El discurso de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, François Hollande, ante el pleno de la Eurocámara este miércoles pretendía rendir homenaje a la intervención conjunta que protagonizaron en el mismo escenario sus antecesores François Mitterrand y Helmut Kohl el 22 de noviembre de 1989, pocos días después de la caída del Muro de Berlín. Mucho ha cambiado la Unión Europea en este cuarto de siglo. Pero el eje franco-alemán mantiene su liderazgo y continúa defendiendo más Europa como receta para resolver las crisis.
La histórica comparecencia conjunta de Merkel y Hollande -normalmente, la Eurocámara invita a los líderes europeos por separado para que den su visión de la UE- ha sido esta vez el principal foco de atención para los parlamentarios en una apretada sesión en la que también ha intervenido por primera vez el rey Felipe VI, cuya intervención ha quedado relegada a un segundo plano.
“El debate no es más o menos Europa, sino que está entre la reafirmación de Europa o el fin de Europa. Si no vamos más lejos, no sólo nos detendremos, sino que retrocederemos y eso será el fin del proyecto europeo”, ha avisado Hollande, el más beligerante en su discurso. “No vemos ninguna alternativa a la continuación y el refuerzo del proceso de unificación europea”, decía el canciller Kohl en su intervención de 1989.
En aquel momento, la UE ni siquiera se llamaba Unión sino Comunidad Europea y sólo tenía doce estados miembros. Todavía no habían ingresado Austria, Finlandia y Suecia (lo hicieron en 1995) ni mucho menos los países del este, en los que se estaban derrumbando aquellos días los regímenes comunistas. Alemania estaba dividida. La unión monetaria y el euro eran un proyecto lejano y aún había controles de pasaportes en las fronteras interiores.
La crisis a la que tenían que hacer frente Kohl y Mitterrand era precisamente decidir qué respuesta daba la UE a la incipiente transición democrática en los países del este. La sesión la dirigía un jovencísimo Enrique Barón, que entonces era el presidente de la Eurocámara. “Cometeríamos un grave error y malinterpretaríamos completamente la situación si restásemos impulso a este proceso de unificación europea justo en este momento”, resaltó el canciller alemán. Los dos mandatarios estaban de acuerdo en la necesidad de proporcionar una importante ayuda financiera a estos países, empezando por Polonia y Hungría.
La división este-oeste sigue presente
En esta ocasión, la crisis de los refugiados ha centrado los discursos de Merkel y Hollande. Una crisis que ha reabierto, como nunca antes en estos 25 años, las divisiones entre la Europa del este y la del oeste. Hungría, República Checa, Eslovaquia y Rumanía votaron en septiembre en contra del reparto entre los países de la UE de 120.000 demandantes de asilo llegados a Italia y Grecia. Y la decisión se adoptó pese a sus reservas.
Precisamente, el presidente francés ha comparado la situación de los refugiados que llegan a la UE huyendo de la guerra en Siria con la de los ciudadanos del este tras la caída del muro. Entonces “no los llamábamos refugiados”, ha señalado Hollande, que ha pedido a todos los socios europeos “solidaridad”. También Merkel ha vuelto a defender un reparto “justo” de los solicitantes de asilo. “Debemos ayudar a la gente que lo necesite, verlos como personas y no como una masa anónima”, ha reclamado.
Para la canciller, los países de la UE deben resistir la tentación de responder a las crisis actuando a escala nacional. “Debemos actuar juntos. Es precisamente ahora cuando necesitamos más Europa”, ha subrayado. Un llamamiento similar al que lanzaba en 1989 el presidente Mitterrand. “Debemos afirmar nuestra identidad como Comunidad, confirmar nuestra determinación, reforzar nuestras instituciones y poner el sello a nuestra unión”, dijo en la Eurocámara.
Algunas de las carencias y problemas de funcionamiento que ya se intuían en los discursos un cuarto de siglo atrás todavía no se han resuelto, en particular la necesidad de una auténtica política exterior común que permita a la UE influir en la escena internacional y buscar soluciones a los conflictos que han provocado la crisis de los refugiados. “Pido a toda Europa que presione para que la transición política sea posible en Siria”, ha dicho Hollande. Y Merkel ha lamentado que Bruselas no haya sabido reaccionar a tiempo para evitar la guerra civil siria o cubrir el vacío en Libia tras la intervención de la OTAN que hizo caer al presidente Muamar al Gadafi.
Como ya ocurrió en 1989, la intervención conjunta de los líderes de Francia y Alemania ha servido también para enmascarar las diferencias que hay entre los dos socios. Kohl era partidario de una rápida reunificación alemana y de la ampliación de la UE al este. Su objetivo era “en una Europa libre y unida, una Alemania libre y unida”, según dijo en Estrasburgo. El discurso de Mitterrand en el Parlamento fue mucho más cauto y dubitativo ante la caída del muro y de hecho en los meses posteriores se resistió a la reunificación por temor a una Alemania excesivamente fuerte. A su juicio, no había que precipitarse a la ampliación “sin el debido procedimiento”.
En la actualidad, la principal discrepancia entre Merkel y Hollande se refiere al futuro de la eurozona. Mientras que París apuesta por crear un presupuesto propio y bien dotado y mutualizar la deuda con eurobonos, Berlín quiere primero imponer más controles sobre los presupuestos de los estados miembros. Sólo Hollande se ha referido brevemente en su discurso al futuro de la eurozona, apostando por una “integración diferenciada”, mientras que Merkel ha preferido no mencionar el tema.