Dado que el calendario islámico lunar sigue las fases lunares, el comienzo del Ramadán fluctúa cada año mientras el comité de avistamiento de la Luna, en Arabia Saudí, trata de adelantarse. Se prevé que el Ramadán termine el 21 de abril.
Un periodo en el que imperan la reflexión, la oración, el recogimiento y el acercamiento a su dios. El ayuno, tanto de comida como de agua, empieza cuando amanece, en torno a las 6:00 a.m., y termina con la caída del Sol, sobre las 19:30. Se bebe y se come sólo de noche. Se reza, como de costumbre, cinco veces al día. Y de fondo se encuentra el anhelo de poder realizar sus plegarias en torno a la piedra negra de La Meca, la Kaaba, en Arabia Saudí, al menos una vez en la vida.
El Ramadán es un mes sagrado para más de 1.500 millones de personas musulmanas en todo el mundo, pero no todos deben hacer el ayuno: para las personas enfermas, las mujeres embarazadas o que atraviesan el periodo de menstruación, y los niños pequeños no es obligatorio ni recomendado. magasIN se ha acercado a tres mujeres musulmanas para conocer de primera mano cómo viven esta experiencia religiosa desde España.
La peregrinación a La Meca, Hajj, es el cuarto de los cinco pilares del islam, e interpela a todo musulmán, hombre o mujer, a viajar a Makkah al-Mukarrama al menos una vez en la vida, siempre que disponga de los medios y la salud necesaria.
"A mí me gustaría ir, pero todavía no puedo", lamenta Fouzia, marroquí, madre de una joven de 15 años, y dos chicos de 12 y ocho años, mientras se mentaliza para hacerse responsable de sus propios pensamientos y sus propios actos: "Yo hago el Ramadán con mi marido, porque mis hijos saben que tienen que hacerlo, pero yo no los obligo".
Hana es marroquí y musulmana y está casada con un español católico. Tienen una pequeña hija de cuatro años que va conociendo y celebrando cada tradición cuando lo indican los calendarios que marcan la tradición de esta casa. Con la peregrinación a La Meca, le ocurre como a Fouzia: "Nunca he ido a Makkah al-Mukarrama, pero me encantaría ir".
Es también lo que le ocurre a Khadija, una joven refugiada afgana en España que acaba de celebrar el Nowruz, el Año Nuevo de Afganistán. Una de las más importantes para los afganos porque marca el final del año viejo y el comienzo del nuevo, que arranca al tiempo que la primavera. Una tradición muy arraigada que los talibanes suprimieron al tomar del poder a mediados del 2021. Allí se quedaron sus tres hijos pequeños junto a un marido, el padre, que hasta el día de hoy se interpone entre ellos para castigarla por haber huido del horror.
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Khadija, ahora en España, puede volver a festejar el Nowruz junto a sus amigas, también refugiadas, pero tiene claro que va a pasar el Ramadán junto a sus padres en Holanda. Entre otras cosas, porque ni ella ni sus compañeras disponen de casa para ellas, sino que viven en casas compartidas, a veces con los propios caseros y también con gentes de distintas culturas que en ocasiones no entienden esos horarios: "Vivirlo sola es muy duro. Tenemos que preparar la comida a las tres de la madrugada, sin poder invitar a mis amigas a casa... Pero en familia podemos elaborar muchas comidas y comer juntos y esto me emociona".
El caso de Hana es peculiar. Ella hace el Ramadán y su esposo la Pascua de Resurrección: "Me ha tocado un marido súper bueno. Yo respeto su religión y él respeta la mía. Se sienta conmigo a comer, no mete jamón en casa y durante el Ramadán no come delante de mí para que no lo pase mal. Por ahora la niña lleva mi religión... Con el tiempo, cuando sea grande, nuestra hija decidirá por sí misma". Ellos están acostumbrados a las dos religiones, a estas dos maneras de entender la espiritualidad, y tienen pactado que, cuando llegue ese momento, aceptarán la decisión que tome la hija.
Fouzia reconoce que cuando no cumple con el Corán no se siente bien consigo misma: "Nadie me obliga a hacer el Ramadán. Hay gente que no lo hace, que no reza, que se salta el ayuno y sabe que está cometiendo un pecado, una falta. Y sabe que uno se va solo a la tumba". Durante el Ramadán, los musulmanes se encuentran a solas con su propia conciencia.
Le recuerda a la Pascua de Resurrección o Domingo de Pascua, de tradición católica, que obliga a los fieles de entre 18 y 59 años a ayunar una hora antes de comulgar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. También, a abstenerse de comer carne todos los viernes del año. El ayuno, para la religión católica, también es una forma de penitencia y oración, pero la forma en que se lleva a cabo en la musulmana es muy distinta: "Cuando cae el sol se puede rezar todo el tiempo que se quiera. Mucha gente se encuentra en la mezquita, se saludan, hablan, se intercambian platos...".
Queda todo el Ramadán por delante para la ruptura del ayuno, el Eid al-Fitr, que comprende los tres días posteriores y en los que las familias se reúnen para comer juntos, intercambiarse regalos y presentar sus respetos a los seres queridos fallecidos."Hacemos dulces marroquíes, nos reunimos para desayunar y comer con los padres, los abuelos, los tíos... Se junta todo el mundo", cuenta Hana, mientras recuerda la última vez que pudo viajar a Marruecos para celebrar los últimos días del Ramadán junto a toda su familia: "Celebramos la fiesta del cordero o Eid al-Adha, salimos a la calle con los niños".
Es costumbre que, entre esos muchos regalos que se intercambian las familias, se encuentren prendas de vestir nuevas, especialmente vistosas, coloridas, elegantes. "Se celebra, digamos, como la Nochebuena en España. Todo el mundo se pone ropa bonita y se dan los regalos a mayores y niños" en un momento muy especial, cuenta Fouzia.
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Es un momento que llega después de 28 o 30 días de reencuentro con una misma en el sentido espiritual del término, relata Khadija, "en los que nos hemos acercado a nuestro dios para borrar nuestros pecados".