Raquel Adalid, la apicultora que invirtió en abejas como negocio y terapia: "Si fuésemos como ellas nos iría mejor"
- Raquel emprendió en una explotación de 300 colmenas tras salir de un negocio de hostelería en el que trabajaba con altos niveles de estrés.
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Si pensásemos en abejas, a cada persona le vendría una imagen diferente a la cabeza. Algunos volverían a aquel momento desagradable en el que sufrieron una picadura, otros olerían la dulce miel antes de echarla al café. Incluso habría quienes viajarían a su infancia, a cuando se colocaban frente a la televisión para ver La Abeja Maya.
En el caso de Raquel Adalid (36 años, Madrid) es mucho más que todo eso: las abejas son su vida, su paz mental, su profesión y una bonita razón por la que movilizar a otras personas. Ella es una joven apicultora que, aunque nacida en Madrid, ha desarrollado su carrera profesional en la provincia de Guadalajara, en plena Alcarria, donde se produce una de las mejores mieles del país.
En la actualidad, Raquel tiene una explotación de 300 colmenas que cuida junto a su marido. Sin embargo, su idea no siempre fue dirigir una explotación: ella se adentró en el mundo de las abejas como hobby durante la pandemia, pero pronto se dio cuenta de que estos animales serían para ella mucho más que una simple afición, pues gracias a ellas consiguió recobrar la paz mental tras el Covid-19. Fue entonces cuando decidió emprender hasta conseguir las 300 colmenas de hoy en día.
Emprender por salud mental
"La apicultura para mí es una terapia", afirma Raquel. Ella estudió Publicidad y Relaciones Públicas, pero cuando salió al mundo laboral, España atravesaba una gran crisis y decidió emprender en hostelería. "Lo hice porque, a pesar de ser licenciada, las empresas me ofrecían una miseria. Eso me movió a crear mi propio negocio", argumenta. Por aquel entonces tenía 23 años y muchas ganas de trabajar. Sin embargo, años después llegó la pandemia y lo cambió todo.
"El negocio me fue muy bien, pero con el Covid-19 manejábamos muchos niveles de estrés y ansiedad. Por ello, decidimos adentrarnos en el mundo de las colmenas. Nos metimos en apicultura por salud mental, para conseguir un poquito de paz dentro del estrés", explica. Además, añade: "En hostelería conseguí cierta estabilidad, por lo que me ayudó a emprender después en las colmenas. De todas maneras, a mis compañeros del sector primario me gustaría decirles que no es nada fácil, es un movimiento muy arriesgado".
La explotación de Raquel
Su día a día es una aventura constante. "La apicultura es improvisación porque cada día es totalmente diferente al anterior", explica. De hecho, desde abril hasta agosto tiene un gran volumen de trabajo, y en los meses de otoño e invierno hace labores de oficina o comercializa el producto. "En el sector primario hay muchísimo papeleo y también tenemos que dedicarle tiempo", explica.
"Hay muchísimos tipos de día en la vida de un apicultor y no hay ningún tipo de rutina a la que aferrarse"
Además, Raquel es trashumante, ya que va "cambiando las colmenas de sitio y la explotación está diversificada". Esto quiere decir que no solamente se dedica a la producción de miel, sino que también se encarga de la reproducción de las abejas. "Produzco núcleos apícolas y se los vendo a otros compañeros que hayan perdido sus colmenares", explica. También trabaja en la crianza de reinas y la elección genética de estas: "Nos gusta la miel, pero también enfocamos nuestros esfuerzos en criar abejas reina de calidad".
Una divulgadora de abejas
Además de su labor como apicultora, Raquel también está muy presente en redes sociales. De hecho, se define a ella misma como una "api-influencer", pues su objetivo es concienciar sobre el papel fundamental de estos animales en el mundo, así como dar a conocer su zona de actuación. "En la Alcarria tenemos un producto espectacular que está totalmente devaluado", comenta la apicultora.
Raquel, a pesar de confesar ser un poco tímida, decidió exponerse también para explicar a la gente cómo es su trabajo: "Este es un oficio muy duro, sacrificado y también necesario. La apicultura es vital para la existencia de cualquier ser humano que habite este planeta".
¿Qué relación tenemos los seres humanos con las abejas?
Creo que tenemos poca relación con estos animales. Es increíble la manera que tienen de organizarse, las abejas son muy inteligentes. Es una estructura social perfecta y, si no hubiera influido la mano del hombre y la globalización, no estarían en peligro.
La naturaleza funciona a la perfección y dista mucho de la cultura que nosotros manejamos. Es importante visibilizar la manera que tienen de relacionarse y sobrevivir, y hay que darle naturalidad a lo natural.
La mayoría de la gente no sabe nada de las abejas y habla desde el desconocimiento. Algunas personas nos dicen que matamos a las abejas para robarles la miel, y eso no es así.
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¿Y qué te han enseñado a ti estos animales?
Todo. Me han enseñado todo. Pero la palabra clave sería 'eficiencia'. Si la lleváramos en nuestro día a día como las abejas, nuestra vida sería muy exitosa. Ellas aprovechan todos sus recursos y le sacan el máximo partido para ser mejores, y lo hacen con gran inteligencia.
También me transmiten paz. Soy apicultora y mi trabajo es estresante, pero a veces, solo con una mirada a las colmenas soy capaz de relajarme. Me quedo ahí, tranquila, observando lo que hacen. Ese estado es muy importante para mi mente.
Tu profesión se engloba dentro del sector primario y del mundo rural, que todavía está muy masculinizado.
Yo me he sentido muy cuidada, valorada y respetada por lo general. Los apicultores al fin y al cabo somos como una raza, una especie rara. Solamente por saber que somos apicultores, ya nos respetamos.
Sin embargo, hablando con otras compañeras, me han transmitido sensaciones que me han hecho replantearme lo anterior. La mejor explotación apícola que he conocido está regentada por dos mujeres que han sufrido violencia en su explotación, robos, persecuciones e incluso ataques contra su persona.
Yo creo que la diferencia entre esas chicas y yo es que yo estoy acompañada por un hombre. A veces me ven como la acompañante de mi pareja, en un segundo plano. Yo sí percibo que hay mujeres que están en esa posición respecto a los hombres y creo que es necesario que estén en primera línea y tengan más protagonismo. Nosotras aportamos un enfoque y una visión que también hace crecer al mundo.
La semana pasada, la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER) te otorgó el Premio Mujer comprometida con el futuro rural. En tu discurso de agradecimiento, nombraste a tu madre, tu suegra y tus hermanas porque, según dijiste, "son las que se encargan de los cuidados de mi hija cuando voy a trabajar". ¿Hay conciliación para las apicultoras?
Al contrario de lo que pueda parecer, en la apicultura es imposible la conciliación. Los horarios de los colegios o las actividades extraescolares están muy alejados de los míos. Nosotros dependemos de las condiciones climatológicas y tenemos que adaptarnos a ellas. Si por la mañana hace mucho calor, tenemos que esperarnos a por la tarde para poder abrir las colmenas.
Además, en La Alcarria somos trashumantes, así que movemos las colmenas de noche. Pero mi familia me ayuda mucho… ¡Mi hija va a muchas fiestas de pijamas por la noche! (ríe).
Este sector tiene el riesgo de que, aunque las abejas sean maravillosas para mí, son agresivas y pican, así que yo no puedo llevar a mi niña al trabajo. Yo estoy muy agradecida a mi familia, porque sin ellas no sería nada.
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Además de la conciliación, otro de los grandes problemas del campo es el relevo generacional. ¿Cómo animarías a otras mujeres a adentrarse en este mundo tan singular?
Les animaría diciendo que es un sector muy virgen, y que hay mucho por investigar y explorar. Eso es una motivación muy grande a la hora de realizar un trabajo: saber que no está todo inventado y tú tienes el poder de crecer en ese sector y de hacerlo crecer. Ese me parece un mensaje muy motivador.
Y, aprovechando este altavoz, también me gustaría decir que las ayudas económicas a este sector están siendo de risa este año. Todo el mundo dice que hay que luchar por las abejas y por la biodiversidad, pero no dan dinero a los profesionales para hacerlo.