“Durante mucho tiempo, los hospitales eran atacados para saquear o robar o como parte de violencia interétnica o intercomunitaria”, asegura José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras en España recordando casos de ataques a sus instalaciones en lugares como República Centroafricana o Sudán del Sur. “Ahora lo que tenemos [no son ataques] de milicias ni de criminales o terroristas, sino bombardeos por parte de Estados. Esto es una tendencia nueva que va en aumento muy preocupante”.
El caso más sonado fue cuando en octubre pasado, un bombardeo nocturno por parte de la coalición liderada por Estados Unidos en la ciudad afgana de Kunduz destruyó un hospital de esta organización humanitaria. Acabó con la vida de 30 personas y dejó heridas a otras 37. “Fue un impacto atroz; desde el genocidio de Ruanda no nos había ocurrido nunca”, asegura. Estados Unidos ha reconocido que fueron sus proyectiles los que impactaron contra el centro sanitario y ha abierto una investigación para aclarar lo sucedido después de que MSF denunciara el suceso y pidiera una investigación independiente a la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta (CIHE). La ONG lanzó una petición en la plataforma Change para que Barack Obama acceda a que se realice esta investigación neutral, que acumula de momento más de medio millón de firmas de apoyo.
Bastos recuerda que habían informado a las autoridades sobre las coordenadas de ubicación del hospital, que llamaron repetidamente para avisar de que estaban atacando un hospital y además había una indicación en el techo de MSF, uno de los pocos edificios iluminados de noche en la zona: “No fue un avión lanzando bombas, sino cañones con un ataque muy preciso que destruyó el edificio principal nada más. Un ataque muy persistente, a pesar de que estaba completamente identificado”.
En este sentido, explica que los hospitales en conflictos también han sufrido los efectos de algún bombardeo con anterioridad, pero ahora la organización ha detectado ataques destinados directamente contra instalaciones sanitarias. En Yemen, dos: un hospital y una clínica móvil. En Siria hay un “patrón de ataques sobre todo por el Gobierno, pero también por la oposición”.
MSF no duda de que dos de los tres ataques que han sufrido en los últimos meses sus instalaciones sanitarias en Yemen los ha llevado a cabo la coalición saudí. El último, sucedió el 10 de enero y dejó 6 fallecidos, aunque en este caso la organización médica aún está llevando a cabo una investigación para determinar quién pudo ser el autor. Todos los indicios apuntan a la capacidad de la coalición saudí, asegura Bastos: “Un misil de aviación destruye selectivamente la parte que estaba funcionando, un ataque también de alta precisión. Hubo aviones sobrevolando la zona -que sólo son de la aviación saudí-, porque Yemen está en una guerra brutal”.
No son los primeros casos de ataques aéreos cometidos presuntamente por Estados contra hospitales durante un conflicto. Hubo uno a principios de los años 90 en Mogadiscio, en 2014 el conflicto en el este de Ucrania también provocó daños por proyectiles en instalaciones humanitarias (se desconoce el autor) y Sudán del Sur también sufrió ataques aparentemente planeados tanto en 2014 y 2015. “Ha habido, pero de manera más esporádica y menos brutal”.
Han dejado de respetar los hospitales en zona de conflicto, el último resquicio de humanidad en medio de una guerra
Cuando los ataques destruyen instalaciones sanitarias, además de las víctimas directas, puede suponer la desatención médica varios miles de personas. Pero Bastos apunta que los hospitales en zonas de conflicto además de atender las necesidades físicas, son “un último remanso de paz” en el que las personas encuentran el apoyo psicológico que necesitan. “Todos a los que le duele algo, se juntan y se hace algo por ellos".
Estos ataques contra hospitales también consiguen minar el ánimo del personal sanitario, ya especialmente seleccionado para poder afrontar psicológicamente situaciones extremas. Aun así, “los que tenían mucho miedo ya se han ido; sufren directamente el castigo de no sé si llamarlo un asesinato extrajudicial o cómo, pero es inadmisible”.
Médicos Sin Fronteras, que fue premio Nobel de la Paz en 1999, es una ONG que se caracteriza por no implicarse políticamente nunca a favor de un bando u otro en un conflicto en un esfuerzo por garantizar la atención médica necesaria en zonas de guerra a todo el que la necesite.
Algunos de sus sanitarios han muerto junto a los pacientes en los recientes ataques aéreos. Bastos reivindica que era “gente que entendía muy bien [que] hay que ser imparcial y neutro, porque si no, te conviertes en el enemigo”. De hecho, el protocolo de MSF establece que si alguien entra con un arma en uno de sus hospitales, lo cierran inmediatamente.
Bastos lamenta que se haya “dejado de respetar los hospitales en zona de conflicto, el último resquicio de humanidad en medio de una guerra. Las guerras tienen reglas. No todo vale. Bombardear un hospital es un crimen de guerra tanto si es premeditado o dirigido como si es por error. La gran negligencia no exime de la culpabilidad del crimen”.