El poderoso país de Oriente Medio ha recibido críticas por mantener sus fronteras cerradas a los refugiados a la vez que diversos analistas señalan que organizaciones caritativas de Arabia Saudí financian al autoproclamado 'Estado Islámico' (EI). Pero este lunes este país del Golfo Pérsico anunció una alianza con una treintena de Estados con población de mayoría musulmana para luchar contra éste y otros grupos terroristas en Irak, Siria, Libia, Egipto y Afganistán.
Tom Lippman, antiguo jefe de la delegación del Washington Post en Oriente Medio y excorresponsal en Arabia Saudí para el periódico estadounidense, reconoce su “escepticismo” sobre la contribución de esta alianza liderada por el país del Golfo para derrotar al EI. “Los saudíes ya formaron parte de la coalición anti-EI organizada por Estados Unidos y después se salieron para luchar en Yemen”, recuerda.
Roby Barrett no está de acuerdo. Este experto en el Golfo y Seguridad del think tank estadounidense Middle East Institute (Instituto para Oriente Medio) y profesor sénior de la Universidad militar de Operaciones Especiales Conjuntas (JSOU) dice que fue precisamente Arabia Saudí la que expuso cuatro años atrás que “la continuación del régimen de Asad en Siria y el estado de Irak apoyado por el Irán chiíta llevaría a la total radicalización del suní Sirak” y la que “importunó a una Administración Obama reacia para actuar hace dos años”.
Sobre las acusaciones que apuntan a la financiación del Estado Islámico por parte de Arabia Saudí a través de organizaciones caritativas, Barrett lo descarta por completo: “Las ONG pueden ser un problema, pero incluso ellas están siendo estrechamente controladas: si eres un saudí y te pillan apoyando al EI, las consecuencias son severas. No hay pruebas o siquiera verdaderas sospechas de que el Gobierno saudí haya dado apoyo o nada similar”.
“La afirmación de que Arabia Saudí sea un patrocinador surge por el hecho de que el Reino es wahabí, bastante cercano al salafismo que el EI asegura practicar; y por la laxitud saudí sobre donaciones de organizaciones privadas a este tipo de organizaciones”, clarifica Shahram Chubin, experto en terrorismo y seguridad en la región del Centro Carnegie Endowment para la Paz Internacional. A él tampoco le consta ninguna prueba de que el Gobierno saudí haya financiado al EI, pero añade: “por supuesto que hay individuos o mezquitas que puedan financiarlo”.
“Es evidente que es la visión ultraconservadora puritana y militante del islam la que da soporte ideológico procedente de la península arábiga y ahí donde hay apoyo ideológico, hay financiación por diversas vías: organizaciones, adineradas personalidades, televisiones vía satélite, internet... [con] líderes que interpretan el islam de forma ultraconservadora y extremista en versiones compatibles con Daesh (acrónimo árabe del EI)”, apunta Haizam Amirah Fernández, investigador principal del mundo árabe en el Real Instituto Elcano de Madrid.
Barrett insiste en que el Gobierno saudí “alertó sobre el EI antes de que nadie se los tomara en serio”. Opina que “España puede haber provisto más material para apoyar al EI” que Arabia Saudí. “¿Cuánto dinero y combatientes están yendo desde España al EI y qué está haciendo el Gobierno en Madrid al respecto?”, plantea. “Estaría bien que España contribuyera con algo sustancial, incluso una política más robusta en cuanto a su seguridad interna y de Europa”.
Intereses de Arabia Saudí en la coalición
España, como EEUU, para cuyo Departamento de Estado ha trabajado este analista, es aliado de Arabia Saudí, pero actualmente es un consultor independiente que cree -por ejemplo- que la invasión de Irak fue un error. Insiste en que “el Gobierno saudí ve al EI como una amenaza táctica a su seguridad y a la vez una amenaza estratégica a largo plazo”, afirma Barrett.
Para Chubin la motivación para que ahora Arabia Saudí lidere esta coalición de países de mayoría musulmana contra el EI y otros terroristas reside en su deseo del “derrocamiento de Asad más que ninguna otra cosa para administrar una derrota a Irán en Siria”. Irán es el país clave de la zona no incluido en la coalición liderada por Arabia Saudí, y es que guardan una “intensa rivalidad” que según este analista se extiende a las guerras contiguas.
Arabia Saudí es suní e Irán, chiíta, al igual que el líder del régimen sirio, Bashar al Asad. El grupo terrorista que se hace llamar 'Estado Islámico' asegura pertenecer a la rama suní, por lo que el EI es abiertamente hostil contra Irán, de acuerdo con Chubin. “Quiere reforzar a las diversas fuerzas anti-Asad y le preocupa menos el EI en el corto plazo que una victoria de Asad/Irán”, resume.
Haizam Amirah coincide en que los terroristas no son el objetivo principal: “Arabia Saudí quiere presentarse como un líder de la 'umma', la comunidad de creyentes musulmanes suníes. Es un objetivo de liderazgo político utilizando la amenaza del Daesh no siendo ese el objetivo principal”.
El reino ha cambiado este mismo año de monarca, ha introducido el derecho al voto y a ejercer la política para las mujeres, pero los derechos humanos de un país donde existen las condenas a muerte por apostasía, mil latigazos y diez años de cárcel para blogueros por decir lo que piensan o que prohíbe conducir a las mujeres continúa en el punto de mira internacional.
Si a ello se le suman las críticas occidentales por su pasividad en la lucha contra el grupo terrorista que está en boca de todos y los informes de EEUU y la UE en años pasados sobre la financiación desde movimientos salafistas en Arabia Saudí a grupos rebeldes armados de distintas partes del mundo, esta semana el país arábigo ha dado un paso que puede ayudarle en la escena internacional.