"Estados miembros de la Unión Europea compran desgraciadamente ese petróleo". La embajadora de la Unión Europea en Bagdad, Jana Hybaskova, dejó estupefactos a los diputados de la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo cuando, en septiembre de 2014, reveló que el crudo exportado por el Estado Islámico era consumido en el Viejo Continente.
Los diputados le pidieron que diera nombres de países, pero ella respondió que era una información que no podía compartir. "No es una información pública", sentenció. El presidente ruso formuló, el lunes 16, una acusación parecida. Tras la cumbre de Antalya (Turquía) declaró que la financiación del DAESH (acrónimo árabe del Estado Islámico) “proviene de 40 países, entre ellos varios del G-20” que le compran petróleo, aseguró sin citar a ninguno.
En el debate de la Eurocámara del año pasado, la diputada portuguesa, Ana Gomes, esbozó una explicación sobre las compras de petróleo: "Hay, sin duda, Estados miembros que lo adquieren sin saber exactamente cuál es su origen". Hay dos maneras de disimular la procedencia de un barril de crudo, mezclándolo con el de otro país o falsificando el certificado de origen que suelen expedir las cámaras de comercio.
Daech controla ocho campos petroleros en Siria e Irak cuya producción le habría generado ingresos por 467 millones de euros en 2014, según una estimación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Este "es un pilar clave del montaje financiero" del grupo, según el secretario de Defensa Ash Carter. Evaluar con precisión los ingresos que le ha proporcionado el crudo es difícil porque lo vende con fuertes descuentos, que varían en función del cliente, sobre el precio del mercado. ¿Quiénes son los compradores? Hay particulares turcos, pero en esta guerra siria de todos contra todos, el Estado Islámico también lo ha suministrado a buen precio a sus peores enemigos.
Infraestructuras petroleras
La coalición internacional encabezada por Washington, que bombardea desde agosto de 2014 a los yihadistas, ha puesto desde este otoño mucho más el énfasis en las infraestructuras petroleras. Hasta ahora había sido cauta por miedo a provocar muchas víctimas colaterales. La Fuerza Aérea de EEUU destruyó, ayer lunes, un convoy de 116 camiones cisterna no sin antes lanzar unas octavillas en árabe anunciando el ataque a los chóferes para que se pudieran poner a salvo. El 21 de octubre los bombarderos B-1 norteamericanos ya golpearon el campo petrolero de Al Omar, el mayor de cuantos posee el Estado Islámico.
En sus orígenes, cuando aún solo actuaba en Irak y no había penetrado en Siria, el Estado Islámico recibió una generosa financiación de mecenas y de fundaciones, muchas veces caritativas, de las monarquías del Golfo con Arabia Saudí a la cabeza. Ayudaban así a sus “hermanos” musulmanes suníes en Irak a luchar contra un gobierno de Bagdad al que tachaban de sectario porque en él mandaban los chiíes. El dinero no transitaba por la banca sino que solía llegar en maletines en mano. Esa financiación no ha desaparecido pero, desde que en 2014 trascendieron las barbaridades que perpetraban los milicianos de DAESH, la presión internacional ha obligado a recortarla.
Los “padrinos” del Golfo e incluso el petróleo son hoy en día fuentes secundarias de financiación. DAESH se asimila cada vez más a un Estado con una pequeña administración que incluye una Hacienda pública que recauda impuestos, alrededor de unos 550 millones anuales. Los pocos cristianos que viven aún en la zona pagan un tributo extraordinario (dhimmi). A esa cantidad hay que añadir los secuestros de los ciudadanos occidentales a los que no degolló ante las cámaras y que rondaron los 19 millones el 2014.
La profesora Louise Shelley señala en su libro Dirty entanglements. Corruption, crime and terrorism (Enredos sucios. Corrupción, crimen y terrorismo, Cambridge University Press) señala otra fuente de financiación: el tráfico de obras de arte que acaban siendo vendidas a través de Internet, en e-Bay, o en ferias de reputados anticuarios. Precisa, no obstante, que es un comercio que genera pocos recursos.
Botín de guerra
El Estado Islámico posee además un botín de guerra que le puede durar muchos años. Cuando en junio de 2014 conquistó Mosul, la segunda ciudad de Irak, se adueñó de unos 820 millones de euros depositados en la sucursal del banco central iraquí. En otras ciudades iraquíes que cayeron ese mismo año en sus manos se apoderó de otros 465 millones.
A los siete u ocho millones de habitantes que viven en los territorios que controla, DAESH les proporciona algunos servicios básicos desde escuelas gratuitas hasta ciertos cuidados médicos pasando por la recogida de basuras. Las principales partidas de su presupuesto están dedicadas a la compra de armas y a sufragar los sueldos de sus 50.000 o 60.000 hombres de armas de los que la mitad son extranjeros. DAESH no invierte, en cambio, en infraestructuras porque prevé que muchas de ellas pueden ser destruidas.
Noticias relacionadas
- ¿Un 'Patriot Act' a la francesa? Las cinco reformas de Hollande
- Rajoy descarta la participación de España en los bombardeos en Siria
- Francia intensificará su ofensiva en Siria y llama a una coalición global contra el terrorismo
- 15 mensajes de la plaza de la República que te conmoverán y te harán pensar