Situado sobre una colina lejos del centro de Lisboa, el neoclásico Palacio de Ajuda es un sitio que ha sido testigo de muchos de los eventos claves de la historia reciente de Portugal. Fue sobre este terreno que los Braganza montaron la ‘Real Barraca’ después de que el Palacio da Ribeira desapareciera durante el terremoto de 1765, y fue aquí adonde volvió la familia real tras su largo exilio en Brasil durante las guerras napoleónicas.
Tras la desaparición de la monarquía, el dictador Salazar convirtió el Palacio en un gran museo, pero desde la Revolución de los Claveles el edificio ha recuperado su función protocolaria, y con cada cambio de Gobierno los ministros acuden a la elegante Sala de los Embajadores para jurar su cargo. Hace apenas tres meses las enormes columnas de mármol y figuras de Cupidos danzantes de la sala sirvieron de fondo para otro hito en el progreso del país: la toma de posesión de Francisca Van Dunem, la primera persona de raza negra que llega a ser ministra en Portugal.
Por relevante que sea como ejemplo de la multiculturalidad del país, la etnia de Van Dunem es un mero detalle en el gran contexto de una persona que comienza a marcar un perfil destacado en el ámbito político portugués. A cargo de la cartera de Justicia, Van Dunem es notable no sólo por su historia personal tan significante –antes de convertirse en una respetada jurista en la capital lusa, participó en la lucha anticolonial contra los portugueses en su Angola natal–, sino porque en las pocas semanas que lleva en el cargo ha dado señales que su mandato será uno discretamente revolucionario.
De militar en Angola a Fiscal General de Lisboa
Nacida en la entonces colonia portuguesa de Angola en 1955, Van Dunem pertenece a una de las familias más influyentes de ese país, y en particular dentro del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MLPA), el movimiento guerrillero de ideología marxista-leninista que fue clave en la guerra de independencia y posterior guerra civil angoleña.
La joven Van Dunem fue educada en Luanda, pero como tantas otras hijas de familias pudientes, fue a Lisboa para estudiar con 18 años, y era de las pocas alumnas en la Facultad de Derecho cuando estalló la Revolución de los Claveles. Reconociendo que el fin de la Dictadura sería clave en la independencia de Angola, volvió a casa, donde vivió la retirada de los portugueses e intentó “ser útil” en la formación del nuevo país.
“Trabajé en la radio”, relató Van Dunem en el Semanario Expresso en 2009, en una de las pocas entrevistas que ha concedido. “Hice el servicio militar con un señor loco, que me hacía arrastrarme por el suelo mientras nos chillaba, «¡Agáchense! ¡La victoria es inevitable!». Ya era un periodo peligroso, pues habían comenzado los conflictos entre los distintos grupos de liberación, y todo el mundo estaba radicalizado”.
Ante el caos, la joven decidió volver a Lisboa para terminar sus estudios. Pocas semanas después de volver al continente, le llegaba la noticia de que su hermano José y su cuñada, ambos guerrilleros muy involucrados en el MPLA, habían sido masacrados junto a miles de compatriotas en una purga interna del movimiento. No volvería a pisar suelo angolano durante casi 15 años.
Cortando los lazos con su país natal, Van Dunem se entregó en alma y corazón al mundo de la justicia lusa, completando su licenciatura consiguiendo el puesto de magistrada del Ministerio Público –equivalente al Ministerio Fiscal español– con apenas 24 años.
Es ahí donde la angoleña ha pasado gran parte de su vida hasta su nombramiento como Fiscal General de Lisboa en 2007. En este cargo, se dedicaría casi exclusivamente a temas de gestión del sistema judicial de la capital, racionalizando la operación de los tribunales para que fueran más efectivos.
“Destacó por su labor”, explica Luís Rosa, periodista del diario Observador que escribe sobre política y temas judiciales. “Fue tremendamente respetada porque era organizada, diplomática, y notablemente discreta”.
Mientras otros magistrados han intentado acaparar titulares y convertirse en protagonistas de los casos escandalosos en los que participan, la angoleña considera que “un magistrado tiene la obligación de no exponerse, no somos estrellitas del showbiz”.
Una elección revolucionaria
Pese a estar casada con Eduardo Paz Ferreira, figura histórica del Partido Socialista luso, Van Dunem siempre se mantuvo alejada de la política y nunca militó en ningún partido portugués. Su profesionalidad había llamado la atención en las altas esferas del poder luso, y hubo rumores de que el conservador Pedro Passos Coelho había barajeado su nombre para el puesto de Fiscal General de la República hace unos años.
No obstante, se daba por hecho que el próximo puesto que ocuparía sería en la consejería del Tribunal Supremo, como tendría sentido dada su trayectoria profesional sin aparentes aspiraciones políticas. Todo eso cambio, sin embargo, cuando el ex regidor de Lisboa y nuevo líder de los socialistas lusos, António Costa, logró conseguir los apoyos de la izquierda para asumir la jefatura del Gobierno… Y decidió que esa Fiscal General que había sido tan efectiva en Lisboa debería aportar la misma eficiencia al sistema judicial nacional.
La selección supuso un pequeño escándalo mediático. El Correio da Manhã, uno de los periódicos más sensacionalistas del país, se enfocó en el hecho que se tratara de una ministra de raza negra y criticó a Costa por intentar hacer del Consejo de Ministros un “mosaico social”; citó a Van Dunem como la aportación negra en un grupo que ya incluía “una ciega y un gitano” (refiriéndose así a Ana Sofía Antunes, la invidente secretaria de Estado para la Inclusión de Personas con Deficiencias, y Carlos Miguel, el secretario de Estado para los Municipios, que es de origen romaní).
“Sin duda es una representación de la multiculturalidad del país, pero no hay dudas de que Van Dunem está donde está por su competencia”, sentencia Rosa. “Si destaca por algo, es por su labor como jurista”. El semanario Visão, entre tanto, hizo mención al pasado angoleño de la nueva ministra, y especularon si su historial familiar dentro de la MPLA favorecerían las relaciones entre Portugal y el país africano, que lleva gobernado por el movimiento desde 1979.
El nombramiento de Van Dunem también fue comentado en los ámbitos políticos y judiciales del país. Una fuente del Partido Socialista confirma que “había muchos otros candidatos que estaban a la espera de ser ministro de Justicia, y no ha gustado que Costa se la entregue a alguien que ni es militante del partido”.
“Claro, también eso puede haber sido la estrategia”, continua el militante socialista, que prefirió mantener su anonimato. “Al elegir una figura de fuera del partido, Costa evita que se le acuse de favoritismo o intrusismo en los procesos que todavía hay pendientes contra figuras históricas del socialismo portugués, como el que actualmente hay en contra de [el ex primer ministro luso, José] Sócrates”.
Los juristas, entre tanto, consideraron que era arriesgado nombrar a alguien del Ministerio Público al cargo. “La realidad es que el ámbito legal portugués está dividido entre los magistrados del Ministerio Público, el sindicato de los jueces y la orden de los abogados”, confirma Luis Sousa, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Aveiro y presidente de la delegación portuguesa de la Associación Civil de Transferencia e Integridad.
“Muchos pensamos que quizá sería mejor elegir a alguien sin relación alguna con este mundo –un filósofo, quizá, o un académico–, ya que uno de ‘dentro’ automáticamente tendrá a las otras dos partes en su contra, obstaculizando su trabajo”.
La ministra gestora
Si hay obstáculos en el camino de la ministra, es probable que se empezarán a manifestar a partir de este momento. Aunque ha mantenido su perfil discreto durante estos primeros tres meses en el cargo, el peso del mismo y los planes que tiene para racionalizar la justicia lusa hacen que sus escasas declaraciones públicas tengan un impacto brutal.
El martes pasado, compareciendo ante la Comisión de Asuntos Constitucionales, Derechos, Libertades y Garantías de la Asamblea de la República, Van Dunem afirmó que los tribunales lusos se ven afectados por “graves problemas de organización, una insuficiencia enorme a nivel de medios tecnológicos, y un déficit sistemático de magistrados y personal”.
A la vez, la ministra revelaba los que serán sus principales proyectos al frente de su cartera: la racionalización del mapa judicial luso y el mejor funcionamiento de la justicia en el ámbito económico y financiero.
Bajo el antiguo Ejecutivo del conservador Passos Coelho, la ex ministra de Justicia Paula Teixeira de Cruz ordenó el cierre de tribunales por todo el mapa judicial luso como medida de austeridad. Aunque Van Dunem ha declarado que no tiene la intención de dedicarse a echar atrás todas las medidas establecidas por su antecesora, en el caso de los Tribunales considera que es esencial reabrir muchos de ellos para dar cobertura legal efectiva a los ciudadanos que viven en el interior del país.
“Hay enormes problemas en la organización territorial de la justicia”, explica Sousa. “No es necesariamente que falten magistrados, sino que no están donde deberían estar para que todos podamos tener acceso a los tribunales. El otro problema es que el sistema de gestión de los propios tribunales depende de los jueces, que no tienen formación en ese ámbito”.
Según Sousa, “Van Dunem ha mostrado un nivel de profesionalidad y una capacidad organizativa que sugiere que podrá hacer mucho en este ámbito, siempre y cuando sus compañeros del ámbito judicial no le compliquen el camino”. Además de la reforma del mapa fiscal, la ministra también anunció que otro objetivo será la actualización de Citius, el sistema informático de los tribunales que es notorio por sus fallos sistemáticos y catastróficos.
Hace 14 meses, los tribunales lusos quedaron paralizados durante dos meses y medio cuando un bloqueo del sistema informático paralizó la migración de 3,5 millones de procesos al formato electrónico, dejando a los jueces sin forma de acceder a la información para proceder con los casos pendientes.
La otra misión de la ministra es conseguir que la justicia lusa sea más efectiva en el ámbito civil, para que los procesos económicos sean resueltos más rápidamente.
“Actualmente, un ciudadano portugués espera una media de tres años y medio para la resolución de una denuncia civil”, expone el periodista Rosa. “Esto no sólo es clave para que los portugueses se fíen de su justicia, sino que también es importante para atraer inversiones extranjeras”.
Van Dunem quiere solventar una situación que deja a los jueces administrativos con “un aumento exponencial” de procesos que tardan años en resolver. El problema es tal que el Consejo Superior de Tribunales Administrativos estima que en estos momentos sólo cinco jueces intentan lidiar con procesos que suman un valor de más de 5,700 millones de euros.
Como respuesta inmediata, la ministra ha ordenado un refuerzo de los magistrados en los tribunales a nivel general, y en los tribunales fiscales en particular: 126 nuevos auditores han sido movilizados, entre ellos 42 específicamente destinados a tribunales administrativos y fiscales.
El reto: un sistema judicial moderno
Por mucho que las acciones inmediatas de Van Dunem sean efectivas, la tarea que tiene por delante –la de modernizar el sistema judicial luso– es casi imposible de abarcar.
“En Portugal no somos de cambios inmediatos”, dice el periodista Rosa. “Las cosas se hacen gradualmente, y creo que incluso si se quisiera hacer algo dramático, sería imposible en el ámbito judicial en particular”. “Van Dunem tiene que marcar pequeños objetivos. Si los va cumpliendo, y si mantiene un ministerio de Justicia neutro y fuera de ámbito político, puede tener cierto éxito en su misión”.
Coincidiendo con Rosa, Sousa destaca que la ministra se enfrenta a “un sistema judicial que parece algo salido del Proceso de Kafka. Todavía es oscuro, da miedo a una población que históricamente nunca ha tenido acceso a los tribunales. Eso lleva a que, en muchos pueblos, la gente se sienta evidentemente frustrada con la Justicia y terminen recurriendo a métodos más violentos para solucionar sus problemas con vecinos, por ejemplo”.
“La Justicia portuguesa sigue siendo un ámbito hostil al ciudadano medio, y especialmente duro con los más desfavorecidos, los pobres, los analfabetos. Es una justicia que oficialmente es garantista, pero que es tan complicada y lenta que resulta no ser de fiar para la mayoría de la población”. No obstante, insiste Sousa, Van Dunem puede tener algún impacto.
“Es una magistrada low-profile, y a lo largo de su carrera se ha regido por una filosofía de marcar objetivos limitados para siempre conseguir resultados que los exceden. Es lo que está haciendo ahora, enfocándose en pequeñas metas: reabrir ciertos tribunales, reforzar a los magistrados, mejorar el sistema informático. Poquito a poco, Van Dunem podría conseguir cambiar algo. Puede liderar una revolución que, aunque pequeña, es un avance”.