“Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”. Hace justo un año, una carta personal puso en aprietos al Papa. Francisco le confesaba a un amigo legislador de Buenos Aires su miedo de que el avance del narcotráfico en Argentina pudiera llegar a parecerse al de México. “Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”, escribió el pontífice. La misiva, filtrada por el legislador, sacó los colores al Gobierno de Enrique Peña Nieto, que inmediatamente mandó una nota de protesta al Vaticano pidiendo que no se estigmatizara al país.
Un país que cuenta los muertos y los desaparecidos a miles desde que en 2006 lanzara la guerra contra el narco. Una potencia económica que catapulta al empresario Carlos Slim a la lista de los hombres más ricos del mundo mientras permite que la mitad de su población siga en la pobreza. Un país convertido también en un camino de terror para los miles de migrantes que buscan el sueño americano. Y que sólo un día antes de la visita del Papa se levantó con la noticia de que 52 presos murieron en un motín en una cárcel del norte. Estigmas -o problemas- que el Papa podrá comprobar con sus propios ojos desde este viernes y que ha prometido no “tapar”.
“El México de la violencia, de la corrupción, del tráfico de drogas, de los cárteles, no es el México que Nuestra Madre quiere", ha manifestado Francisco. Y hay grandes expectativas por su llegada este viernes a México, el país de habla hispana con más católicos del mundo. Tanto por parte de los ciudadanos que esperan que use su franqueza para dar luz a la crisis de derechos humanos del país como del gobierno para que el golpe no sea, en realidad, tan duro como algunos piensan.
Seis días estará el Papa en México. De frontera a frontera, en una gira que empezará en la Basílica de la Virgen de Guadalupe de la capital y donde no habrá paradas al azar. Cada punto servirá para abordar un tema que preocupa al Papa:
> Ecatepec, la nueva Ciudad Juárez
La misa más multitudinaria del Papa será aquí, en la nueva y silenciada capital del feminicidio en México. Cuerpos de mujeres, o lo que quedaba de ellos, han ido apareciendo en un canal de aguas negras cercano a esta ciudad de los suburbios de la capital. El estado de México, al cual pertenece, suma más de 1.500 mujeres desaparecidas desde el 2005, según el Observatorio Nacional del Feminicidio. Cifras muy superiores a la época negra de Ciudad Juárez que, paradójicamente, no han provocado el mismo eco internacional.
Una buena noticia, sin embargo, para Peña Nieto, que fue su gobernador entre 2005 y 2011 y a quien el periodista Humberto Padgett dedica buena parte del libro “Las muertas del estado”. Cinturón superpoblado de la capital, el estado de México condensa lo peor del país: violencia, impunidad, corrupción y pobreza. En este estado, por ejemplo, ganó su fortuna el Grupo Higa, el contratista del Gobierno que presuntamente vendió casas en condiciones beneficiosas al ministro de Hacienda, Luis Videgaray, y a la primera dama, Angélica Rivera.
> Chiapas, tierra indígena
El subcomandante Marcos y su encapuchado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) pusieron a Chiapas en el mapa mundial en 1994. Y su lucha armada por los derechos indígenas sigue vigente hoy, ya que Chiapas es todavía el estado más pobre y con mayor porcentaje de comunidades indígenas de México. En la pintoresca San Cristóbal de las Casas se espera que el Papa ofrezca una misa en tres lenguas autóctonas (tzotzil, tzeltal y chol) y que apruebe un decreto para el uso de lenguas nativas en las misas.
También puede ser una buena ocasión para que el pontífice hable de la escandalosa desigualdad en la segunda potencia económica de América Latina, donde la mitad de la población sigue siendo pobre. Peña Nieto reconoció en su último informe de gobierno que, desde que asumió el poder en diciembre de 2012, dos nuevos millones de pobres se han sumado a la lista.
Ubicado en la frontera con Guatemala, Chiapas es también el estado por donde empieza el calvario de los miles de migrantes –principalmente centroamericanos- que cruzan México tratando de llegar a Estados Unidos. Para algunos, que el Papa visite la frontera sur mexicana y acabe a orillas ‘del otro lado’, en Ciudad Juárez, busca emular la ruta del migrante.
> Michoacán, cuna de las autodefensas
Aunque el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en Guerrero, ha acabado marcando al Gobierno de Peña Nieto, el conflicto de las autodefensas de Michoacán fue su primer gran reto de seguridad. A inicios de 2013, vecinos de las comunidades de Tierra Caliente se levantaron en armas contra las extorsiones, secuestros y asesinatos del cártel de Los Caballeros Templarios. La situación se descontroló y el Ejecutivo tuvo que intervenir, desarmando a los vecinos y creando un nuevo cuerpo depurado de fuerzas rurales.
El Papa no visitará Tierra Caliente, pero sí Morelia, la capital de este estado, que es uno de los más convulsos de México. Aunque ahora en Morelia se respira más tranquilidad, nadie en esta ciudad colonial puede olvidar las dos granadas que en 2008 estallaron en pleno “Grito de la Independencia” en la abarrotada plaza principal, dejando ocho muertos.
Michoacán es también uno de los estados más peligrosos para los curas mexicanos. En 2014, el padre “Goyo” de Apatzingán daba misa en chaleco antibalas por las amenazas del crimen organizado. Los religiosos mexicanos no escapan de la violencia y 36 sacerdotes han sido asesinados en México a manos del crimen organizado desde el 2005. Guerrero compite con Michoacán en las estadísticas.
> Ciudad Juárez, cicatrices de la violencia
Ciudad Juárez aún pelea por dejar de ser, en la mente de muchos, la ciudad más peligrosa del mundo. Entre 2008 y 2011, fue la plaza donde se libró la peor batalla de la guerra contra el narco de Felipe Calderón. Esto, unido a la pelea por el poder entre el cártel de Sinaloa de Joaquín “El Chapo” Guzmán y el de Juárez, llegó a elevar el número de homicidios de esta ciudad fronteriza hasta los 3.000 en 2010. Sin embargo, el año pasado, esta urbe clave para el tráfico de drogas a Estados Unidos sólo registró 300.
Ciudad Juárez está mejor, sí, pero aún tiene muchas heridas que cicatrizar. Y se espera que el Papa Francisco haga ahí de bálsamo con su discurso más duro del viaje. El pontífice se reunirá con presos en la que fue una de las cárceles más violentas de América Latina, se reunirá con los trabajadores explotados de las maquiladoras y acabará con una misa simbólica en el borde de la frontera con El Paso (Texas).
La misa servirá para que el Papa hable de las penurias que pasan miles de migrantes al ser atacados por el crimen organizado y autoridades corruptas en México y criminalizados después en Estados Unidos. En las primeras filas de esta eucaristía estarán tres padres de los estudiantes de Ayotzinapa y otros familiares de desaparecidos en México, como las madres de las jóvenes que desaparecieron en Juárez para nunca más volver o de las que sólo aparecieron sus restos en el desierto.