Hace unos meses, en la cadena televisiva TN, a Gabriela Michetti (Laprida, provincia de Buenos Aires, 1956) le mostraron una fotografía de sí misma con su hijo en brazos antes de quedar parapléjica. Era la primera vez que se difundía una foto de Michetti, pegada a una silla de ruedas desde 1994, de pie. La entonces senadora se emocionó visiblemente y acertó a decir, entre lágrimas: “Me emociona muchísimo, no sé si por verme parada, pero probablemente”.
Una imagen frecuente en la política argentina de los últimos años ha sido la de Mauricio Macri (elegido el domingo nuevo presidente del país) besando la mano de su compañera de fórmula, la ‘número dos’ de sus candidaturas desde que se postuló por primera vez a concejal de Buenos Aires en 2003. Ampliamente respetada por su lucha contra la adversidad, la ya vicepresidente electa de Argentina es conocida por su tesón, su defensa de valores tradicionales y cierta tendencia al sentimentalismo.
Metida en política desde comienzos de siglo, su discurso se diferencia notablemente del pensamiento de la presidenta en funciones, Cristina Fernández de Kirchner, que también salpica habitualmente de apelaciones emocionales sus intervenciones públicas y se refiere con frecuencia a la doctrina del justicialismo peronista.
Michetti, como Macri, reniega de las ideologías. “No me gusta posicionarme ni como feminista ni como discapacitada: prefiero mostrarme como soy, sin los rótulos de mujer en la política o discapacitada en la política. Y desde ese lugar peleo el día a día”, afirmaba a la revista Para Ti en 2006, cuando empezaba a hacerse verdaderamente conocida en su país.
Su ejemplo de superación la convirtió en una figura notoria de la política argentina desde muy pronto. Cuando sufrió su accidente, su hijo Lautaro (fruto del matrimonio con el periodista Eduardo Cura, de quien se divorciaría posteriormente) tenía un año. El niño iba detrás, en otro coche, con sus abuelos. Michetti fue atendida en primera instancia por su propio padre, médico. Cuando se confirmó la gravedad de las lesiones, cuentan las crónicas, le dijo: “Papá, vos no te preocupes, que yo voy a ser feliz igual en una silla de ruedas…”.
EL JUICIO CROMAÑÓN
La nueva vicepresidenta argentina es licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y comenzó su vida política en la Democracia Cristiana. Poco tiempo después, en 2003, se pasó al Partido Compromiso para el Cambio, dirigido por Mauricio Macri, entonces presidente de Boca Juniors. Había tenido puestos en la administración pública durante casi una década.
Ese mismo año fue elegida legisladora de la Ciudad de Buenos Aires, un mandato en el que alcanzó notoriedad por su labor en la Comisión de Investigación del incendio de la discoteca Cromañón, en el porteño barrio de Balvanera, que dejó 194 personas la noche del 30 de diciembre de 2004 y todavía late en el imaginario colectivo argentino.
Michetti fue una parlamentaria implacable en el juicio político que finalizó con la destitución del entonces ministro de Justicia, Aníbal Ibarra, considerado responsable político de la tragedia.
Tras las elecciones municipales de 2007, que ganó Macri, fue nombrada vicealcaldesa de Buenos Aires. Su popularidad había sido uno de los principales activos electorales del PRO, el partido de Macri, en un momento en que la figura del nuevo presidente era muy contestada en su país por su origen multimillonario y recibía fuertes críticas del por aquel momento hegemónico movimiento kirchnerista. Estuvo en su puesto hasta abril de 2009, cuando se presentó candidata a diputada nacional (cosa que logró) en las elecciones del 28 de junio. Tres años después fue elegida senadora y jefa del bloque macrista en la Cámara Baja.
Michetti, una figura muy conocida con casi medio millón de seguidores en Twitter, sobrina bisnieta del expresidente Arturo Illia, es vista con desconfianza por sectores de la izquierda peronista. Ha sido acusada de querer inspirar lástima e incluso de fingir su discapacidad.
En 2008 vivió un incidente particularmente desagradable, cuando el entonces ministro de Justicia, Aníbal Fernández (gran perdedor hace dos semanas de las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires, la mayor circunscripción del país), se atrevió a dudar sobre la autenticidad de su minusvalía física y afirmó tener un vídeo en la que se le veía caminar. El chisme corrió por todo el país y ha sido objeto usual de chanzas en asados y reuniones.
Michetti cultiva un perfil relativamente bajo y no suele hablar de su salud en entrevistas. Hace unos meses, sin embargo, calificó en televisión de “horrible” aquella acusación y recordó que Fernández la llamó para disculparse: “Yo me lo tomo a la gracia, pero hay mucha gente, por ejemplo, que es más ingenua y para quien es muy feo”.
PENSAMIENTO SOCIAL-CRISTIANO
Nada más votar el pasado domingo, Michetti afirmó ante las cámaras que “lo que necesita Argentina es paz y amor”. Su discurso, encuadrado en el conservadurismo social, remite frecuentemente al humanismo cristiano. No en vano mantiene una estrecha relación con el hoy Papa Francisco, Jorge Bergoglio, nacida durante sus años como cardenal de Buenos Aires.
En su página web personal, la también presidenta de la Fundación SUMA resume su pensamiento en seis conceptos (posteriormente desarrollados): el tiempo es superior al espacio; la realidad es superior a las ideas; la unidad es superior al conflicto; el todo es mayor que la suma de sus partes; el centro de la política es el ser humano; y justicia social.
Michetti no es ajena a los charcos de la política. En 2009, después de que Macri no recurriese una sentencia judicial que autorizaba un matrimonio entre dos hombres, hizo una distinción entre matrimonio homosexual y heterosexual y mostró una oposición firme a la autorización del enlace. La polémica se agudizó cuando salió a la luz pública un vídeo en el que la vicealcaldesa apoyaba explícitamente el matrimonio entre personas del mismo sexo. Salió del apuro precisando que una cosa era el matrimonio homosexual y otra una “unión civil ampliada” con igualdad de derechos, excluyendo la adopción.
Sus primeras reacciones tras el triunfo electoral del PRO, la primera derrota del peronismo en 14 años (por sólo 3 puntos), han sido llamar a la unidad nacional, pedir el fin de las “venganzas” y alentar que Argentina sea un país “en el que todos pueden cumplir sus sueños”. “Sé que hay hogares de gente humilde que está con sensaciones de temor y quiero decirles que muy especialmente para todos ustedes vamos a trabajar”, destacó: “No hay nada que temer, todo es esperanza”.
A partir del próximo día 10 se enfrenta a urgentes tareas económicas, pero también comprobará si sus palabras son capaces de moderar una oposición previsiblemente implacable en un país dividido electoralmente por la mitad y en el que los gobiernos no peronistas han tenido, históricamente, andaduras muy complicadas. No será el primer desafío extraordinario de su vida. Como dijo una vez sobre su propia paraplejia, “todo depende de cómo te posiciones frente a la silla”.