Yoel, veterinario de profesión, estudió “una pila de años” pero ya no ejerce. Ahora conduce un taxi. Lo prefiere así. Si se dedica a su carrera, a la que ha invertido muchas horas de estudio, ganaría unos 600 pesos cubanos al mes, el equivalente a 24 dólares. “Eso no alcanza ni pá mierda”, dice el joven de 29 años.
Como chófer hace unos 600 dólares de promedio. Tampoco le alcanza, según cuenta, en una economía regida por el mercado negro, es decir, por el sobreprecio. El Estado cubano subsidia el transporte público, algunos alimentos, las medicinas son gratuitas, pero eso no es suficiente para las familias que deben buscar la forma de conseguir el sustento, ya sea vendiendo tazas de café, reparando ropa, ofreciendo algún servicio. De ahí la popular frase: “El cubano inventa del aire”.
El coche que Yoel conduce, cuyo propietario tiene otros cuatro, es un Hyundai de 2009 y cuesta unos 25 mil dólares en Cuba. Un Moskovich cuatro puertas, con treinta años a cuestas, es tasado en 10 mil dólares. Una cerveza vale un dólar. Una maestra, con su sueldo de diez dólares al mes, puede gastarlo completo si compra apenas tres kilos de carne de cerdo.
El económico es el principal cambio que necesita la isla, a entender de Yoel. La visita del presidente Barack Obama abre una tímida esperanza. “Los cambios los deciden ellos, los presidentes, nosotros, el pueblo, sólo podemos esperar”, dice resignado.
Que cambie todo
Yófer tiene 18 años y cree que lo que se ha vivido en estas semanas en su país, con los conciertos de Diplo y los Rolling Stones, es un “adelanto”. Cree que la isla se seguirá abriendo al mundo, porque “el puente ya se construyó”. Si se le pregunta a su mejor amigo Claudio, también de la misma edad, qué es lo que tiene que cambiar en Cuba, él dice que todo. Quiere que cambie el ambiente en el que se desenvuelven los jóvenes, que ellos puedan ser como quieran. “Me gustaría que mejorara todo”, reitera.
Adonis, habanero de 23 años, también coincide en que lo vivido en estos días es algo “trascendental”. Él tiene clara su gran inquietud en la Cuba del año 2016. “A mí me gustaría que este país tuviera lo que tiene todos los demás: internet”. Cree que, a pesar de los problemas económicos que viven como sociedad, con que la gente se pueda conectar “como cualquier otro país” ya sería un gran avance.
Los cubanos actualmente pueden tener acceso a internet en algunos sitios públicos como ciertas plazas y calles. Se les puede ver reunidos, con la mirada fija en la pantalla de los móviles u ordenadores mientras hacen videollamadas, revisan correos, se conectan con el exterior. Muchos son jóvenes que, a diferencia de las generaciones anteriores, están enganchados a la web. Como los chicos del mundo entero.
La conexión se paga por hora, a través de una tarjeta con un código secreto.
La sensación de estar conectado las 24 horas del día no existe en Cuba. El internet se vende por raciones limitadas y la juventud está hambrienta de más. “El futuro de este país, gracias al presidente de los Estados Unidos, está dando buenos pasos que marcan. Eso puede dar buenos frutos”, comenta Adonis, que luce tatuajes en su cuello y brazos.
La visita de Barack Obama es valorada de forma positiva por los jóvenes consultados. Cuando se les pregunta sobre política interna, aparece un silencio reflexivo que da paso a evasivas, que es la antesala a un “mejor pregúntale a él”. Es un tema denso que prefieren evitar. Por eso hablan de cambio en general, sin nombres ni apellidos.
Aislados del mundo
“El problema que tiene la juventud cubana es que estamos encerrados”. Así se siente Mauricio, con apenas 16 años. Él quiere viajar, quiere ver el mundo, vivirlo, y que el mundo sepa de sus costumbres. “Nos metimos mucho tiempo encerrados aquí. No conocíamos nada de otros países, no conocíamos lo que era viajar”.
Tiene también la sensación de que la juventud “no está perdida”. Cree que su país va a mejorar. “Vamos a poder encontrarle el gusto”, expresa. Este chico cree que es un paso adelante que algunos cubanos puedan viajar ahora, cosa que en otros tiempos era prohibitivo.
Eso puede reforzar los lazos, sobre todo emocionales, sociales, con gente en otros países, especialmente en el vecino del norte, donde viven millones de cubanos. “Este país puede mejorar mucho. Si seguimos así y podemos viajar yo podré conocer a mi familia que está en Estados Unidos y que nunca he visto”. Ese es su anhelo.