Noemí Sabugal es de León, pero tiene un fuerte vínculo con el mar por motivos familiares.

Noemí Sabugal es de León, pero tiene un fuerte vínculo con el mar por motivos familiares. Cedida

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Esta joven leonesa 'rescata' a las neskatilas y a las redeiras, los oficios perdidos del mar: estuvo tres años de travesía

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"El mar ha sido sugerente para la fantasía y la imaginación desde tiempos ancestrales. Han llegado a nuestros días leyendas sobre ciudades sumergidas, palacios de sirenas creados con corales, e historias de hombres y mujeres pez", comenta Noemí Sabugal, autora del libro Laberinto mar (Alfaguara). El mar, explica, también tiene temporales de escándalo, microplásticos, misteriosos animales en sus profundidades, náufragos, gabarras y bateeiras, entre otras muchas cosas.

"Es más conocida la superficie de Marte que el fondo del mar", añade, bien conocedora tras tres años de viaje por las costas españolas. Ahora, con la publicación de su nuevo libro, el mar no solo se puede escuchar, ver o sentir; también se puede leer. De hecho, en Laberinto Mar podrás encontrar diferentes perspectivas de este medio, aunque su autora prefiera quedarse con aquella que excede al ámbito económico y laboral. "Es mucho más que eso. El mar nos habla, y nos dice que muchas cosas de las que ocurren ahí abajo nos afectan a nosotros, los humanos", adelanta.

Más que trabajo y dinero

Noemí ni siquiera recuerda el momento exacto en el que se planteó escribir este libro, pero está convencida de que fue "en algún momento durante la redacción de Hijos del carbón", su anterior publicación, que habla de la minería española. "Mi padre y mis abuelos fueron mineros. Tengo cierta vinculación con el mar porque mi abuelo, cuando se jubiló, se fue a vivir a Gijón. Decían que allí el aire era más puro", explica.

Lo cierto es que su hermana y ella aprendieron a nadar en la playa de San Lorenzo, en verano, así que sus veranos "son cantábricos". Sin embargo, el fondo de su corazón también alberga un poco de salitre del océano Atlántico, ya que su pareja es de Galicia; y un puñado de arena del Mar de Alborán, porque su cuerpo es friolero y "allí hay una temperatura perfecta". 

Sea como sea, para Noemí el mar engloba mucho más que su dimensión laboral y económica. Lo concibe como "un espacio natural al que dirigimos la mirada para sentirnos mejor, como una cierta conexión con lo que nos rodea", explica, "aunque del mar hayamos hecho muchas cosas, como puertos, pesca o turismo". 

Han sido más de tres años de investigación y has recorrido todas las costas españolas para empaparte bien del mar. ¿Cómo ha sido tu día a día durante el viaje?

Este es un libro que requiere tiempo, porque supone mucho trabajo de fondo antes de ir a los territorios, y también hay que buscar los testimonios. El mar es infinito, yo no pretendo agotarlo y este libro es solo una gota en el océano de otras personas que han escrito sobre el mar.

Hice los viajes, fui a los lugares que quería ver, descubrí otros, contacté con personas diferentes... En literatura se dice que hay escritores de mapa y escritores de brújula. Los del mapa son los que planifican cada parte del proceso; y los de la brújula, a los que les lleva el instinto. En este caso, son ambas: se trazaron temas, lugares y testimonios, pero allí estuve atenta a aquello que me surgió del instinto, la curiosidad y el interés.

Hablemos de narcotráfico, turismo, microplásticos... ¿Qué ve y qué vive el mar a día de hoy que antes no vivía?

Muchas cosas. Lo primero, el cambio climático. Los bateeiros (equipo de trabajo se encarga de limpiar y desgranar el mejillón) y los mariscadores nos dicen que ven cosas que antes no veían. El mar nos habla y nos dice que está pasando por problemas. En las rías están preocupados por el aumento de la temperatura, la salinización del mar...

Hay muchos estudios sobre la afectación en los corales o los microplásticos, y la comunidad pesquera y científica están intentando descifrar qué ocurre. A pesar de sus puntos en desacuerdo, los pescadores están acercándose a los científicos para buscar respuestas.

¿Tiene memoria el mar?

Claro que tiene. De hecho, tiene memoria ecológica y otras muchas memorias, pero a veces los que no tenemos memoria somos nosotros.

Durante demasiado tiempo hemos usado el mar como vertedero. Hace no tanto, vertíamos residuos, no solo en el mar, sino también en los ríos que desembocan en él. Estamos avanzando, pero, evidentemente, el mar nos habla y ahora nos está diciendo que le pasan cosas que nos afectan.

El mar y la tradición. Hay miles de novelas, mitos y canciones que han ido pasando de generación en generación hasta llegar a nuestros días. ¿Qué falta por descubrir del mar?

Muchísimo. Es más conocida la superficie de Marte que el fondo del mar, que, por suerte, tiene mucha zona inexplorada y muchos animales que no conocemos.

En siglos pasados, cuando la gente ni sabía nadar, el mar era un territorio misterioso e inexplorado, de vida pero también de muerte. En los mapas había lugares en sombra y se decía que allí habitaban monstruos y dragones, más allá de Finisterre.

El mar ha sido siempre sugerente para la fantasía y la imaginación. También tenemos leyendas de ciudades sumergidas, campanas que suenan en la noche de San Juan, palacios de sirenas creados con corales, hombres y mujeres pez... Eso ha llegado al arte, aunque ahora con menos frecuencia, porque tenemos una relación menos directa con el mar.

Has hablado de dragones y monstruos. Háblame de la mitología del mar. ¿Ya la conocías o te ha sorprendido cuando has entrado más en materia?

Hay muchísima mitología e historias que yo no conocía. Por ejemplo, en el País Vasco hay un caso muy sonado: el naufragio del Almirante Oquendo. Se acusó a una serie de mujeres brujas de provocar tormentas y de que el barco naufragara. Una de esas mujeres tenía 80 años, fue torturada y asesinada. Esa cuestión de las mujeres que provocaban naufragios es terrible, porque han llegado ocurrir auténticas barbaridades.

¿Qué relación crées que tiene la humanidad con el mar a día de hoy? ¿Qué le damos nosotros al mar y qué nos da él a nosotros?

Nos da mucho, a muchos niveles. Podemos hablar del tema económico y laboral: el 80% de las mercancías internacionales vienen por mar. También está el sector de la pesca: del mar comemos y bebemos. En Cataluña, por ejemplo, miraron al mar y a las desalinizadoras en época de sequía. Deberíamos tener una relación más personal y emocional con él, como espacio natural. Quiero recordar esto porque, si tenemos esa vinculación, querremos cuidarlo.

¿Qué hay de todas las personas que viven en el mar o del mar?

Durante mi viaje conocí a muchísimas. Estuve con mariscadoras, con bateeiras, con percebeiros, con los pescadores de Huelva... Todos los pescadores están preocupados por el relevo generacional.

Además, ahora que está en tela de juicio la migración, quiero decir que esas manos migrantes son las que están llevando el pescado a nuestras pescaderías. La falta de relevo generacional se está reemplazando con pescadores africanos, indonesios o filipinos. El sector pesquero nos muestra la riqueza que nos trae la migración.

Me has hablado de mariscadoras y bateeiras... Centrémonos en las mujeres. En Galicia, por ejemplo, son ellas las que tejen las redes mientras los hombres salen a altamar. ¿Qué mirada aportan ellas? ¿Crees que miran al mar con una sensibilidad diferente?

Las mujeres siempre han estado ligadas al trabajo del mar porque las comunidades marineras han tenido oficios, algunos exclusivos, para las mujeres. Uno de ellos sería el de las rederas, que es muy tradicional y cada vez se reduce más. La mayor cantidad de redeiras está en Galicia. También hay otros trabajos, como el de las neskatilas, en el País Vasco. Ellas son armadoras, aprovisionan el barco, reciben el pescado, lo pesan, lo llevan a la lonja...

Hubo otras profesiones que ya han desaparecido, como las sirgueras, que arrastraban las gabarras con una cuerda porque salía mejor tener barcos y mujeres que tener bueyes, ya a los segundos hay que alimentarlos y cuidarlos. Este trabajo era durísimo. También estaban las armadoras en Cataluña...

En la pesca hay muy pocas mujeres actualmente, algo que es sorprendente en un sector que necesita mano de obra. Su visión en el mundo de la pesca es la misma que la de sus compañeros, porque las preocupaciones por el sector son las mismas, pero ellas tienen otras añadidas.

En la pesca de altura, por ejemplo, es muy difícil que contraten a una mujer. Dolores Gómez, una de las marineras con las que hablo en el libro, me cuenta que quieren tener cada vez más voz en las cofradías porque todavía hay muy pocas patronas mayores. De hecho, ahora mismo solo hay tres patronas mayores en más de sesenta cofradías de Galicia. Todavía falta que su voz sea escuchada y tengan más peso en el sector. 

Después de haber escrito este libro... ¿Cómo te definirías tú? ¿Podría decir que eres una experta en el mar?

No, no, no... (riéndose). Eso de definirse me cuesta mucho. Yo diría que soy una persona con curiosidad, porque es algo muy importante. Si tienes curiosidad, preguntas y buscas. También es crucial mantener la capacidad de asombro y el interés.