“Odioso asesinato”, un acto “incontestablemente terrorista”. Con estas palabras François Hollande ha condenado la mañana de este martes el doble asesinato de un matrimonio de policías en un ataque reivindicado por el autodenominado Estado Islámico. La pareja perdía la vida la tarde del lunes 13 de junio en el barrio residencial de Magnanville, a 50 kilómetros de París. El presunto responsable de los hechos, Larossi Abballa, abatido a tiros por las fuerzas del orden, no era ningún desconocido para las autoridades francesas.
En 2013, Abballa fue condenado a 18 meses de prisión por colaborar con una filial yihadista en Afganistán y Pakistán, seis de ellos en libertad condicional, pero cuando llegó la condena ya había cumplido el tiempo requerido para su encarcelamiento y salió en régimen de libertad condicional.
Aquel año este ciudadano francés de 25 años, originario de Mantes-la-Jolie, la misma comisaría de policía donde trabajaba la mujer policía asesinada y donde había trabajado su marido, parecía tener “un papel menor”, explica al diario Le Figaro Marc Trévidic, el juez de instrucción que hace tres años abrió una investigación contra Abballa. A la vista de los últimos acontecimientos, “parece que estos personajes no necesitan más que cinco o seis años para convertirse en locos furiosos”, remarca el ex vicepresidente encargado de la instrucción en la División Antiterrorista del Tribunal Superior de París.
El yihadista fue interrogado por Trévidic en el marco de una investigación sobre diferentes filiales islamistas radicales en Pakistán y Afganistán por pertenencia a grupo terrorista, entrenamiento y reclutamiento. Abballa era uno de ocho investigados. “Se trataba de un grupo de seis hombres, al menos dos de ellos se quedaron en Pakistán. Abballa se quedó en Francia”, recuerda el magistrado.
Entre el 5 de diciembre de 2010 y el 26 de febrero de 2011, los ocho hombres se reunieron regularmente en el parque de La Courneuve y de Argenteuil, en la afueras de la capital francesa. Su objetivo: entrenarse físicamente para unirse al terrorismo yihadista.
Tras ser arrestado en la ciudad pakistaní de Lahore, donde debía reunirse con un contacto de Al Qaeda, Larossi fue devuelto inmediatamente a Francia donde fue juzgado y condenado por “asociación de malhechores en preparación de actos terroristas”.
"Impredecible y discreto"
En aquel entonces, Abballa Larossi no llamaba demasiado la atención. “Era un pobre tipo, como abundan en los dosieres islamistas, impredecible y discreto”, relata Trévidic. Lo que es indiscutible para el magistrado es que Larossi “quería participar en la yihad [armada]”, pero “a parte de sus malas compañías y algo de footing para mantenerse en forma… Poco se le podía reprochar en el marco de una investigación penal”.
Y es que, explica Trédevic, “tras su detención en la aduana, su conexión con la organización parecía haber visto su final”. Tras ser juzgado y condenado, Larossi “permanecía con prudencia en Francia”.
Larossi también aparecería en el marco de una investigación sobre un hombre que habría viajado a Siria, según publica el diario Le Monde. Al parecer, Larossi se relacionó recientemente con este individuo; sin embargo, no fue considerado como una amenaza por los investigadores.
No obstante, quien parecía un delincuente de poca monta, perseguido por robos y violencia, “ha querido que su acto sea reconocido como un acto terrorista”, ha afirmado esta mañana François Hollande. El propio Larossi insistió a lo largo de sus negociaciones con la policía -el presunto terrorista permaneció encerrado durante horas en la casa de las víctimas donde se encontraba el niño de tres años de la pareja-, que actuaba en nombre del Daesh (acrónimo del árabe para Estado Islámico), según las primeras informaciones publicadas en los medios franceses.
El periodista David Thomson, especialista en organizaciones yihadistas, ha informado de que Larossi Abballa también ha reivindicado el atentado a través de Facebook, donde de acuerdo con Thomson había publicado imágenes de las víctimas y un vídeo reclamando la autoría del doble asesinato. “Hemos respondido de manera positiva al sheij Adnani (un alto cargo del EI)”, “la Eurocopa será un cementerio”, son algunos de los mensajes que había publicado Abballa en la red social.
Todo ello según el periodista, que está siendo citado por varios medios y expertos como el director del Curso sobre Terrorismo Yihadista de la Universidad Pablo de Olavide Manuel R. Torres, pues el perfil de Abballa en la red social ha sido dado de baja por las autoridades. El periodista de RFI (Radio France International) asegura que en dicho vídeo Abballa llama “a asesinar a policías, a vigilantes de cárceles, a periodistas, a raperos… Citando sus nombres”.
Discreto y solitario
Este doble asesinato ha vuelto a hacer saltar todas las alarmas en Francia. Larossi Abballa ha puesto en entredicho la eficacia de los servicios de inteligencia. El portavoz del Ejecutivo, Stéphane Le Foll, se apresuraba esta mañana en hacer referencia a “lobos solitarios” y a la dificultad de “controlar a gente aislada que nunca se sabe cuando entrará en acción”.
Por su parte, el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, calificaba los hechos de “terrorismo abyecto” y remarcaba que, desde enero, se han detenido a cientos de radicales. Y es que, Abballa corresponde a uno de los perfiles terroristas más difíciles de identificar: discreto y solitario. Mientras tanto, la investigación continúa en la calle Roald Amundsen, en la localidad de Mantes-la-Jolie.
En la tercera planta de un edificio del renovado barrio de Val Fourré, la policía sigue las pistas de Abballa. En declaraciones a medios franceses, un joven del barrio aseguraba, asombrado por los hechos, que el presunto terrorista “era un buen tipo, sin historias, repartía sándwiches en el barrio”. No daba problemas, tampoco frecuentaba las salas de rezo. Concentrado en su empresa de comida rápida, “Dr. Food 78”, Abballa utilizaba las redes sociales para promocionar su servicio de comida a domicilio.
Sin embargo, el pasado 20 de abril, el presunto terrorista cambió su imagen de perfil, un fundido a negro, transformando la plataforma social en un escaparate de vídeos fomentando el odio, los asesinatos y el antisemitismo, explica Thomson. La investigación deberá aclarar cómo pudo actuar una persona que estaba siendo investigada ya por los servicios secretos.