Un enorme muñeco inflable de Donald Trump apareció la semana anterior cerca de uno de sus actos de campaña, en Phoenix, Arizona. El muñeco, con una expresión de enfado en su rostro, iba vestido con la tradicional bata blanca del Ku Klux Klan, con una esvástica en el pecho y estaba de pie al lado de un cartel que decía: "Make America Hate Again" ("Hagamos que Estados Unidos odie de nuevo", una parodia de su eslogan de campaña "Make America Great Again", "Hagamos que Estados Unidos sea grande de nuevo").
La imagen negativa de Trump ha crecido hasta alcanzar un nuevo pico: el 70% de los estadounidenses tienen una imagen negativa del virtual candidato presidencial republicano.
Mientras, un grupo de delegados de su partido quiere cambiar las reglas de la Convención Nacional Republicana, que se realizará a finales de julio en Cleveland, para impedir que Trump sea el candidato y evitar lo que, prevén, será una derrota vergonzosa en las elecciones generales de noviembre. El presidente de la cámara de representantes, el conservador Paul Ryan, ha dicho que él no les impondrá el voto.
Estos son sólo algunos síntomas del sentimiento anti-Trump que germina en Estados Unidos y que en los últimos días, después del tiroteo de Orlando, la peor matanza con un arma de fuego perpetrada por una persona en la historia de Estados Unidos, parece haber cobrado más fuerza que nunca. Incluso un joven de 19 años detenido durante un mitin de Trump el pasado sábado ha confesado que llevaba un año planeando matarle. La policía lo arrestó cuando intentó arrebatar el arma a un agente para disparar contra el candidato republicano.
La última encuesta del periódico The Washington Post y la cadena de noticias ABC muestra que sus declaraciones a raíz de la tragedia fueron letales para el abanderado de los republicanos: siete de cada diez estadounidenses tienen una mala imagen suya; entre los jóvenes, esa proporción sube al 75%; entre las mujeres, al 77%, y entre los hispanos, a un altísimo 89%. Los latinos, a quienes Trump ha denostado desde el inicio de su campaña presidencial, pueden tener además una influencia determinante.
El promedio de las encuestas del sitio RealClearPolitics, que a finales de mayo llegó a mostrar a Trump unas décimas por delante de la virtual candidata demócrata, Hillary Clinton, ahora se ha dado la vuelta y tiene a la demócrata claramente en la delantera con una ventaja de más de cinco puntos.
No es un dato menor, ya que es durante el verano boreal cuando se asientan las dinámicas que suelen dominar la campaña presidencial hasta la elección general, que se realizará el 8 de noviembre. Clinton, además, aparece bien posicionada en los 11 estados donde se resolverá la elección: Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Nevada, New Hampshire, Carolina del Norte, Ohio, Pensilvania, Virginia y Wisconsin.
No ha habido uno sólo de los humoristas que dominan las televisiones de Estados Unidos por la noche que no haya hecho una carnicería con los comentarios de Trump. Steven Colbert, uno de los más populares del país, lo ha llamado “gilipollas” al final de un largo monólogo muy popular en las redes sociales.
Han sido días, cuando menos, poco felices para Trump. Sus primeras reacciones a la matanza en la discoteca gay Pulse en Orlando desataron un aluvión de críticas y repudio, en particular, un mensaje en Twitter horas después de la masacre en el cual se “felicitó” a sí mismo por sus advertencias respecto al terrorismo. El discurso que brindó el día siguiente al tiroteo en el cual sugirió que los musulmanes habían sido cómplices de los ataques terroristas y propuso prohibir la inmigración de refugiados y de personas de países vinculados al terrorismo, le ha dado más fuerza al aura de racismo y xenofobia que rodea a su campaña y ha causado escozor en muchos republicanos.
Una de las señales más contundentes de que su campaña tiene problemas es que Trump ha desvinculado a su jefe de campaña, Corey Lewandowski, una figura muy controvertida, notoria por un enfrentamiento con una reportera que terminó por demandarlo en los tribunales por agresión física. Lewandowski la sujetó del brazo para intentar apartarla de Trump al final de un acto de campaña en Florida, cuando la reportera intentaba hacerle una pregunta. Todo el episodio ha terminado por alimentar el enfrentamiento de Trump con la prensa.
La respuesta de Trump a la masacre de Orlando ha llegado después de que atacara a un juez que lleva una demanda por supuesto fraude contra uno de sus negocios, la ya difunta Trump University. El juez, Gonzalo Curiel, es hijo de inmigrantes mexicanos. Trump lo acusó de ser parcial por ser hijo de mexicanos, un comentario que le ha generado una catarata de repudio: todos, hasta las figuras de su propio partido, como el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, lo han acusado de ser racista.
“Afirmar que una persona no puede hacer su trabajo por su raza es más o menos la definición de libro de racismo”, ha dicho Ryan.
El líder de los republicanos ha dicho que no le quitará su respaldo formal a Trump, pero tampoco ha condenado el intento de un grupo de delegados por cambiar las reglas del partido para negarle la candidatura, un complot que Trump ha denunciado como una maniobra ilegal.
“Primero, es ilegal. Segundo, no se puede hacer. Tercero, hemos logrado 13, casi 14 millones de votos en las primarias”, ha dicho el fin de semana el magnate.
Los rebeldes se proponen introducir una "cláusula de conciencia" que dé libertad a los delegados en la Convención Nacional del partido para poder negarse a apoyar a Trump.
Ningún candidato en la historia del Partido Republicano ha logrado tantos votos en las primarias presidenciales como el multimillonario. Pero eso no parece importarle a muchos republicanos, ante las evidencias de que el magnate inmobiliario podría llegar a encaminarse a una de las peores derrotas electorales en la historia de Estados Unidos.
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