Un 30% de las mujeres sometidas a tratamiento conservador del cáncer de mama tiene secuelas estéticas graves, según ha advertido el doctor Enrique Pérez Luengo, cirujano plástico del Hospital Nuestra Señora del Rosario.
Han pasado más de 30 años desde que el primer protocolo científicamente validado demostró que la extirpación de solo la parte de la mama afectada por el tumor, incluyendo unos márgenes de tejido sano y radioterapia postoperatoria, obtenía los mismos resultados de supervivencia que las mastectomías radicales que se realizaban hasta entonces.
Este nuevo concepto de "mínimo tratamiento efectivo" para curar la enfermedad neoplásica, introducido por Umberto Veronesi en la década de los 80, revolucionó el tratamiento de este cáncer, que afecta a una de cada ocho mujeres en España.
A pesar las reticencias iniciales, este abordaje conservador de la mama (o mastectomías parciales) es hoy en día el estándar en el tratamiento en los estadios no avanzados de la enfermedad. No obstante, como apunta el cirujano plástico, esta actuación tiene como objetivo no solo curar, sino también devolver a la mujer al estado físico, emocional, laboral y social previo.
"Por tanto, es fácil deducir que no basta con conservar la mama. Es necesario mantener una forma, unas proporciones y una simetría que no menoscabe la percepción del esquema corporal de la mujer y su autoestima", apunta.
Como explica Pérez Luengo, "cuando la mama tiene un volumen suficiente y la porción de tejido extirpado es proporcionalmente pequeño, el hueco creado se llena de suero sanguíneo que progresivamente es reabsorbido, produciendo un colapso de la cavidad sin ocasionar apenas distorsión".
Esto cambia si el volumen mamario es insuficiente y el tejido extirpado es voluminoso. Entonces, "el colapso de la cavidad creada tracciona del resto de la estructura mamaria, provocando distorsión y asimetría respecto a la otra mama".