Este jueves se ha desvelado la incógnita que llevaba rondando en Birmania desde que el partido democrático de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi ganara las elecciones el pasado noviembre. ¿Quién será el candidato a presidente presentado por la Nobel de la Paz, ya que ella no puede serlo? ¿O acaso lo intentaría ella igualmente?
Finalmente el elegido ha sido Htin Kyaw, un antiguo compañero de universidad de Suu Kyi y desde entonces su cercano consejero. Es además, el marido de la diputada Su Su Lwin, hija del anterior secretario general del partido.
En un encuentro reciente entre líderes del futuro Gobierno y diplomáticos acreditados en Rangún, a la pregunta sobre qué cualidades debería tener el candidato a presidente, Aung San Suu Kyi volvió a insistir que si no era ella, debería ser alguien de su plena confianza.
Después de que la Liga Nacional para la Democracia como partido más votado haya presentado a su candidato, seguirá la nominación del Parlamento (que también domina la LND) que propone a un segundo candidato y un tercero que saldrá de las filas del Ejército. En la sesión de investidura -con fecha aún por fijar- se realizará la votación. El candidato con más apoyos se convertirá en presidente y los otros dos en vicepresidentes.
Hay una censura como en los momentos difíciles de la dictadura o incluso peor
Pero, ¿a qué se debe el silencio político en el país a pesar de la victoria de un partido pro democrático en las pasadas elecciones? Han pasado cuatro meses desde que se celebraron las elecciones y más de un mes de la formación del nuevo Parlamento birmano en el que la Liga Nacional para la Democracia, el partido que lidera la Premio Nobel de la Paz, tiene una aplastante mayoría. Desde entonces un completo silencio, comparable a la censura de los peores momentos de la dictadura, se cierne sobre las cuestiones políticas del país.
Los ciudadanos birmanos le dieron su confianza y desde entonces lo ha celebrado en silencio. Era inimaginable. Parece que se la tragado la tierra. En la inauguración del nuevo Parlamento el pasado 1 de febrero, entró por una puerta lateral del hemiciclo evitando así a los fotógrafos y a la prensa que esperaban retratar la historia con la entrada de la Dama, como se la conoce en el país, inaugurando la democracia en Myanmar. Fue en balde.
Ha reducido igualmente sus apariciones en público. Apenas participa en ningún evento. Y se podría asegurar que ha decretado expresamente silencio absoluto. No hay declaraciones ni de ella ni de nadie del entorno del partido. Lo ha sometido todo a una censura encubierta. “Es comparable a la censura de los momentos difíciles de la dictadura o incluso peor” se atreve a pronunciar Jerome Boruszewski, corresponsal de Radio France Internationale y uno de los más veteranos periodistas extranjeros en Myanmar.
En el país la noticia todo este tiempo ha sido que no había noticia y todo gira en torno al silencio sepulcral que gobierna Nay Pyi Taw, la nueva capital del país, una ciudad ya de por sí fantasma en donde sólo viven diputados y burócratas de lunes a viernes. El fin de semana vuelven a Rangún, la capital económica y mayor ciudad del país donde todavía residen las embajadas y misiones diplomáticas extranjeras que se resisten a trasladarse.
Fueron 60 años de gobierno militar, un gobierno que anuló su victoria en las elecciones de 1990, la mantuvo en arresto domiciliario durante 15 años y reescribió la Constitución para no permitirla ser presidente. El artículo 59 (f) de la Constitución birmana menciona que nadie con familia directa extranjera puede asumir la jefatura del estado. Suu Kyi se casó con un académico inglés y tiene dos hijos que optaron por esa nacionalidad.
Es un momento muy delicado y tiene miedo. Miedo de hacerlo mal con los militares y miedo de fallar a la gente de su país
También ha mencionado muchas veces que en esta nueva etapa de la transición birmana y a pesar de haber ganado las elecciones con el 80% de los escaños en liza, no busca el revanchismo ni la confrontación. No le conviene al país. Ni a ella. Bien sabe que con el Ejército birmano no se juega.
“Es un momento muy delicado y tiene miedo. Miedo de hacerlo mal con los militares y miedo de fallar a la gente de su país – opina de nuevo el periodista francés, quien continúa – además en Myanmar no hay tradición democrática de respecto al derecho a la información y a la libertad de prensa lo que explica que se gobierne en silencio sin necesidad de contarnos nada a la prensa”.
Por otro lado “la situación ha mejorado – advierte Lawi Weng, periodista local del semanario The Irrawaddy que se encuentra siempre en el punto de mira debido a que sus informaciones en la mayoría de los casos son críticas con el Gobierno – pero todavía no se puede informar con total libertad. Tenemos que autocensurarnos porque nos exponemos a que el Gobierno cargue con nosotros alegando asociación ilegal si hablamos con personas que al Ejército no le interesa o por desvelar secretos de Estado”.
El año pasado sin ir más lejos, 5 periodistas fueron condenados a 14 años de cárcel por publicar, según reza la sentencia, un reportaje con información falsa y poner en peligro la seguridad del Estado, una razón bastante contundente para que la prensa se ande con pies de plomo.
De todas formas nuevos tiempos corren en Myanmar y, si algo se sabe, es que Aung San Suu Kyi quiere ser presidenta. Y para ello ha estado negociando con el Ejército. Ya dijo durante la campaña electoral que si no la permitían presidir el país “iba a estar por encima del presidente”. De hecho su partido es ella. No ha permitido nunca que nadie le hiciera sombra.
La falta de cooperación de Suu Kyi con los medios se debe también al carácter autoritario y desconfiado de la premio Nobel
“La falta de cooperación de Aung San Suu Kyi y su partido con los medios - según Lawi Weng – se debe también al carácter autoritario y desconfiado de la premio Nobel”, algo en lo que coinciden otros periodistas y personas que han tenido la oportunidad de tratar con ella. De hecho Lawi intuye que “la relación con los medios no va a cambiar mucho durante el próximo Gobierno y la información por parte de la Administración si se produce, será con cuentagotas”.
En los últimos meses ha habido tres reuniones entre la líder de la Liga Nacional para la Democracia y el jefe del Ejército, el comandante en jefe, General Min Aung Hlaing, para tratar las cuestiones del traspaso de poderes. Unas negociaciones que deberían ser puro trámite en cualquier nación democrática, en Myanmar ponen al partido que ganó las elecciones a la defensiva, ya que aunque será un gobierno principalmente civil, los militares seguirán participando con el 25% de los escaños del Parlamento y tres ministerios que todavía consideran fundamentales para la seguridad y unidad del país (Interior, Defensa y Fronteras). Sin embargo nada ha trascendido de esos encuentros. Sólo rumores.
Carlos Sardiña, periodista independiente que lleva cubriendo el sudeste asiático desde 2010 y tuvo en alguna ocasión la oportunidad de entrevistar a la Dama, resume su silencio en base a tres motivos: “Tiene miedo de que, si las negociaciones con el Ejército se hacen de forma más pública, los generales puedan cerrarse en banda y hacerlas aún más difíciles. En segundo lugar, podría estar haciendo concesiones para asumir el poder que, simplemente, no puede explicar porque serían extremadamente impopulares. En tercer lugar, la falta de escrutinio público permite un margen de maniobra mayor.”
El último encuentro entre ambas partes se produjo el pasado miércoles 24 de febrero. Tras esa reunión, el Bangkok Post publicaba el sábado 27 citando a veteranos miembros del partido que preferían mantenerse en el anonimato, que la líder había renunciado por ahora a ser presidenta para participar en el Gobierno como ministra de Exteriores. Este cargo le permitiría estar cerca del presidente y sentarse también en el poderoso Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, el órgano en el que el Gobierno coincide con el Ejército.
Antes de ministra de Exteriores desde que comenzaron las negociaciones se ha hablado de una posible suspensión del artículo que la veta. Cualquier enmienda de la Constitución necesita el respaldo de más de dos tercios de la Cámara baja y aunque su partido ganó el 80% de los escaños, sólo se elegía el 75% de la Cámara; el otro 25 lo asigna directamente el Ejército. La fórmula de la suspensión sólo requeriría el 51%.
El Ejército no se opone a que la señora Suu sea presidenta, pero quizá en dos años. Ahora tiene que ganarse su confianza
Aung Ko, un antiguo general del Gobierno que ha comenzado a simpatizar con la Dama, llegó a comentar a la prensa local que de esa forma Suu Kyi podría convertirse en presidenta sin cambiar formalmente la Constitución que “no cita textualmente que el artículo 59(f) pueda ser suspendido”.
Sin embargo el periódico Myawaday, la voz oficial del Ejército, haciéndose eco de dichas declaraciones publicó una entrevista con el ministro de Información del Gobierno saliente, Ye Htut, quien aseguraba que cualquier artículo de la Constitución sólo puede ser suspendido en estado de emergencia, una situación que le corresponde declarar exclusivamente al Ejército.
El mismo artículo del Bangkok Post del sábado, basándose en las declaraciones de un antiguo general que optaba por no desvelar su identidad, sugiere que el Ejército no está totalmente en contra de modificar el texto fundamental para permitir a la carismática líder presidir, pero en todo caso no sería inmediatamente. El principal diario impreso tailandés en inglés cita textualmente: “El Ejército no se opone a que la señora Suu sea presidenta, pero no ahora. Ella tendría que ganarse la confianza de los militares y posiblemente en dos años se podría hablar de cambio constitucional”.
Queda aclarar el papel de Suu Kyi en el próximo gobierno. Quizá sea ministra de Exteriores
Otras cuestiones públicas importantes que afectan al futuro inmediato de la gobernabilidad de Myanmar son: ¿Cuál será el papel que definitivamente se asigne Aung San Suu Kyi en el próximo Gobierno? ¿Será ministra de Exteriores? Si es así tendrá que dejar el partido ya que según la Constitución los miembros del gobierno no pueden participar de las actividades de ningún partido político. Y en ese caso ¿Quién la sucederá en la secretaria general del partido?
De nuevo demasiadas preguntas para tan poca información. Se entiende por un lado que Aung San Suu Kyi actúe con suma cautela, algo en lo que coinciden todos los profesionales de la información consultados pero como recuerda el informador Carlos Sardiña “quizá también se esté perdiendo una importante oportunidad de implicar a la opinión pública en asuntos que afectan profundamente a la población de Birmania, lo cual resulta poco democrático”.