Tras la respuesta firme que François Hollande y otros líderes europeos han transmitido ante el terror yihadista, llegan las propuestas para combatirlo en todos sus frentes. El “estamos en guerra” pronunciado por el presidente galo comienza a coger forma: los bombardeos se han intensificado sobre Siria y Francia ha llamado a sus socios comunitarios a unir esfuerzos en la lucha contra el terrorismo. La última propuesta llegó de la mano de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión de la UE: “Tenemos que invertir mucho para crear una política de defensa europea real, un Ejército europeo”.
El proyecto no es un disparate; al menos, en términos jurídicos. Fuentes de Defensa remiten al Tratado de Lisboa, que reconoce la creación de una “política común de seguridad y defensa” que incluirá la “definición progresiva de una política común de defensa de la Unión”. “Es un debate interesante”, consideran las mismas fuentes, antes de añadir que debería acometerse “a medio o largo plazo”.
“La idea no es nueva”, apuntan estas fuentes. “En los últimos meses se ha avanzado bastante en este sentido -argumentan-, sobre todo con la aprobación del nuevo Concepto de Respuesta Rápida Militar de la UE”. Este documento fija los mecanismos de respuesta rápida, procedimientos para iniciarla, planeamiento, mando, control y financiación: “Aunque aún no hayan sido utilizados, sí han estado a disposición desde hace varios años y siguen estándolo”.
Diferencia de intereses europeos
Pero, por el momento, los círculos militares consideran el Ejército europeo un “futuro utópico”: “Hablan sobre el papel, pero en el plano práctico es otra cosa”, señala un alto mando de la Armada. Las diferencias que mantienen los diferentes países, señala, se reflejan cuando tienen que hacer frente a cualquier crisis; como, por ejemplo, la de los refugiados. En ella, considera el militar, cada Gobierno ha velado por sus intereses y ha sido difícil alcanzar un acuerdo común. “Como para hablar de un único Ejército”, añade.
Unificar no debe significar mezclar hasta los últimos niveles
La creación de ese cuerpo unificado requiere que antes se defina la visión europea de su entorno geopolítico, identificar los intereses comunes a compartir y, finalmente, decidir la forma de protegerlos. Desde un punto de vista teórico, un único Ejército aportaría una respuesta más eficaz. En cualquier caso, los efectivos tienen claro que esta posibilidad no debe llevarse hasta las últimas consecuencias: “Unificar no debe significar mezclar hasta los últimos niveles”, considera un alto cargo del Ejército de Tierra.
El valor sentimental
Lo que sí avalan los militares es la puesta en marcha de misiones que integren a los diferentes Ejércitos europeos, como ya se hace en escenarios como Bosnia-Herzegovina, el Cuerno de África, el Océano Índico, Malí o República Centroafricana, en las que participan las Fuerzas Armadas. “Estas misiones permiten conocer a militares de otros países y eso es muy interesante, pero las diferencias son demasiado grandes como para que formemos tropa un español, un francés, un alemán y un italiano”, señala un soldado que ha participado en diferentes operativos internacionales.
Este militar apunta, además, a un problema que va más allá de lo estrictamente operativo y que apela a lo sentimental: “Estamos convencidos de que debemos formar parte de la Unión y defender los intereses comunes -considera-, pero casi todos los que estamos en las Fuerzas Armadas es por preservar unos valores nacionales en los que creemos”.
Se trata de ser complementarios con una alianza con la que compartimos intereses
Hay una serie de cuestiones, como la del terrorismo, en la que los militares sí se sienten identificados. “Cumpliremos con la misión que nos manden -argumenta otro efectivo del Ejército de Tierra-. Pero quien diga que va a Alemania a defender allí sus intereses del mismo modo que lo haría por España, miente”.
En cualquier caso, los militares advierten de que esta posibilidad se debe interpretar como “una oportunidad más que como un inconveniente” y que podría servir para reforzar otras organizaciones como la OTAN: “Se trata de ser complementarios con una alianza con la que compartimos intereses. Este reparto de cargas sólo puede entenderse como algo positivo, que además permite a la Unión Europea volcarse en escenarios que para otros podrían no ser apetecibles”.