambio.
El problema son las democracias de mala calidad…
Totalmente de acuerdo. Creo que la gente confunde elecciones con democracia. La democracia incluye elecciones, pero no es solo elecciones. Tiene que contar con estructuras fuertes, con un poder judicial independiente. En una verdadera democracia hay elecciones, sí, pero tienen que ser libres y justas. Y se requiere un sistema educativo donde la gente tenga acceso a una comprensión de las estructuras para entender cómo estas pueden impactar y cambiar sus vidas, para tomar decisiones informadas.
Se necesita lo que se conoce como espacio cívico, en el que la oposición, las figuras políticas, los defensores de los derechos humanos, los periodistas… cualquiera pueda criticar al gobierno sin temor a represalias, a ser encarcelado o torturado o amenazado de muerte. Todos estos temas los trabajamos en la fundación Robert F. Kennedy Human Rights.
¿Qué le dirías a Putin si le tuviera enfrente?
Retírate.
¿Qué frase de las que recuerdes de tu padre le dedicarías al presidente Zelenski?
Él habló sobre la capacidad de una persona para marcar la diferencia, para cambiar las situaciones y cómo cada uno de nosotros debería intentarlo. Y creo que Zelenski lo ha hecho.
Hay quien habla de similitudes entre tu padre y Zelenski.
De hecho, creo que hay muchas. Recibirá uno de nuestros premios Robert F. Kennedy Ripple of Hope el próximo seis de diciembre y estamos muy emocionados. Es un hombre de extraordinario coraje y valentía. Especialmente de coraje, porque es algo que viene de dentro, que viene del corazón.
Te voy a contar una historia que presenció un amigo mío periodista que fue a verle hace unos meses. Estaba de pie, en un búnker completamente oscuro, fíjate si estaba oscuro que la única luz que se veía era el resplandor de los cigarrillos que fumaban sus guardias, sus escoltas. De repente aparecieron dos luces de flash y se pudo ver la cara de Zelenski y de una niña que lloraba y lloraba desconsoladamente mientras le contaba que su padre y su tío acababan de morir en la guerra.
Le dijo que todos los días ella y su padre veían el programa de televisión de Zelenski, que fue a la guerra debido al amor que sentía por él…
Miró a la niña y solo la abrazó. La sostuvo muy cerca y cuando se había calmado un poco, le dijo: “Hay dos cosas que quiero que recuerdes. La primera es que tu padre y tu tío murieron porque querían salvarte a ti y a este país. Y sabían que si no lo hacían esta situación seguiría y seguiría. Lo hicieron por todos nosotros. Pero hay algo más que debes saber -y lo cuenta con la garganta rota y las lágrimas asomando a sus ojos-: no deberían haber muerto”.
¡Es tan poderoso! Y la niña volvió a llorar. Y él la volvió a abrazar. Y de pronto hizo ese gesto divertido con los ojos que le dio tanta fama en televisión… y la niña comenzó a reír. Eso es auténtica empatía.
Como la de tu padre.
En efecto.
Hay una frase del presidente John Fitzgerald Kennedy que debería ser una plegaria de la hora del desayuno, y no solo en EEUU, sino también aquí en España: “No te preguntes qué puede hacer este país por ti. Pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. ¿Qué piensas que puede hacer la Fundación que presides por tu país?
Bueno, hablemos de lo que puede hacer por España. Y el enfoque principal de nuestro trabajo aquí son los derechos humanos a través de la educación. Enseñamos a los estudiantes su poder para crear cambios y construir un mundo más fuerte y una mejor democracia para el futuro, de manera que no tengan que sentirse victimizados por estructuras vigentes.
Te pongo un ejemplo: a niños de 12 años que están estudiando lenguaje, les damos dos o tres artículos sobre la fabricación de chocolate, a través de los que aprenden que el setenta por ciento del chocolate que se consume en España es fruto del trabajo infantil o de la esclavitud. Y no solo se enteran sino que después tienen que escribir un poema desde la perspectiva de ese niño esclavo en los campos de chocolate. De esa manera aprenden análisis de texto, empatía socio-emocional y a escribir un poema.
Luego, unas semanas después tienen que hacer escritura expositiva. Les damos los mismos tres artículos y el nombre y dirección de los CEO de marcas de chocolate y tienen que escribirles una carta comercial. Unas semanas más tarde, escriben sus pensamientos consolidados, el problema, en una frase y la solución…, que es consumir chocolate de comercio justo. Luego pegan con cinta adhesiva un trozo de chocolate de comercio justo a la tarjeta.
En Halloween, por ejemplo, cuando alguien les da un trozo de chocolate, dicen: muchas gracias y le entregan esa tarjeta. Y así a través de esa serie de pasos ven que pueden marcar la diferencia, que pueden generar cambios.
Queremos que cuando se miren al espejo se digan “veo un defensor de derechos humanos”. A partir de ahí podrán comenzar a lidiar con temas locales importantes en sus hogares, en sus comunidades, en sus barrios, incluso en sus aulas.
¿Cuáles de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están más relacionados con la Fundación?
La cuestión es que no podemos lograr uno de esos Objetivos de Desarrollo Sostenible hasta lograrlos todos. No es posible abordar la crisis de atención médica en el mundo a menos que también se aborde la opresión de la mujer. Y no vas a abordar la opresión de las mujeres sin asegurar una educación decente universal...
Hablando de mujeres, ¿qué podemos, qué debemos, hacer para alcanzar la igualdad?
Las cosas han cambiado bastante. Pero todavía tenemos un largo camino por recorrer. Necesitamos que se promuevan leyes y que deban ser cumplidas. Ante la violencia de género, si la policía no investiga, si los fiscales no procesan, si los jueces no dictan sentencia, el mensaje que se da a la sociedad es que no importa si abusas de las mujeres. Necesitamos que estas leyes se hagan cumplir.
Por ejemplo, en Guatemala, seguimos un caso hace unos años sobre el feminicidio y supimos que en tres décadas, en el 98 por ciento de los casos nunca se había llevado a nadie a juicio por violencia de género. Una locura. Puedes matar a una mujer porque es mujer.
Y luego tenemos que trabajar en cada empresa, para saber qué se está haciendo en temas como la igualdad salarial o su representación en los Consejos de Administración o en los Comités de dirección. No puede ser que el 50% del mundo sean mujeres y que solo el veinte por ciento tenga esa representación.
Supongo que es fabuloso pertenecer a la saga Kennedy y llevar su apellido. Pero toda moneda tiene una cara y una cruz. ¿Cuál es la cruz de ser una Kennedy?
En realidad, me siento bendecida con unos padres de los que estoy tremendamente orgullosa. Me sentía muy cerca de mi padre, y estoy muy cerca de mi madre. De hecho, he cenado con ella seis de las últimas siete noches.
Agradezco que hayan dedicado sus vidas a la justicia social y que hayan creado un legado que nos ha permitido trabajar en derechos humanos promoviéndolos de manera muy seria. Pero es interesante que hables de las dos caras de la moneda. Porque, por ejemplo si pienso en lo que ocurre con una tragedia familiar como la nuestra, por un lado, no es un asunto privado, es algo que está en todos los periódicos.
Y de alguna manera, podrías decir debe de ser muy, muy, difícil lidiar con eso de una manera tan pública. Pero tengo que decir que hay otro aspecto, porque también sientes un apoyo extraordinario de personas que no conoces de nada.
¿Veremos a un Kennedy alguna vez en la Casa Blanca? ¿No te lo planteaste nunca? (Me río de mí misma pensando en la cantidad de veces que le habrán hecho esta pregunta…).
Creo que sí. Podría ser mi sobrino Joe Kennedy. Tiene mucho talento y una construcción política muy sofisticada… En cuanto a mí, la política no es la única manera de servicio público. Por ejemplo, en mi generación, todos éramos abogados. En la nueva todos van a escuelas de negocios, porque desde las empresas se pueden hacer muchas cosas y realizar transformaciones.
¿Y después de Biden, qué?
¿Quieres decir quién será el próximo presidente?… Creo que hay un buen número de personas en el Partido Demócrata que son muy fuertes. La vicepresidenta Harris es una opción obvia, creo. Pero hay otras personas que son candidatos potenciales.
Eso me hace pensar en esa otra frase mítica de Robert F. Kennedy: “Algunos hombres ven lo que ocurre y se preguntan por qué. Yo sueño con cosas que nunca han ocurrido y me pregunto por qué no”. Y dejo a su hija con sus sueños, siempre de justicia.