José Félix Pérez suma 23 años como secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal de Cuba y otros tantos como párroco de Santa Rita, el templo que se ubica en la colorida zona de Miramar en La Habana y que se ha erigido en punto de encuentro de las Damas de Blanco, quizás la organización más conocida de la disidencia cubana.
En las horas previas a la histórica llegada de Barack Obama a la mayor de las Antillas, EL ESPAÑOL se ha sentado con este sacerdote tan influyente (fue uno de los principales organizadores de la reciente visita del Papa Francisco) para hablar de religión y política en el único país comunista ubicado en Occidente.
¿Quiénes son las Damas de Blanco y a qué se dedican?
Hace trece años que las Damas de Blanco visitan la Parroquia de Santa Rita. Comenzó como un grupo reducido de madres y esposas de presos políticos que acudían allí a rezar por sus familiares en prisión. Progresivamente, este grupo fue aumentando, adquiriendo una mayor visibilidad y desde entonces cada domingo acuden a la misa.
Posteriormente a la misa y en las áreas de la vía pública, en las calles, ellas tienen sus manifestaciones de tipo político, su marcha y sus consignas. Dentro de la iglesia se da únicamente lo religioso; ellas acuden a la misa y dentro del templo ni siquiera está permitido a los periodistas hacerles entrevistas, ni fotos. Dentro del templo sólo es la misa, que es lo más sagrado que nosotros los cristianos hacemos. Las reuniones en los aledaños de la iglesia vienen a ocurrir a la una de la tarde, cuando ya no hay ninguna actividad dentro del templo; de hecho, a las doce y media se cierra.
¿Cuál es su visión de la actividad de las Damas?
Mi visión es sacerdotal. Soy un sacerdote y cuando ellas o cualquier otra persona que tiene un sufrimiento, una pena, acude a la iglesia, pues se la acoge. De hecho, todo el que viene a la iglesia y se comporta correctamente puede entrar. La iglesia no puede cerrar las puertas a nadie, a no ser que provoque un desorden. Por eso tú ves que cada domingo Santa Rita está abierta para las Damas de Blanco, y también para la seguridad del Estado, las personas que vienen a vigilarlas y que también entran al templo, evidentemente. Pero dentro todo transcurre con normalidad. Ya después sí, fuera en la calle puede haber momentos de confrontación y de violencia. Eso también ocurre.
Mi visión tiene que ser diferente según las épocas. Las Damas de Blanco comenzaron como un grupo pequeño, como dije antes, formado por esposas y madres de presos políticos. Posteriormente se ha ido incrementando con personas que ya uno no sabe, es decir, el grupo es muy numeroso. En la misa no es tanto, serán de veinte a treinta. Esas personas vienen por motivos religiosos; sin embargo, por motivos políticos se pueden reunir de ochenta a cien. Ya la composición de ese grupo ha variado mucho y puede haber personas con un ideal político muy definido, puede haber también otras personas que van por otros motivos, incluso motivos que pueden ser de infiltración dentro del grupo… Pero eso ya no lo conozco, porque lo mío es el grupo que viene a misa.
Mucho se viene comentando acerca de que algunos de los integrantes acuden únicamente con la intención de ganarse unos dólares, porque en la calle está el comentario de que la disidencia ha perdido crédito de un tiempo a esta parte con la llegada de gente que sólo participa porque recibe algo de dinero (supuestamente proveniente de Estados Unidos). Usted como párroco quizás debe guardar muchos secretos de confesión…
No, el secreto de confesión no tiene nada que ver aquí. De hecho, ninguna de ellas es feligresa; quiero decir que no son del territorio de la parroquia. Es curioso que en trece años y con tantas Damas de Blanco que han pasado por allí, ninguna es de la parroquia, sino de distintos lugares de La Habana y a veces de puntos más distantes.
¿A usted le consta que haya Damas de Blanco, dentro de este grupo heterogéneo del que habla, que se sumen únicamente por recibir una compensación económica?
Mire, no me pregunte porque yo no tengo un conocimiento de todas las Damas de Blanco. Conozco a las que yo llamo históricas, que son las que están desde el principio. Lo otro que dice no me consta, así que no tengo elementos como para pronunciarme sobre esa pregunta realmente.
Hago la pregunta de otra manera, ¿cree usted que se han desvirtuado desde sus comienzos hasta la actualidad?
Lo que siento es que ya es un grupo muy heterogéneo en su composición.
Respecto a aquellas primeras que comenzaron a funcionar, ¿usted entiende sus motivos?
Bueno, ya quedan muy poquitas de aquéllas porque muchas ya emigraron con sus esposos en la medida en que fueron siendo liberados.
¿Cómo podríamos resumir la opinión oficial de la Iglesia Católica al respecto?
Acoger al que sufre, eso es lo propio de la Iglesia. Si alguien le pide a la Iglesia un discurso político, no lo va a conseguir. No lo tiene. De hecho, en todos estos años ellas nunca han recibido, tampoco por mi parte como párroco, ningún tipo de connotación ni de destacar tampoco.
¿Cómo valora la relación de la Iglesia Católica con el régimen cubano después de la visita de Francisco?
La Iglesia tiene con el Gobierno una relación fluida y cordial a nivel institucional.
¿Qué desearía para el futuro de Cuba?
Algo muy concreto: que la gente conociera más a Cristo y que en Cristo pusiera las bases de la unidad, de la fraternidad entre las familias. La paz y el bienestar económico son importantes, pero desde una integración de la fe, porque todas las motivaciones políticas y económicas resultan ser fragmentarias. Habría que ir a las raíces para recuperar nuestras raíces cristianas como nación y acrecentar los valores que son propios de nuestra idiosincrasia: amistad, sinceridad, afabilidad, un pueblo que nunca ha sido rencoroso, interesado monetariamente… Eso me gustaría.
Los tiempos duros de persecución a la Iglesia por parte del Estado han quedado atrás…
Es difícil condensar un proceso que dura más de cincuenta años con una sola palabra. El término persecución requeriría muchísimos matices, y no es igual la situación que vivió la Iglesia en la década de los años sesenta, que los setenta o los ochenta. Requiere un análisis más detallado, pero la evolución es positiva.