Hillary Clinton celebraba su victoria en las primarias presidenciales cuando llamó a los estadounidenses a ser generosos y solidarios, y definió: “Estas elecciones son sobre quiénes somos como nación”.
Donald Trump atacó a Hillary Clinton, criticó a los políticos del país, dijo que lograría un cambio real, y prometió: “Amamos a nuestro país. Podemos transformarlo. Vamos a hacerlo poniendo a Estados Unidos primero”.
Barack Obama, ansioso por impedir que el republicano sea su sucesor, le dio todo su respaldo a su ex secretaria de Estado, defendió los valores demócratas son "los que hacen grande a Estados Unidos”.
Es un momento existencial en la historia de Estados Unidos
Esos fueron los discursos en los días anteriores a la matanza de Orlando, el peor tiroteo en la historia del país y el ataque más letal desde los atentados del 11-S. Nada de lo que han dicho luego estas tres principales figuras de los comicios presidenciales del próximo 8 de noviembre en EEUU ha cambiado el fondo de la pelea. Al contrario: ahora, las apuestas cobran mucha más fuerza. El mensaje ha sido unívoco: en noviembre, además de elegir un nuevo presidente, los estadounidenses optarán por una identidad de país.
“Es un momento existencial en la historia de Estados Unidos”, resume Thomas Mann, politólogo, investigador de la Brookings Institution, un centro de estudios de Washington a EL ESPAÑOL. “La candidatura de Trump ha cambiado por completo el significado de las elecciones. Ahora se trata de si Estados Unidos estará a la altura de las circunstancias y derrotará decididamente a este candidato odioso, vacío, peligroso e incompetente”, sentencia.
Este año, como en ningún otro, Estados Unidos afronta unos comicios únicos e inusuales en su historia. Por primera vez, un hombre sin experiencia alguna en la Administración pública y una mujer competirán por el Salón Oval de la Casa Blanca. Y lo harán en un clima de hastío: la mayoría de su conciudadanos cree que el país va en la dirección equivocada, y sólo dos de cada diez confían en el establishment político de Washington, según el Centro de Investigacion Pew.
Las elecciones pueden mirar a los valores de un país, y éstas elección caen en esta categoría. Ha pasado antes, aunque no de manera tan exagerada
A eso se suma ahora el ataque de Orlando, que ha profundizado las divisiones políticas. Obama y Clinton, ya abiertamente unidos, han defendido la estrategia oficial contra el autodenominado 'Estado Islámico', y han rechazado cualquier intento por excluir o discriminar a los musulmanes. Han llamado a la unidad.
Trump ha comenzado a profundizar en la campaña del miedo: ha acusado a los musulmanes de ser cómplices de los ataques, y ha cargado contra los inmigrantes, los refugiados, y ha dicho que la política de Obama ha debilitado al país.
Obama lo ha acusado, a su vez, de tener una “mentalidad peligrosa”, llevar al país a una de sus épocas más oscuras y pregonar posturas en contra de la democracia y los pilares fundacionales de Estados Unidos.
“Las elecciones pueden mirar a los valores de un país, y esta elección cae en esta categoría. Ha pasado antes, aunque no de una manera tan exagerada”, evalúa Julian Zelizer, historiador y profesor de la Universidad Princeton. “Como Donald Trump es tan extremista, la conversación ahora es diferente”.
Ambos candidatos han mostrado un lenguaje y un tono que no pueden estar más alejados el uno del otro. Trump ha desplegado un mensaje racista, xenófobo, y ha encolerizado a varios grupos y minorías –mujeres, musulmanes, mexicanos, hispanos, afroamericanos–, mientras que Clinton ha buscado incluir al crisol demográfico del país dentro de su discurso proselitista. Tras la matanza en Orlando, que dejó a 49 víctimas mortales y 53 heridos, llamó a la unidad y le envió gestos de amistad a los musulmanes.
Robert Shapiro, profesor de la Universidad Columbia, opina que la discusión sobre la identidad del país está atada, además, a “las ansiedades y las incertidumbres” respecto del bienestar económico y la seguridad nacional.
“La respuesta de Trump ha sido atacar a los inmigrantes, a la idea de aceptar más refugiados, y ser más agresivo en seguridad nacional y en ‘ganar’ en los acuerdos comerciales, los conflictos y la lucha contra el terrorismo. Clinton se opone a este comportamiento, y, sobre todo, al estilo de Trump”, señala Shapiro.
El mundo está observando con horror la campaña presidencial. Yo también
Las plataformas reflejan las posturas antagónicas. Clinton quiere darles ciudadanía a los inmigrantes indocumentados; Trump quiere deportarlos, y construir un muro en la frontera con México. Clinton quiere imponer más controles a las armas de fuego; Trump ha sugerido que las masacres no ocurrirían si más gente tuviera armas para defenderse. Clinton está a favor del aborto y el matrimonio gay; Trump está en contra. Clinton quiere combatir el cambio climático; Trump no cree que el calentamiento global sea un problema. Clinton quiere subir el salario mínimo; Trump dijo primero que quería dejarlo intacto, pero después dijo que estaría dispuesto a aumentarlo. Clinton quiere subir impuestos a los más ricos, Trump quiere bajarlos. Y Trump ha sido mucho más crítico con los acuerdo de libre comercio que Clinton.
Los dos virtuales candidatos presidenciales –ambos aún deben ser formalmente ungidos en las convenciones de sus respectivos partidos a finales de julio– tienen algo en común: una alta imagen negativa, aunque la de Trump es peor (el 55% tiene una mala impresión de Clinton mientras que un 70% siente lo mismo por el magnate, según una encuesta del Washington Post). Ambos buscarán aprovecharlo con ácidos ataques en anuncios televisivos y las redes sociales, y contarán con recursos para hacerlo.
Este año, muchos esperan que se gaste más dinero que en la campaña presidencial de 2012, la más cara de la historia: dejó una cuenta final de 7.000 millones de dólares, según estimaciones a partir de los informes financieros de la Comisión Federal Electoral.
“La campaña por Trump será personal y fea. El racismo y la xenofobia serán más abiertos que nunca. Clinton hará campaña sobre los riesgos de elegir a Trump y la importancia de asegurar y mover adelante la agenda de Obama”, anticipa Mann.
Lejos de entusiasmarse por lo que depararán los próximos meses, concluye: “El mundo está observando con horror. Yo también”.
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