“A veces tengo miedo de que todo esto sean sólo recuerdos”, decía la canción Al Midan (La plaza), compuesta en los días en que la plaza Tahrir de El Cairo bullía de protestas que pedían de forma pacífica el fin de Hosni Mubarak. Salma Dahab, activista estudiante en aquella época y ahora politóloga en el Centro Egipcio para la Investigación de la Opinión Pública (Baseera), cree que el presagio se ha cumplido.
Miedo y esperanza se entremezclaban en ella cuando aquel 25 de enero de 2011 salió a la calle a pedir “un futuro mejor y una vida moderna”. Rememora -a través del correo electrónico- que aquel día se bloquearon todas los medios por los que se habrían podido comunicar los ciudadanos: redes móviles, internet… “Perdimos la conexión con nuestras familias y amigos y no sabíamos qué sucedía en la ciudad, sólo sabíamos por las noticias del día anterior que había manifestaciones”. Pero poco importaba: “Estábamos dispuestos a morir, sacrificar cualquier cosa para tener una vida mejor”.
Sandmonkey, el apodo de uno de los activistas más conocidos de aquellos días, recuerda que los días siguientes al 25 de enero fueron “los más felices” de su vida. Para describir el presente hace honor a su habitual crítica satírica y asegura que ahora vive los días “más graciosos” de su vida. Mahmud Salem, como se llama realmente, está completamente decepcionado con el resultado de las grandes movilizaciones que durante semanas llenaron la plaza Tahrir de El Cairo dando la vuelta al mundo.
Magdi Ahmed Ali es un prestigioso cineasta egipcio que en los días de la revolución en la plaza Tahrir de El Cairo comenzó a rodar un documental sobre aquellos días. Entonces se mostraba ilusionado por lo que acontecía en su ciudad, pero hoy lamenta que todas aquellas imágenes finalmente no vieran la luz. “Tengo mucho material en bruto, pero pasado un tiempo no pude hacer la película, porque dependía de personas en la plaza. Uno de los personajes principales era un doctor que atendía a los heridos en la plaza y pensaba que esto le iba a cambiar en algo pero no fue así. Y como con él, con otros personajes”, explica en conversación telefónica desde la capital egipcia.
Ese es el motivo práctico, pero existe otro de mayor profundidad que refleja la situación actual del país: “Cada día cambia algo [en Egipto] y cuando estás en medio de algo no puedes tener una mirada apartada para analizar y ver en profundidad lo que está pasando”. Confiesa haberse sentido “decepcionado” en muchos casos con la gente y prefiere esperar “algún tiempo” para hablar sobre la revolución.
Tan sólo doce días después de aquel 25 de enero cayó Mubarak tras 30 años en el poder. “Una vez que cayó, lo que era evidente es que había enormes incertidumbres sobre el modelo político habría”, recuerda Haizam Amirah Fernández, investigador principal para el Mediterráneo y el Mundo Árabe del Real Instituto Elcano. Ahora “el régimen [del militar Abdel Fatah al] Sisi va a matar la política del país”, opina.
Recuerda que tras la caída de Mubarak, los egipcios acudieron repetidamente a las urnas en sólo un par de años, hasta que en 2013 los ciudadanos volvieron a salir a las calles para protestar contra el Gobierno elegido en los primeros comicios de la transición democrática del país. Los militares vieron su oportunidad para dar un golpe de Estado y volvieron a instalarse en el poder, con la aprobación de gran parte de la sociedad. “Algunos egipcios buscaban la imagen de un hombre fuerte y pusieron grandes esperanzas en que [Sisi] viniera como salvador de la patria, frente a las grandes dificultades socioeconómicas del país o lo que algunos vieron como un asalto al poder de los Hermanos Musulmanes”, explica el experto.
Preferiría un régimen deteriorado y muy enraizado como el de Mubarak antes que a los Hermanos Musulmanes
En opinión del cineasta Ali todo se fue al traste al llegar los Hermanos Musulmanes al poder. A pesar de que lo hicieron por medio de las urnas, él forma parte de aquellos a los que no les gustó la deriva religiosa del primer gobierno de la que parecía una transición democrática. Las protestas contra el Gobierno del electo Mohamed Mursi desembocaron en un nuevo golpe militar que puso al frente del país a Al Sisi.
“Fue una catástrofe que la revolución fuera tomada por los Hermanos Musulmanes, porque son mis enemigos naturales (…). Están contra cualquier tipo de arte”, comenta Ali. “Preferiría un régimen deteriorado y muy enraizado como el de Mubarak antes que a los Hermanos Musulmanes, porque son fascistas y reniegan de todos los demás. Son los peores. Cualquier cosa es mejor”.
Amirah Fernández señala que bajo la actual “apariencia de estabilidad” del país se esconde una situación económica “muy mala” que va empeorando, con sus fuentes de ingreso e inversiones extranjeras en caída y el turismo afectado por los crecientes atentados. La economía de Egipto depende de elevadas ayudas de los países del Golfo, especialmente de Arabia Saudí. Sin ellas, el país "se habría visto en la bancarrota”, señala el experto.
La inflación oficial es del 11% mientras que el paro no alcanza el 13%. Sin embargo, Amirah Fernández señala que la población joven aumenta y todos los años se forman tapones para su acceso al mercado laboral. Debajo nos encontramos con problemas que no se van resolviendo, sino todo lo contrario. Económicamente es una situación es muy mala que va empeorando, según el investigador, con fuentes de ingresos en caída: las inversiones extranjeras han caído y son insuficientes para garantizar crecimiento y empleo.
Un 41% de los egipcios consideran que las condiciones económicas eran buenas o muy buenas cinco años atrás, mientras que sólo el 19% cree lo mismo sobre la actual situación, según una encuesta de Baseera. Lo llamativa, señala el director de este Centro Egipcio para la Investigación de la Opinión Pública, Magued Osman, es que el 76% espera que la situación sea de nuevo buena o muy buena en los próximos cinco años. "Si estas expectativas no se cumplen, la frustración y el enfado podrían estimular inestabilidad", opina.
El turismo también está tocado por la falta de seguridad, especialmente teniendo en cuenta que uno de cada cuatro visitantes del país eran rusos hasta que un atentado se llevó la vida de 224 personas en el aire al volver a Rusia de sus vacaciones en este país.
“Mire a los países que nos rodean y verá qué puede pasar si Sisi no se mueve”, opina Ali. Salem, sin embargo, no teme que el autodenominado Estado Islámico pueda expandirse por Egipto. Lo que cree él es que habrá una desestabilización del aparato del Estado con una autoridad oficial pero sin control sobre el terreno.
A pesar de todo, investigaciones recientes muestran que la sensación de seguridad de los egipcios es mayor que en la segunda mitad de 2013, cuando el actual régimen militar acababa de arrebatar el poder a Mursi. "La situación regional hace que la gente aprecie que la situación en el país no es tan mala como en Siria, Libia o Yemen", apunta Osman.
La gente está muuucho más enfadada ahora de lo que nunca han estado
“No están consiguiendo nada; eso es lo que pasa cuando intentas implantar un régimen militar en pleno siglo XXI: fracasas”, opina el activista. “La gente está muuucho más enfadada ahora de lo que nunca han estado”.
Salma Dahab, que ahora tiene 23 años, soñaba con el fin del analfabetismo o la pobreza, con la igualdad de oportunidades, con unos buenos servicios públicos y la generación de una nueva cultura que respetase la libertad de cada uno. “Ahora hasta he superado la fase de decepción y he vuelto a la fase de pre-revolución, en la que solía sentirme deprimida, decepcionada y excluida, un sentimiento que era normal. Yo no era ninguna excepción”, confiesa.
Quiere irse a estudiar al extranjero para ampliar sus conocimientos, pero también para tener un espacio en el que actuar libremente. El sueño de Salem para su futuro es sencillamente “algo normal”, con una economía y un Estado que funcione.
Para ella el gobierno militar actual con Al Sisi al frente es “lo mismo” que el régimen de Hosni Mubarak. “Nada ha cambiado, ni un único paso [adelante]”, lamenta la joven. Salem va más allá: “La gestión del Estado es mucho peor que con Mubarak. Por lo menos Mubarak tenía un Estado, Sisi tiene un Estado fallido”. Amirah Fernández coincide: “Si ya había una situación económica explosiva hace cinco años, ahora va a peor”.
Hay una represión de la oposición muy superior a la que hubo en los últimos tiempos de Mubarak
A los problemas económicos y de seguridad en el país, se suma -según el investigador- una fractura social entre defensores y detractores de los Hermanos Musulmanes, muy arraigados en una sociedad a la que sus organizaciones prestan ayuda social y que han vuelto a ser ilegalizados y clasificados como grupo terrorista en su totalidad. Además “está habiendo una represión [de cualquier opinión contraria al régimen] muy superior a la que hubo en los últimos tiempos de Mubarak”, asegura el investigador.
“La democracia no es un camino fácil y no es el único camino. Por supuesto sabemos que no es fácil hablar de un régimen militar. Pero aprendemos de nuestros experimentos y cambiaremos todo. Es posible seguir luchando por la paz y la democracia”. Ali considera que los poderes políticos en Egipto no son suficientemente maduros y por ello todo el que llega al poder abusa de él.
A pesar de la frustración entre los activistas de la Primavera Árabe egipcia, Osman considera que "la posibilidad de confrontación civil es menos probable" que cinco años atrás. Asegura que los derechos civiles son una preocupación entre la élite del país, pero no un asunto de interés entre el público general. "Si el Gobierno combate la corrupción con éxito, el sistema político puede obtener mayor legitimidad e implementar reformas económicas pospuestas durante décadas", sostiene.
Amirah Fernández difiere de Osman y augura un futuro revuelto a Egipto, en el que no le extrañaría que saltara una nueva revuelta. “No hace falta que sean muchos años más para que pueda haber otro estallido. No está descartado en absoluto. Existen ingredientes para que esto sea plausible”.