Edimburgo

Henry Page tiene 61 años y es voluntario de la plataforma Vote Leave (Vota por irte) en Edimburgo. La sede de la campaña está en su casa, una pequeña mansión en la calle Brunswick. Hay panfletos, globos, bolígrafos y pancartas esparcidas por todo el salón. “No soy un portavoz, sólo te cuento mi opinión”, aclara. Después de repetir el argumentario de los partidarios de la salida de Reino Unido de la Unión Europea –exceso de inmigración, falta de democracia, coste económico–, concluye sosegado: “Creo que vamos a perder. Creo que la gente preferirá lo malo conocido que lo bueno por conocer, pero al menos hemos planteado un debate, hemos conseguido que Bruselas se replantee algunas cosas. Las instituciones son ineficientes, corruptas, no hay una democracia real”.

 

Escocia no es nación para brexiters. Lo dicen todas las encuestas que se han publicado durante los últimos meses. Cuatro de las diez áreas más partidarias de la permanencia (remain) están al norte del muro; no el de Poniente, sino el del emperador Adriano, construido en el siglo II como un presagio de la actual frontera entre Inglaterra y Escocia. Son Aberdeen, Stirling, West Durbantonshire y Edimburgo. En esta última es casi imposible encontrar a alguien que reconozca haber apoyado al leave este jueves. Durante el día, de vez en cuando se ve a alguien con chapas del Partido Laborista, el SNP o la plataforma Stronger IN Europe apoyando la permanencia.

 

Muchos de los que votaron a primera hora –las urnas abrieron a las 7 de la mañana– eran estudiantes universitarios o jóvenes profesionales, una de las “minas demográficas” del remain. Frente a la catedral de St. Giles y a unos metros de la estatua del pensador David Hume se encuentra una de las polling station (colegio electoral) más animadas del centro. Robert y Becky son dos jóvenes científicos de 22 y 24 años y no ven a Escocia fuera de la Unión Europea: “Tenemos que mirar hacia fuera en vez de cerrar las puestas a nuestros vecinos, especialmente en el ámbito de la ciencia. La libertad de movimiento nos permite trabajar con gente muy cualificada de otros países”. 

 

¿Y la inmigración “no cualificada” a la que muchos partidarios del leave culpan de dinamitar la sanidad el mercado laboral? “Se han dicho muchas mentiras. La gente que viene a Reino Unido contribuye económicamente”, responde Becky. “Lo único que no me gusta es la falta de democracia de la Unión Europea. En teoría, los que están allí son nuestros representantes, pero hay muchas decisiones que se toman al margen de la gente”, añade Robert.  

 

Nicola Sturgeon votaba poco antes de las 10 en Glasgow, acompañada de su marido. La líder del SNP ha sido una de las defensoras más destacadas del remain durante la campaña. “He votado con el corazón y con la cabeza”, anunciaba en su cuenta de Twitter. “Con la cabeza porque seguir en la Unión Europea es lo mejor para nuestros trabajos, para las inversiones y porque de ello depende nuestro lugar en el mercado único. También es lo mejor para proteger nuestra libertad para viajar sin trabas”, explicaba frente a su colegio electoral. “Y he votado con el corazón porque quiero seguir viviendo en un país que mira hacia fuera, que es acogedor, abierto e inclusivo”.

 

Claire Miller, miembro del Partido Verde Escocés, invoca los principios fundacionales de la Unión Europea: “La paz, la humanidad, el fin del conflicto”. Critica la pasividad de los socios ante “el reto del cambio climático” y la gestión de la crisis de los refugiados, pero tiene claro que Reino Unido “tiene que estar dentro para poder influir en las decisiones. Hay que cambiar las instituciones desde dentro”, asegura. Miller lleva toda la tarde haciendo campaña en la estación de tren de Waverley. Cerca de ella hay un grupo de voluntarios del movimiento Stronger IN Europe.

Patrick es voluntario de la campaña europeísta. E.V.

 

Patrick G. es uno de ellos. Estudia Historia en la Universidad de Edimburgo y acaba de tener un pequeño encontronazo con un hombre mientras repartía folletos a favor del remain. “La campaña del leave ha sido xenófoba y ha creado un clima político muy nocivo. En último lugar, toda esta gente –Nigel Farage, Boris Johnson– lo hace por motivos egoístas. Nunca antes los había oído hablar de austeridad o de los derechos de los trabajadores. Y cualquiera sabe lo que nos pasaría fuera, no tienen un plan”, protesta. ¿Hay algo que no le guste de la Unión Europea? “Sí, lo que han hecho con Grecia”.

 

En el barrio de Henry, dos ancianas y un matrimonio evitan las preguntas. Parece que los partidarios del leave son pocos, demasiado discretos o están muy ocupados (Sorry, I’m busy). “Durante la campaña hemos sido muy visibles, muy enérgicos, creíamos de verdad que podíamos alcanzar un 50% - 50% en Escocia”, explica el voluntario. “Pero la muerte de Jo Cox, una cosa terrible, ha supuesto un cambio muy fuerte. Interrumpimos la campaña justo cuando estábamos creciendo y parece que alguna gente ha simpatizado con la idea del remain porque era la que ella apoyaba”.

 

Page compara el asesinato de la diputada laborista con el del archiduque de Austria en 1914, que desencadenó la Primera Guerra Mundial: “Un loco puede cambiar la Historia”, dice. En cualquier caso, Edimburgo no era un terreno fértil para los eurófilos: “Las grandes ciudades son partidarias de la permanencia, pero si vas a zonas rurales, donde está la clase obrera, donde la gente está sufriendo más por la inmigración (polacos, rumanos), donde los sueldos han bajado por la llegada de trabajadores no cualificados, donde no tienen hueco en las escuelas, no encuentran casa, el NHS [la sanidad pública] está a tope… Ahí está el voto del leave”.

 

Lo que cuenta es verdad a medias. Incluso en las áreas no urbanas, en Escocia se impone el remain. “Sí, bueno, porque la postura oficial del SNP es la permanencia y tienen muchos apoyos. Pero en las zonas profundas de Inglaterra es distinto. Mi hermano tiene una granja en el norte y toda la gente que conoce va a votar para que salgamos de la Unión Europea”.

LA AMENAZA DE UN NUEVO DESAFÍO SOBERANISTA

 

El SNP ha sido muy claro respecto a las consecuencias del brexit: si Reino Unido en su conjunto decide abandonar la Unión Europea pero Escocia vota quedarse, se abre la puerta a un segundo referéndum de independencia. El primero tuvo lugar en septiembre de 2014 y el 'no' ganó con el 55% de los votos. Durante aquella campaña, la salida de Escocia de la libra fue una de las bazas que jugaron los que se oponían a que Gran Bretaña se partiese en dos. Sin embargo, un nuevo tablero político requeriría una nueva consulta, ha defendido Sturgeon durante los últimos meses.

 

 

Jemma Porter tiene 30 años y sale entusiasmada del colegio electoral. “Me siento más europea que británica. He vivido en Francia, en Alemania, en España… ¡Escocia sería un lugar horrible si nos cerrásemos a la gente de fuera!”, explica. “La burocracia a veces no funciona, es cierto, pero no puedes salir corriendo porque algo no funcione bien, habrá que arreglarlo”, dice su padre. Están seguros de que los británicos decidirán quedarse, pero si Inglaterra “arrastrase” a Escocia lejos del Canal de la Mancha, no tienen dudas de que habría un segundo referéndum de independencia. Y que esta vez saldrían de Reino Unido… para no salir de la Unión Europea.

 

Aunque quedan varias horas para que se cierren los colegios electorales (a las 10 de la noche, las 11 en España). Los resultados empezarán a perfilarse entre las tres y las cuatro de la madrugada. En Edimburgo amanece poco después de esa hora. Henry deja que le tomen unas fotos y accede a tocar una canción con la gaita, que reposa sobre el sillón de la caótica sala de estar. Cuando termina, le pregunto el nombre de la melodía. “My home (mi hogar). Qué bonita coincidencia. Es la canción perfecta para un día como hoy”.

Henry espera que sus compatriotas voten por irse. E.V.

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