El chef franco-suizo Benoît Violier, de 44 años, coronado el pasado diciembre como el mejor del mundo, ha sido hallado muerto este domingo en su domicilio en la localidad de Crissier, cerca de Lausana, en Suiza. El cocinero, casado y con un hijo, puso fin a su vida “con la ayuda de un arma de fuego”, según ha informado la policía, que considera que se trata de un suicidio. Su muerte ha eclipsado la presentación este lunes en París de la Guía Michelin 2016 y ha provocado una gran conmoción entre sus colegas.
Violier acababa de alcanzar la cima de su carrera. Su Restaurant de l’Hôtel de Ville, situado también en Crissier, tenía tres estrellas Michelin. Se especializaba en cocina de caza y la utilización de productos ecológicos y locales en la alta gastronomía. El pasado 12 de diciembre fue designado como el mejor del mundo por La Liste, un nuevo ranking patrocinado por el ministerio francés de Asuntos Exteriores. Se trata de la respuesta de París a la controvertida clasificación británica Los 50 mejores del mundo. En lugar de confiar en las opiniones de jueces anónimos, La Liste se basa en un algoritmo que procesa los datos de 200 guías de 92 países.
En una entrevista publicada el 18 de diciembre por el diario suizo Le Temps, días después de este último reconocimiento, Violier sostenía que “la clasificación que cuenta es que mis clientes sigan disfrutando cuando vienen”. “Lo más fantástico es cuando tus clientes pagan la cuenta y al mismo tiempo reservan para una próxima vez. El sábado pasado, una clienta rompió a llorar de lo maravilloso que le había parecido lo que había comido”, explicaba el chef franco-suizo.
Rechazó ser juez de Master Chef en Francia, Reino Unido o Italia porque, aunque veía positivo que se hable de gastronomía gracias a estos programas, consideraba que debía estar siempre cerca de su equipo y sus clientes si quería que su negocio durara. “Me han propuesto medio millón de francos para dar mi nombre a un restaurante en Oriente Próximo al que sólo podía ir una vez al mes. Lo he rechazado, no es mi enfoque”, señaló en la entrevista.
Una presión insoportable
Para los colegas de Violier, su muerte tiene que ver con la presión para mantener la excelencia y conservar el reconocimiento que suponen las estrellas Michelin o su liderazgo en las listas. Y evoca otros casos de suicidio de grandes chefs. “Un hombre no pone fin a su vida por una sola causa y seguramente no por la presión que engendran inevitablemente las estrellas Michelin. Es siempre una conjunción de acontecimientos la que lleva a este tipo de salida fatal. ¿Pero cómo dejar de reflexionar después de otras desapariciones precedentes? Asumimos una responsabilidad que a veces nos puede superar. O derrotarnos”, ha declarado el maestro de la cocina francesa Alain Ducasse a Le Temps.
En el mismo periódico ha escrito el editor de Violier, Pierre-Marcel Favre, que se pregunta si alguien puede ser excelente en todo momento. “Él podía, pero ¿quizá a que precio?”. Su caso recuerda al del también franco-suizo François Vatel, que organizaba los grandes festines para el rey Luis XVI, derrocado y guillotinado durante la Revolución Francesa. Se suicidó “por una minucia, la imposibilidad de satisfacer plenamente al rey a causa del retraso en la entrega del pescado”.
Favre recuerda también el caso del chef Bernard Loiseau, estrella de la cocina francesa de los años 90, que se suicidó con un fusil de caza en 2003 después de que la prensa sugiriera que su restaurante iba a perder el estatus de tres estrellas Michelin. Otros cocineros han devuelto sus estrellas Michelin para quitarse presión, volver a una cocina más sencilla y recuperar a la clientela local con precios más asequibles.