En enero de 1984 se escuchó por última vez el Querida amiga de Elena Francis. Durante más de tres décadas, a diario Elena Francis dio consejos en su consultorio radiofónico, con su voz, su cadencia de formadora, conciliadora, que inspiraba confianza, autoridad y hasta sabiduría.
Se convirtió en una especie de confidente sin rostro, la mujer que suplía al cura de la parroquia, la amiga incondicional poseedora de un amplio abanico de conocimientos, respuestas y soluciones para una diversidad de problemas, desde las arrugas incipientes hasta para un marido extremadamente violento.
Lo que había comenzado en 1950 como una oportunidad para introducir la línea de cosméticos del Laboratorio Francis derivó en un potente entramado para inculcar los “valores” del régimen franquista a las mujeres españolas.
“Mi querida amiga, ante todo quiero que recuerde siempre que estamos en esta vida para sufrir, y que cada uno, sea cual fuere, lleva su cruz (…) Unos más, otros menos, pero todos, hijita (…) Tenga resignación, pues el matrimonio es cosa muy seria, siendo un lazo de unión tan grande que es imposible romperlo”.
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Esta respuesta a una misiva de una mujer maltratada que pedía ayuda a gritos es apenas una muestra recreada en el documental Elena Francis, la primera influencer, una producción de RTVE en colaboración con The Mediapro Studio y dirigida por Mónica Artigas.
“Uf, hiere la sensibilidad, ¿verdad?”, comenta la periodista Macarena Berlín, que intenta extraer del horror a sus compañeros de mesa tras escuchar la recreación de la respuesta de Francis. La charla generacional constituye uno de los momentos más memorables del documental, ya que de una u otra manera sus cinco participantes tienen alguna conexión con el consultorio de Elena Francis. Tal es el caso de la septuagenaria Conchi, quien, al quedarse embarazada a los 17 años, en medio de su desesperación, envió una carta a Francis haciéndose pasar por su madre.
“Es escalofriante”, reacciona la actriz Magüi Mira, quien vivió 30 años del consultorio: “Esta es la serie con más capítulos en la historia de este país, fue una estrategia para controlar y reeducar a las mujeres, intentaban crear esa paz en los hogares a costa de que la mujer aguantara, soportara, fuera sumisa. Ahora hemos visto que no era más que colaborar con una sociedad patriarcal que nos tenía presas, sólo para criar a los hijos, estar en la cocina y crear un ambiente agradable para el hombre”.
A lo largo de 75 minutos de película se dan muchos más ejemplos. Asimismo, se analiza cómo el régimen elaboró y puso en práctica a través de ese programa radiofónico una suerte de molde que dictaminó el rol y el modo de comportamiento de la mujer española.
Al ver el documental es inevitable preguntarse cómo se recupera toda una sociedad, y sobre todo las mujeres, de un adoctrinamiento tan feroz llevado a cabo durante más de 30 años.
Querida amiga...
El contexto histórico, las mujeres durante el franquismo, así como el personaje de Elena Francis, son diseccionados por historiadores, expertos en estudios de género, periodistas, testigos de la época, especialistas en marketing.
También autores como Gérard Imbert, quien fundamentó en Elena Francis, un consultorio para la Transición la creencia –extendida muchos años después– de que la verdadera identidad de esa voz distaba de la imagen que se habían hecho los radioyentes.
“No existe (y existe a la vez). Elena Francis es un hombre”, dejó caer Imbert en su libro publicado en 1982, cuando apenas faltaban dos años para que el consultorio dejara de emitirse, cosa que sucedió, concretamente, el 31 de enero de 1984, en pleno apogeo de la Transición, con la timidez de los primeros grandes cambios sociales que influirían en la transformación del rol de la mujer en la sociedad.
Elena Francis fue una figura ficticia cuyo nombre le hace honor a Francisca Elena Bes Calvet, copropietaria del Instituto y Laboratorio de Belleza Francis, una empresa que llegó a la conclusión de que la mejor manera de vender sus productos era a través de un consultorio radiofónico de belleza.
La naturaleza crea, Francis embellece, era el lema, aunque a los productos sólo podían acceder las clases de mayor poder adquisitivo. Para ser emitido por Radio Barcelona a partir de noviembre de 1950, Ángela Castell, la primera guionista del programa posteriormente despedida por reclamar autoría, fue quien le dio forma y entidad a la figura de Elena.
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Tal fue el éxito que, poco a poco, las consultas estéticas le dieron paso a otras más personales, más íntimas. Las cartas que llegaban a la barcelonesa Pelayo 56, cerca de la Plaza de Cataluña, sede del Instituto Francis, eran contestadas de forma privada por un equipo externo que mantenía el secretismo y que, como en una película de espionaje, habían sido contratados –por una paga miserable– tras responder a un misterioso anuncio que figuraba de cuando en cuando en la prensa: “¿Te gusta escribir? ¿Tienes una Olivetti?”.
Por miedo, muchas remitentes pedían que sus casos no fueran expuestos. Luego las cartas eran clasificadas por temas: las que llevaban una “R” podían ser emitidas; las que ostentaban un asterisco eran los temas más “escabrosos”, sobre sexualidad, infidelidades, separaciones...
El programa emitido diariamente a las siete de la tarde y que se iniciaba con la melodía de Victor Herbert, Indian Summer, para dar la bienvenida con Querida amiga, se convirtió en el acompañante y en el único contacto con el mundo exterior de miles de mujeres.
Aplicando la terminología del siglo XXI y teniendo a la radio como medio de propagación, para el entrevistado Santiago Hernández (CEO de Puro Marketing), Elena Francis se puede entender como una influencer debido a que contaba con una audiencia masiva, con un poder de prescripción –en este caso sobre las mujeres– y, por último, con una excelente relación con las marcas, cosa que ya le venía por su pertenencia a los Laboratorios Francis.
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Varias locutoras le dieron voz a Elena, entre ellas, Maruja Fernández –la más emblemática–, y desde 1966 hasta el último programa un hombre se encargó de escribir los guiones que eran emitidos tras superar la censura: el periodista Juan Soto Viñolo.
Tal como admitiría más tarde Soto Viñolo, nunca fue partidario de la doctrina impartida por el personaje en tiempos de dictadura. Su hija, la también periodista Verónica Soto, cuenta en el documental cómo el trabajo en el consultorio permeó en su padre, de sus intentos “sobre todo, durante la Transición, de introducir cambios”. Soto Viñolo volcaría aquellos años en su libro Querida Elena Francis.
Transcurridas dos décadas después de la cancelación del programa radiofónico, un día, Mari Luz Retuerta, directora del Archivo Comarcal del Baix Llobregat, recibió una llamada. En una masía de Cornellá se hallaban más de un millón de cartas remitidas al consultorio; en muy mal estado y carcomidas por insectos y la humedad, pero sobrevivieron gracias a la desobediencia de los custodios que habían desatendido la orden de quemarlas. La gran mayoría de ellas habían sido respondidas y, aunque se lograron conservar las que fechaban hasta 1972, constituyen un importante documento que recoge las voces de las mujeres de aquella época.
“Si analizas el contenido de esas cartas y de esas respuestas, estás encontrando un momento histórico”, comenta la periodista Mara Torres en Elena Francis, la primera influencer: “Comparándolas con la sociedad que tenemos ahora, te das cuenta de cómo hemos evolucionado”.
La misma Elena Francis también cedió a la transformación. En 1984 hasta hablaba de derechos laborales, pero ya su tiempo había caducado.