Paloma Sánchez-Garnica: “Ganar el Planeta supuso llegar a una meta tras décadas de inseguridades y disciplina”
- Autoras de palabra con Rosa se ha citado con Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Premio Planeta 2024 para revisitar su obra Victoria.
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Autoras de palabra con Rosa se ha citado con Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Premio Planeta 2024 con Victoria. Una novela de ficción donde recién terminada la Segunda Guerra Mundial, Berlín ha sido arrasado, y la protagonista que sobrevive cantando cada noche en el club Kassandra, se ve obligada a partir a Estados Unidos para ejercer de espía de los rusos, dejando a su hija Hedy al cuidado de su hermana Rebecca. Victoria Kiesler, la protagonista de esta historia, tiene un talento especial para el cifrado de mensajes. La autora ha perfilado a una inteligente mujer, destinada a tomar decisiones difíciles.
La galardonada fue finalista al Premio Planeta 2021 con su novela Últimos días en Berlín.
Paloma, tuve la ocasión de poder felicitarte al recibir el Premio Planeta. Si hay una imagen que refleje el esfuerzo, la satisfacción y una felicidad plena al recibirlo, sin duda fue la tuya. Alegría que acompañaste diciendo: "Ahora sí".
Ese momento fue como llegar a una meta, después de un largo camino de más de cuatro décadas de inseguridades, de muchos obstáculos y mucha disciplina. Pero también de entusiasmo apasionante, de alegrías, de remontadas fascinantes. En las dos últimas décadas solamente escribí, tratando de construir qué quería hacer, y qué quería transmitir en esta vida. Y todo eso afloraba esa noche del premio.
¿Podríamos decir que la novela es la secuela de la Segunda Guerra Mundial?
Sí. Quería saber, analizar, y tratar de entender cómo se remonta después de una tragedia como la que supuso la Segunda Guerra Mundial. El horror del holocausto, lo que eso supuso en cuanto a los vencidos y a los ocupantes, también aquellos que se hicieron dueños del territorio, de las instituciones y de las vidas de los civiles. Cómo se movían en una ciudad dividida y ocupada, pero sin muro todavía.
¿La distribución de los clientes en el club Kassandra simboliza cómo había quedado la ciudad de Berlín?
Sí, porque todo se identifica en cada uno de los espacios, en los centros donde todavía iban los militares y se mezclaban los vencedores, porque a los civiles alemanes en su propia ciudad, no se les permitía entrar en esos sitios, ni en los lugares de ocio, ni en los restaurantes. Y dentro de los locales, se iban cada uno a su espacio con los suyos, y el Kassandra es una emulación de lo que fue el Berlín dividido y Alemania dividida.
¿Qué habría sido de Victoria sin Rebecca?
Rebecca vuelca todo su amor en su sobrina porque es capaz de cualquier cosa para protegerla y, sin embargo, con su hermana mantiene una ingratitud que llega a la traición por resentimiento y envidia. Siendo un círculo vicioso porque al mismo tiempo Rebecca sabe lo que su hermana está haciendo por ella, cómo la protege dando su vida por ella.
Homenajeas a Hedy Lamarr, poniéndole el nombre de Hedy a la hija de Victoria.
Es una historia que se cruza en mi vida cuando estaba comenzando esta novela y me pareció fascinante, porque hay muchas mujeres como ella. Fue la que dio los primeros pasos con sus proyectos para el wifi del que todos hacemos uso. Había muchísimos prejuicios, como siempre; una mujer inteligente, que lo era, que tuvo unos padres que no la protegieron, que estaban escandalizados por cómo era su hija. Se casó con un hombre que tampoco supo protegerla. Y los norteamericanos prácticamente le robaron la idea.
¿Las mujeres son las protagonistas de esta historia?
Claro, porque las mujeres para bien y para mal somos parte de la historia, de la sociedad.
¿Mientras escribías Últimos días de Berlín, tu novela anterior, tropezaste con la vulnerabilidad de los derechos humanos?
Estaba muy centrada en las consecuencias del ascenso del nazismo, el horror del holocausto, pero también en la violación de los derechos fundamentales, no solamente de los judíos, sino de los opositores y todos los que se encontraban hacia el este, porque pensaban que los esclavos eran también de una clase inferior.
Me di cuenta de que al otro lado del Atlántico, en un país aparentemente democrático, cuna de la libertad, y de los derechos, también había leyes que atentaban directamente contra los derechos fundamentales de un sector de la sociedad, que eran los negros, y en el caso del macartismo, los que no tenían la ideología adecuada, amenazante como el comunismo, y la izquierda en general, era causa de sospecha.
Un país democrático en el que se les hacían ensayos clínicos de sífilis, solo a los negros.
En el estado de Alabama, me encontré con esta historia de la ciudad de Tuskegee, donde a partir del año 1934, con autorización del gobierno de los Estados Unidos, el sistema sanitario comenzó a hacer un experimento clínico sobre el desarrollo de la sífilis en el cuerpo humano. Y eligieron para eso unos 400 hombres negros y pobres.
En ningún momento les dijeron que tenían sífilis, les engañaron diciéndoles que les iban a tratar de la mala sangre.
La enfermedad les fue carcomiendo, les afectaba también mentalmente y contagiaron a sus mujeres, y a sus hijos.
Esto se mantuvo durante casi cuatro décadas, incluso con el código de Nuremberg de 1947 que desarrolló la obligatoriedad de pedir su consentimiento para la protección de los ensayos clínicos, donde a esos hombres les obviaron y siguieron haciéndolo.
En 1969 uno de los funcionarios lo denunció sin éxito, hasta que lo hizo llegar a un periodista que lo publicó primero en un periódico local y después salió en la portada de New York Times. Se abrió una comisión de investigación y en 1974 se suspendió este ensayo. En 1992 Clinton les pidió perdón a los supervivientes y a los familiares y se les indemnizó.
Todo esto me llamó tanto la atención que ubiqué ahí a la familia de Robert Norton y a la familia Coleman.
Al personaje de Robert Norton lo mimas muchísimo.
Sí, es un personaje extraordinario, con principios. Me gustan también los hombres con principios, porque los hay.
¿La libertad de prensa, una bestia negra, también en la actualidad; ahora más de moda que nunca, no existe?
En el caso de la novela no solo la falta de libertad de prensa, sino el derecho de la ciudadanía y la obligación del ciudadano de escuchar otras melodías, otro tipo de información y saber cribar para formar tu propio criterio.
¿Berlín, es Paloma?
Berlín es fascinante, sobre todo en esa época del siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial hasta la caída del muro, porque tiene una historia en cada rincón.
También me fascina ahora Estados Unidos, porque cuanto más te documentas, más tiras de la cuerda, más cosas salen y más quieres saber. Ese es el disfrute.