Fin de una época política en Argentina. Quedan atrás 12 años de gobiernos del matrimonio peronista Kirchner-Fernández, un lapso prolongado de concentración de poder. Y asoma, en un giro al centroderecha, una nueva era de la mano del liberal Mauricio Macri, un político joven de 56 años que se hizo a sí mismo.
El candidato del frente opositor 'Cambiemos' triunfaba holgadamente en la segunda vuelta electoral de las elecciones presidenciales por casi nueve puntos de ventaja sobre el candidato Daniel Scioli del partido kirchnerista 'Frente para la Victoria', que no hizo honor a su nombre y terminó derrotado.
Los argentinos proclamaron a Macri como jefe Estado para la legislatura 2015-2019. El resultado acabó siendo más ajustado de lo que señalaban las primeras cifras del escrutinio: por 51,45% de votos contra 48,55% del candidato de la fuerza gobernante. En la primera vuelta este había aventajado al opositor por tres puntos, 37% contra 34%.
Voto de castigo por los escándalos
Así pues, la sensación de hartazgo de millones de argentinos con los modos autoritarios de la presidenta Cristina Fernández y los escándalos de corrupción entre sus funcionarios, e incluso familiares, parece haber empujado el voto bronca, o castigo, contra el candidato del continuismo.
Macri se convirtió en el primer presidente argentino de los últimos 70 años que se define liberal en política y desarrollista en economía, aunque en la campaña ocultó lo primero con el argumento de que hablar de ideologías ya está permitido. Se sale de la norma: no es populista peronista ni radical centrista.
En las filas de su partido, Propuesta Republicana (Pro), la mayoría de los dirigentes proviene, igual que él, del mundo empresarial. Y ahora suenan varios consejeros delegados de multinacionales y compañías importantes para ocupar altos cargos en su gobierno.
También muestra otra particularidad en lo profesional. Es el primer ingeniero que va ocupar el sillón máximo en la Casa Rosada y así rompe la tradición no escrita en Argentina de que el primer mandatario siempre es un abogado. Desde 1983 hubo ocho presidentes, todos ellos graduados en leyes.
Su mentalidad cartesiana de ingeniero, mas cierta cuota de arrojo, le impulsó a fundar su propio partido político, sin legados de nadie ni padrinos, en 2003 cuando Argentina empezaba a salir de la pesadilla de fines de 2001: cinco presidentes en una semana, el crack del Estado y el corralito bancario.
Ya venía con la piel curtida de 1991 cuando sufrió un secuestro extorsivo –la familia pagó 6 millones de dólares de rescate- que dio un giro a su vida. Y se metió de lleno en el fútbol. Ganó las elecciones a presidente del Boca Juniors, el club más popular de Argentina, y bajo su batuta el equipo xeneize conquistó el mayor número de copas de su historia.
Ese exitoso paso por el balompié fue el trampolín a la política. Su carrera ha sido paso a paso: primero diputado nacional y luego alcalde de Buenos Aires. En 2011 iba a postularse a presidenciable pero echó marcha atrás. Bien que hizo: la Presidenta Cristina Fernández fue reelecta con 54,11% de votos.
Dejó pasar esa vuelta y aguardó a que el ‘voto bronca’ (rabia) contra los Kirchner madurara. El antikirchnerismo lo ha erigido en líder y ahora llega a Presidente destronando nada menos que al peronismo, en su ala más radicalizada.
Siempre ha llamado al optimismo y ha tratado de echar por tierra con la creencia generalizada entre los argentinos de que sólo el peronismo es la fuerza con capacidad para garantizar la gobernabilidad. "El primer mito era que no pueden perder y el segundo era que son los únicos que pueden gobernar", dijo.
Nutrida lista de tareas
Macri deberá afrontar una nutrida agenda de problemas a resolver. El primero, sin duda, es el de intentar aliviar la inseguridad ciudadana y el narcotráfico, un drama que hasta llevó al Papa Francisco a desear que "se esté a tiempo de evitar que Argentina se mexicanice”.
Enfrentará además un nuevo mapa político en todo el país. Estará obligado a convivir con una mayoría de 12 gobernadores peronistas de provincias, que ‘sangrarán’ por la herida a raíz de la derrota. A la cabeza Alicia Kirchner, nueva gobernadora en Santa Cruz, hermana de Néstor y cuñada de Cristina Fernández.
A su favor y como contrapartida, Macri recibirá el apoyo de cinco distritos gobernados por su frente “Cambiemos”. Provincia de Buenos Aires, ciudad de Buenos Aires, Mendoza, Jujuy y Corrientes.
Para mostrar capacidad de gobernabilidad, se verá obligado a impulsar un acercamiento con esos mandatarios de provincias. Y en el parlamento ocurrirá algo similar pues el kirchnerismo cuenta con la segunda minoría, incluido el bloque ultra kirchnerista 'La Cámpora', 27 escaños.
Recuperar vínculos con EEUU y la UE
En las relaciones exteriores se encontrará frente a la difícil tarea de recomponer los vínculos con los Estados Unidos y Europa, pues la década kirchnerista alejó al país de ambos centros de poder. Cristina Fernández finaliza su mandato peleada con Washington y Bruselas pero abrazada a China y a Rusia.
El kirchnerismo y Hugo Chávez encabezaron en 2005 el boicot al ALCA (Acuerdo de Libre Comercio paras las Américas) que impulsaba el entonces presidente norteamericano George W. Bush. El bolivariano bramó "Alca, Alca-rajo", en la ciudad bonaerense de Mar del Plata decretando la muerte de ese entendimiento con Sudamérica.
Macri ya ha anunciado que promoverá sanciones contra el gobierno chavista de Nicolás Maduro, socio principal en Latinoamérica de los Kirchner. “Voy a pedir al Mercosur que se ejerza la cláusula democrática de suspender a Venezuela (en la alianza regional) dado los abusos en ese país con los presos políticos”.
La reinserción en la comunidad internacional implicará un intento de normalizar la relación con los organismos financieros en busca de créditos a tasa de interés razonables. Hasta ahora Argentina ha venido colocando bonos pagando un exorbitante 9% de interés anual.
Giro en la política económica
Y la economía del país necesita con urgencia dólares frescos para alimentar las reservas del Banco Central. Según los economistas no kirchneristas allí quedan apenas 440 millones de dólares líquidos y no los 26 mil millones que declama la administración de Fernández.
Además deberá decidir qué hacer con los subsidios a diferentes sectores económicos, que este año representará un gasto equivalente a los 22 mil millones de euros. No será sencillo porque una supresión lisa y llana se trasladaría a las tarifas de los principales servicios públicos.
Pero su mantenimiento engrosaría el ya voluminoso déficit fiscal, del que los subsidios son la parte casi excluyente. Se calcula que el rojo de las cuentas públicas ya roza el récord de 7% del pib, según las consultoras económicas no enroladas con el gobierno.
El gasto público durante los años kirchneristas se enfocó a la creación de empleo estatal, las más de las veces como favor a sus militantes y simpatizantes. Según Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central, la plantilla de funcionarios en la administración central, provincias y ayuntamientos “creció de 2.5 millones en 2003 a 4,5 millones en este año”. También deberá lidiar con las 8.800 oposiciones a empleos en la administración convocadas a último momento.
Probablemente, además, tenga que encarar reformas en políticas agropecuarias y agroindustrial –locomotoras de la economía argentina- para generar confianza en los inversores y los productores. Macri ya ha anticipado que quitará los impuestos a las exportaciones de trigo, maíz y soja.
Y el paso más difícil será, sin duda, la devaluación del peso frente al dólar, que actúa de moneda patrón de la economía argentina. Actualmente hay cinco tipos diferentes de cambio. Macri ha anticipado que levantará el control estatal sobre ese mercado y unificará las categorías de cambio.
Aunque no explicó qué hará con la probable disparada del ipc por venir, que ya supera el 20 % y es la segunda más alta de Latinoamérica, detrás de Venezuela. Scioli azuzó una campaña de miedo a la devaluación del peso y la inflación, pero evidentemente la estrategia no funcionó.