Karin y Anna, en el día de su matrimonio.

Karin y Anna, en el día de su matrimonio.

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“Para la ley italiana, mi hijo no es mi hijo”

El Senado de Italia empieza este jueves el debate sobre la ley de Uniones Civiles para parejas homosexuales, como Anna y Karin, madres de un niño, a las que su país no reconoce como matrimonio

28 enero, 2016 02:19

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Anna Marchi y Karin Solano son pareja desde hace una década. En 2009 decidieron casarse y lo hicieron en Holanda ya que Karin tenía la doble nacionalidad, la italiana y la holandesa. Más de seis años después, en Italia su matrimonio no tiene ningún reconocimiento. Y no sólo eso. Oscar, el niño, que en Holanda es hijo de ambas, en Italia únicamente tiene un progenitor: Karin, que lo parió.

“Hemos hecho una escritura privada con un abogado en la que yo figuro como tutor legal. Pero aun así no tengo ningún derecho y, teóricamente, ningún deber hacia él. Para la ley italiana mi hijo no es mi hijo. Hoy tenía que ir para que le pusieran vacunas y ya nos conocen y no pidieron autorización, pero teóricamente yo no podría hacerlo, no podría, por ejemplo, entrar con él en urgencias”, cuenta Anna desde Bolonia, mientras tiene en sus brazos al pequeño de 15 meses.

Su situación podría cambiar si el Parlamento italiano finalmente aprueba el proyecto de ley que mañana, tras años de polémicas e intentos fallidos, se empieza a debatir en el Senado. El texto introduce una nueva figura jurídica en el ordenamiento: la “unión civil” entre personas del mismo sexo como “específica formación social”. Una fórmula que evita la referencia al matrimonio aunque se puede equiparar a éste en términos de derechos y deberes pero que no prevé la posibilidad de adopción de niños de terceras personas, a diferencia de lo que pasa, por ejemplo, en España.

De aprobarse la ley, Italia dejaría de ser el único país de Europa occidental que no tiene ninguna forma de reconocimiento de los derechos de las parejas homosexuales, tras la aprobación del matrimonio gay en Irlanda y de las uniones civiles en Grecia en 2015. La Corte Europea de los Derechos Humanos condenó a Italia en julio del año pasado por violar los derechos de los homosexuales e instó al reconocimiento legal de las parejas de personas del mismo sexo.

Anna, Karin y el pequeño Oscar.

Anna, Karin y el pequeño Oscar.

Pero, a pesar de que en los últimos días se han ido limando las diferencias dentro del Partido Democrático (PD), la formación del primer ministro Matteo Renzi, el debate en el Parlamento no va a ser sencillo: hay más de 6.000 enmiendas sobre la mesa y la mayoría han sido presentadas por el partido xenófobo Liga Norte. En el PD confían en que finalmente el texto, que también regula los derechos de las parejas de hecho, salga adelante. A favor se ha manifestado el partido Izquierda, Ecología Y Libertad y el Movimiento 5 Estrellas. En contra, junto a Liga Norte, están Forza Italia -el partido de Silvio Berlusconi-, y NCD, la formación de centroderecha que apoya al Gobierno de Renzi.

En estos años de vacío legal, Anna y Karin han construido su familia sorteando las trabas con la que se enfrentaban en su país. “Tras casarnos en Holanda, pedimos el reconocimiento en Bolonia y nos lo denegaron. En el papel ponía, haciendo referencia a una ley fascista de los años 30, que era 'contrario al orden público'. Luego, el nuevo alcalde anunció que sí procedería al registro de los matrimonios celebrados en otros países. Nos adherimos pero unos días después el delegado del gobierno lo anuló. Y aunque su acción ha sido declarada ilegítima, el reconocimiento ha sido cancelado”, relata Anna. Tanto ella como Karim trabajan en la Universidad de Bolonia que, en su estatuto engloba criterios de no discriminación y reconoce los derechos de las parejas homosexuales. Por eso cuando se casaron, Karin, que tiene un contrato de plantilla, obtuvo el permiso por matrimonio.

“Si hasta ahora no hemos tenido problemas prácticos es porque hasta ahora no nos ha ocurrido nada grave. Pero si pasara algo a Oscar o a Karin, sí sería un problema”, reconoce. Anna cuenta así lo que suponen las diferencias de legislación a las que se han enfrentado: “En Holanda Oscar es mi hijo. Y es más. Si hubiera nacido allí tendría mi apellido porque allí los niños cogen el de la madre que no ha dado a luz. Pero al final hubiera tenido un pasaporte con un apellido y otro, el italiano, con el de Karin. Y al final nació aquí. Pero sí tiene dos certificados de nacimiento: uno holandés en el que tiene dos progenitores y el italiano, donde sólo hay uno”.

Uno de los puntos que más controversia han causado tiene que ver precisamente con los casos como el de Anna y Karin, a quienes en España, al estar casadas, se reconocería automáticamente la filiación. El proyecto de ley italiano prevé la stepchild adoption, es decir la posibilidad de adoptar al hijo o a la hija del cónyuge. Los frentes más críticos alegan que esto abriría la puerta a la gestación subrogada, que en Italia (y en España) es ilegal.

La oposición de la Iglesia

Como siempre ha pasado históricamente en Italia durante la aprobación de leyes como la reproducción asistida o, en los años 70, el aborto y el divorcio, en el debate siguen teniendo mucho peso las declaraciones de los representantes de la Iglesia católica. El lunes, el presidente de la Conferencia episcopal italiana (CEI), Angelo Bagnasco, declaró que los hijos “no son un derecho, puesto que no son cosas que se producen”. Hablando ante el Consejo permanente de la CEI. Bagnasco afirmó: “Los niños tienen derecho a crecer con un papá y una mamá. La familia es un hecho antropológico, no ideológico”. El cardenal también animó a los opositores a la ley a sumarse al Family Day, la manifestación convocada para este sábado y a la que se sumarán decenas de diputados, sobre todo del centro derecha. Mientras, el pasado sábado otra manifestación atravesó 40 ciudades italianas. Con el lema de “SvegliatiItalia”, Despierta Italia, miles de personas se congregaron para pedir que se apruebe la ley.

Anna no sabe qué esperarse. Cree que aprobar la ley es una cuestión de “educación de la ciudadanía”. Ella no esconde que siente “frustración” por el hecho de que en ella no esté reconocida por ley como la madre de su hijo. En cambio sí cree que la sociedad italiana hace tiempo que está preparada para el cambio. “No es que estemos contentos con esta ley, porque una ley que discrimina no puede ser una buena ley. Y sí, podré adoptar a mi hijo: pero ¿por qué tengo que adoptarlo si ya es mi hijo? Además podría hacerlo si un juez me autoriza. Pero bueno, al menos es algo ya que hay niños de por medio”, dice. Ella y su pareja, mientras tanto, están pensado en tener otro hijo.