El diario clandestino de Leopoldo López ha visto la luz este martes tras cumplirse dos años del ingreso en prisión del dirigente opositor venezolano. Bajo el título Preso pero libre (Península) el libro relata en primera persona la vida en la cárcel del exalcalde de Chacao, su encarcelamiento, así como el juicio por el que lo condenaron a 14 años sin libertad.
En febrero de 2014, las autoridades ordenaron el arresto de López acusándolo de ser responsable de la violencia surgida a raíz de las manifestaciones contra el Gobierno que se celebraron ese mes. Después de seis días escondido el político decidió entregarse y fue trasladado a la prisión militar de Ramo Verde. Un año y medio más tarde, la justicia venezolana lo condenó a más de una década de reclusión.
Pese a que organismos internacionales como Naciones Unidas o la Corte Interamericana de Derechos Humanos han criticado el proceso contra él, las autoridades venezolanas no han dado marcha atrás a su decisión, llegando incluso a trasladarlo de su celda inicial a otra de 2x2 metros donde permanece, denuncian López y sus allegados.
Aunque las páginas del libro están plagadas de situaciones duras para el reo, el texto es, ante todo, optimista. “Saldré fortalecido y sin rencores”, asegura López en las páginas de su diario. Las personas de su círculo afirman que el tiempo en prisión ha permitido a López desarrollar su espíritu.
“Leopoldo está en una suerte de nirvana. Se ha dedicado a la lectura profunda. Se ha dedicado al desarrollo de su religiosidad (…) No va a ser un vengador”, dijo su abogado, Juan Carlos Gutiérrez, a este diario en noviembre. “Leopoldo lleva esto con mucha dignidad, espiritualidad, paciencia y serenidad”, aseveró a EL ESPAÑOL la hermana mayor del reo, Diana López, el mes siguiente.
Éstas son algunas de las vivencias más duras del dirigente opositor en prisión:
La primera noche
Leopoldo López se entregó a las autoridades venezolanas del 18 de febrero de 2014. Lo hizo durante una concentración en el municipio caraqueño que dirigió, Chacao. Los asistentes vestían todos de blanco “en alusión a la paz”, como sugirió el opositor en un vídeo de convocatoria.
Ya en el Palacio de Justicia, la juez que había ordenado su arresto dictó encarcelarlo preventivamente en el penal militar de Ramo Verde. Allí, lo alojaron en el anexo, en lugar de con la mayoría de los presos. “Se cerró la puerta y luego los candados de la entrada al anexo”, relata. “El ruido lo percibí como un eco hondo que subió las escaleras anunciándome, o recordándome, que esta es una cárcel. Es el ruido más característico de este lugar, un sello que dice 'estás preso' (…) Esa primera noche en la cárcel es quizá la más larga. Es un punto de transición, de cierre de una etapa y comienzo de otra”.
Excrementos a través de la ventana
En octubre de 2014, López y otros presos en el anexo de la prisión comenzaron a protestar por su situación de aislamiento. Sistemáticamente, golpeaban los barrotes de sus celdas a la misma hora y gritaban consignas. Una noche, protestaron durante horas. Pero al llegar la medianoche sucedió algo que los reos no se esperaban.
“Escuchamos ruidos en la azotea y repentinamente entraron por nuestras ventanas bolsas de excremento humano. Era la respuesta del director del penal: Homero Miranda había mandado a sus subalternos a lanzar mierda en nuestras celdas”, escribe López, que asegura que a continuación el personal de la prisión cortó el suministro de agua para impedir que los reprendidos limpiasen sus celdas.
Las requisas
Durante el tiempo que lleva en Ramo Verde, el líder opositor ha sufrido numerosas incursiones en su celda de funcionarios para revisar y confiscar sus pertenencias, denuncia. Es en el segundo capítulo del libro donde López describe uno de estos episodios por primera vez.
“Me percaté de la presencia de estos hombres cuando oí unos ruidos y al abrir los ojos estaban allí tres hombres observándome mientras dormía”, recuerda. “Tomaron mis cuadernos, mis diarios y las notas para mi defensa. Dijeron que eso les interesaba; traté de impedir que se los llevaran, pero me golpearon (…) luego supimos que eran de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim)”.
Una de las peores requisas fue la que tuvo lugar poco antes del primer aniversario de su llegada al penal. Los golpes de varios miembros del Dgcim en la puerta de su celda lo despertaron. López se negó a dejarlos entrar.
Después de varias intentonas, llegó el director del centro. Finalmente, los funcionarios optaron por usar un soplete para echar la reja abajo. Luego comenzó la requisa que se demoró unas siete horas. “Libro por libro, hoja por hoja, revisaron todo, leyeron todo, movieron todo”, rememora López, que tuvo que entregar su teléfono. “Estaban buscando cualquier cosa que pudieran usar en mi contra”.
La huelga de hambre
“Es el momento más duro desde que llegué a Ramo Verde”, asegura López en su diario. La huelga comenzó en mayo de 2015 y acabó luego de un mes cuando el Gobierno de Nicolás Maduro cumplió la exigencia del opositor de fijar una fecha para las elecciones legislativas.
Si bien la celda inicial de López tenía dos espacios que, en total, sumaban unos 14 metros cuadrados, López vive ahora en una celda de alrededor de 2x2 metros de superficie. En una ocasión, los funcionarios del Gobierno fueron a su nueva celda para hacer otra requisa. Esta vez se llevaron todo, incluidos los libros. Sólo le dejaron un par. Esa noche, cuando le subieron la cena, López dijo el primer no.
Ya había hablado de iniciar una huelga de hambre junto con el también líder opositor Daniel Ceballos, que también estaba en Ramo Verde. Esa noche se llevaron a Ceballos a la Penitenciaría General de Venezuela. Su traslado afectó mucho a López. Hoy Ceballos cumple arresto domiciliario por motivos de salud.
“Es el último recurso que tenemos para darle relevancia, para ejercer presión sobre la solución del problema de los más de setenta presos políticos”, escribe López sobre la huelga de hambre.