Ha ganado el brexit en el referéndum británico, pero el mero hecho de su celebración ya había logrado frenar los avances hacia una mayor integración en la Unión Europea. La consulta convocada por David Cameron ha dado alas a los partidos soberanistas y euroescépticos en países como Francia, Holanda o Italia, que reclaman también su propio referéndum. El líder antieuropeo holandés, Geert Wilders, se ha apresurado a declarar en la mañana de este viernes por Twitter: "¡Hurra por los británicos! Ahora es nuestro turno. Hora de un referéndum holandés".
Y muchos dirigentes europeos cuestionan abiertamente -ya lo hacían antes de conocer el resultado- el objetivo de caminar hacia “una unión cada vez más estrecha”, como dicen los Tratados. La respuesta a las múltiples crisis que vive la UE –refugiados, seguridad, deuda- no puede ser más Europa sino una pausa en el proceso de integración, alegan.
"Sea cual sea el voto británico, debemos dirigir una mirada crítica al futuro de la Unión. Sería una locura ignorar una señal de alerta como el referéndum de Reino Unido”, ha dicho el presidente del Consejo Europeo, el conservador polaco Donald Tusk.
Desde hace semanas, Tusk avisa en cada intervención pública de los riesgos de dejarse llevar por lo que él califica de “sueños utópicos” de una Europa federal. “Imponer visiones líricas y de hecho ingenuas de una total integración no es una respuesta adecuada a nuestros problemas. En primer lugar, porque no es posible y además porque, paradójicamente, promoverlas sólo conduce a reforzar a los euroescépticos, y no sólo en Reino Unido”, asegura el presidente del Consejo Europeo.
“Obsesionados con la idea de una integración instantánea y total, no nos hemos dado cuenta de que la gente normal, los ciudadanos de Europa, no comparten nuestro euro entusiasmo”, alega Tusk, entre cuyas funciones está organizar las cumbres de líderes de los 28 y preparar su agenda y conclusiones. “El espectro de la ruptura recorre Europa y la visión de una federación no me parece la mejor respuesta”, ha resaltado el presidente del Consejo Europeo.
Su postura la comparte uno de los políticos más veteranos de la escena europea, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. A su juicio, la respuesta al referéndum británico no puede ser un salto hacia una mayor integración, porque ello supondría ignorar la voluntad de los votantes. La consulta debe interpretarse como una “llamada de atención”. “En cualquier caso, debemos examinar de forma seria cómo reducir la burocracia en Europa. Y en algunas áreas, debemos encontrar alguna forma para que los Estados miembros recuperen más autonomía, como piden los británicos”, ha dicho en una entrevista a Der Spiegel.
También los países del Este -en particular Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia- han reclamado ya una renacionalización de políticas que ahora están en manos de la UE. En particular, se oponen a que Bruselas pueda imponerles cuotas de acogida de refugiados.
Otros países también piden referendos
El referéndum británico y la renegociación anterior llevada a cabo por el primer ministro, David Cameron, han marcado el camino a seguir a los partidos euroescépticos o populistas del resto de países de la UE. En febrero, los líderes europeos ofrecieron a Cameron un paquete de concesiones para frenar el brexit. La más importante, la posibilidad de denegar ayudas sociales a ciudadanos de otros países europeos, que cuestiona el principio de libre circulación de personas y la igualdad de trato entre ciudadanos comunitarios. Además, Reino Unido ya no está obligado a participar en nuevas políticas de integración europea.
“Es un ejercicio que pone a Europa contra las cuerdas desde el principio”, explica a EL ESPAÑOL Pol Morillas, investigador del Centro de Relaciones Internacionales de Barcelona (CIDOB). “Se ha dado cada vez más voz en Reino Unido y más allá a las fuerzas euroescépticas que lo que quieren es recuperar los poderes nacionales. Se refuerza esta agenda en un momento en que todas las otras crisis de la UE también van en la misma dirección”, subraya Morillas.
Siguiendo la estela británica, en la última semana han reclamado un referéndum sobre la UE la presidenta del Frente Nacional francés, Marine Le Pen; el líder del xenófobo Partido de la Libertad holandés, Geert Wilders; y el populista Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia. “Creo que cada país de la UE debería poder expresarse en el marco de un referéndum”, ha defendido Le Pen.
“Aunque este referéndum sólo afecta a Reino Unido, el sentimiento de crítica a la UE lo comparten tantos países en estos momentos que es muy arriesgando culpar únicamente a la pérfida Albion”, dice a este periódico el analista del Center for European Reform, Rem Korteweg. A su juicio, cabe esperar una proliferación de referendos sobre cuestiones europeas en los países miembros. Y hasta ahora casi siempre ha ganado el ‘no’, aumentando la visibilidad de las fuerzas euroescépticas y propiciando una mayor fragmentación en la Unión.
En Holanda, donde una nueva ley permite convocar consultas no vinculantes con 300.000 firmas, ya se celebró una en abril sobre el acuerdo comercial de la UE con Ucrania, que fue rechazado. El siguiente referéndum será en Hungría después de verano sobre las cuotas de refugiados. “Los referendos son una herramienta muy popular estos días para hacer política en toda Europa”, apunta Korteweg.
¿Hacia dos Europas?
Ante el auge del euroescepticismo, apenas hay políticos en Europa que defiendan como receta un nuevo salto en el proceso de integración. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, reconocido federalista, guarda silencio. Una de las pocas voces que se ha oído en los últimos días es la del ministro de Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo, que incluso se ha atrevido a recuperar un concepto casi tabú en Bruselas: los Estados Unidos de Europa. “La fórmula que el Gobierno español propone es una aceleración en el proceso de integración europea. Para cortar cualquier contagio, para cortar cualquier efecto emulación” del referéndum británico, dijo Margallo el lunes.
Para Vincenzo Scarpetta, analista del centro de estudios Open Europe, “el error más grave que se podría cometer después de este referéndum sería pensar que es como un cheque en blanco para seguir con la misma rutina de siempre”. “Repetir que necesitamos más Europa, sin explicar por qué o en qué políticas, no sólo es una retórica que pertenece al pasado y ya no funciona, sino que incluso podría tener efectos contraproducentes” generando más rechazo en la opinión pública, dice Scarpetta a EL ESPAÑOL.
Para el expresidente francés y líder del partido conservador galo, Nicolas Sarkozy, la solución pasa por una nueva reforma de los Tratados con el fin de crear “dos Europas”: la del euro, que sí avanzaría hacia una mayor integración, y la de los 28, que sería un mercado común con menos reglas. También Morillas considera que la evolución más probable de la UE en los próximos años es hacia una “arquitectura mucho más flexible”: “un núcleo duro que quiere integrarse más y un anillo externo que lo que quiere es libre comercio y mercado único”.
"La UE no está en riesgo de desaparecer. Pero va a cambiar. Seguirá siendo a 28 o 27 para algunas cosas y habrá un grupo mucho más pequeño (quizá de menos de los 19 países de la eurozona) que decida integrarse mucho más, algo necesario para que el euro sobreviva y sea un éxito", decía en una entrevista a EL ESPAÑOL el jurista Jean-Claude Piris, uno de los autores del vigente Tratado de Lisboa.
París y Berlín, en desacuerdo
En el pasado, todos los impulsos para avanzar en la construcción europea han partido de una iniciativa conjunta de Francia y Alemania. También esta vez, la canciller Angela Merkel y el presidente François Hollande han prometido un plan común para profundizar la integración de la eurozona. El problema ahora es que París y Berlín no están de acuerdo en cómo avanzar ni siquiera en la unión económica y monetaria. Unas diferencias que han desembocado en el actual bloqueo de la unión bancaria. El eje franco-alemán ya no funciona.
“Durante varios años se ha utilizado a Reino Unido como chivo expiatorio. Se ha dicho que no se avanza en la integración, sobre todo en la eurozona, porque Londres se opone a todo. Yo creo que esto es mentira. Uno de los motivos, si no el más importante, por el que no se progresa es porque hay divergencias entre los propios países que comparten la moneda única”, sostiene Scarpetta. “Alemania y Francia tienen visiones distintas. Según Alemania, más integración quiere decir mayor control centralizado de los presupuestos nacionales. Y luego quizá a lo mejor se podrá hablar de más solidaridad y eurobonos. Y para Francia es al revés”, argumenta el investigador de Open Europe.
Las primeras respuestas al futuro de la Unión Europea tras el referéndum británico surgirán de la cumbre de líderes europeos que se celebra el 28 y 29 de junio en Bruselas. Allí, los jefes de Estado y de Gobierno tienen previsto analizar los resultados y empezar a discutir los siguientes pasos. “La eurozona es un caso aparte. Pero en las políticas en las que participan los 28, no veo un gran potencial para nuevas iniciativas de integración”, asegura Korteweg.
Noticias relacionadas
- Victoria del 'brexit': los británicos se van de la Unión Europea
- 20 respuestas a lo que vendrá tras la consulta del 'brexit', según sus protagonistas
- El ‘Brexit’ acerca a Escocia a su independencia
- 'Gibraltar, europeo': el Peñón ha dado un rotundo no al 'brexit'
- Cameron contra el 'brexit' "para que nuestros hijos y nietos tengan un futuro más prometedor"
- Las mejores imágenes del día D: así votan los británicos entre el 'brexit' y la UE