Mientras cerraban los colegios electorales el jueves por la noche, en la Royal Opera de Londres el coro cantaba "Oh, mia patria, sì bella y perduta", en la escena cumbre del Va, pensiero. Era la última noche de Plácido Domingo en el papel que da nombre a la ópera Nabucco.
No muy lejos de allí, en un anfiteatro de madera nueva con sillas de diseño, los profesores de la London School of Economics se reían al pronunciar Gibraltar, hacían chistes sobre la campaña y daban consejos a Nigel Farage para “relanzar su marca”. Fuera de la sala de conferencias, profesores, alumnos y periodistas bebían champán. Alguno se traía las copas dentro. “Bebed hasta la última gota”, recomendaba el jefe de un instituto dedicado al “Reino Unido en una Europa cambiante” que tiene esta universidad de las élites intelectuales británicas.
Alguno se atrevía a hacer predicciones sobre por cuánto ganarían los partidarios de la UE. “Pero no lo tuitéis”, decía. La única cuestión antes de la medianoche parecía ser por cuánto ganaría de la opción que defendía David Cameron y cómo de duraderas serían las consecuencias para la política británica de una campaña bronca y en la que ningún líder había salido bien parado.
Ahora bien, en lo que casi todos estaban de acuerdo era en la división de la sociedad británica, en las dos almas, o tal vez las dos patrias, del Reino Unido. No sabrían qué alma había ganado hasta las cinco menos veinte de la mañana. A esa hora, justo cuando salía el sol, la voz de David Dimbleby (77 años) anunció que los británicos habían cambiado de opinión sobre su pertenencia al proyecto europeo. Él mismo había cantado el resultado del referéndum de 1975.
LA PATRIA PERDIDA
La “patria perdida” del pasado es ahora la “patria perdida” de los jóvenes que votaron mayoritariamente a favor del país integrado en la UE que siempre han conocido.
Quienes apoyaron el brexit en los porcentajes más altos son los que ya tuvieron la oportunidad de votar sobre la pertenencia a la Comunidad Económica Europea en 1975. Es decir, los que hace 41 años eran mayores de edad. Entonces el 67% de la población votó a favor de quedarse. Pero la Comunidad era poco más que un acuerdo comercial y una promesa de no hacer la guerra.
“Algo positivo de esta campaña es que ha habido implicación pública… Los votantes han pensado sobre su identidad, han aprendido algo de las instituciones europeas. ¡Los tabloides hablando de qué es el mercado único!”, decía Simon Hix, politólogo de la LSE, antes de saber hacia donde había llevado esa reflexión.
La fractura del Reino Unido nunca se ha visto más clara que en esta campaña y en los resultados revelados el viernes al alba. Votaron por quedarse los menores de 50 años, los habitantes de Londres, de Edimburgo o de Manchester, los universitarios, los profesionales con ingresos altos y medio-altos. Votaron en contra los mayores, los habitantes de las ciudades medianas como Portsmouth, Coventry o Swansea, los menos formados y los de ingresos bajos y medio-bajos. La brecha también se nota entre los que tienen y los que no tienen pasaporte.
“La fractura es entre grupos sociales con diferentes escalas de valores más que entre personas con diferencias económicas”, explicaba Matthew Goodwin, de la Universidad de Kent.
El periodico i, que se vende por 40 peniques, titulaba en su portada: “Una nación dividida”. Su edición no incluye los resultados definitivos, pero ya sabía que ése enfoque seguiría siendo válido pasara lo que pasara.
OTRO DÍA EN EL PARAÍSO
Aunque la mayoría de los conservadores votaron a favor de marcharse de la Unión Europea, no hubo tanta división partidista. Había tories y laboristas en ambos lados. El único partido donde no se notaba la fragmentación era el UKIP. Así, para los políticos de los dos grandes partidos era arriesgado posicionarse en un asunto sobre el que sabían alienarían seguro a una parte de su electorado.
La causa europea tenía pocos aliados.
Para quienes hemos visto a David Cameron dar ruedas de prensa en Bruselas protestando contra la UE era muy chocante verlo ahora defendiendo las ventajas del club para los británicos. Les pasó lo mismo a los votantes.
“Bruselas… Otro día en el paraíso”, empezaba irónico una rueda de prensa en septiembre de 2014 después de una cumbre entre risas de los reporteros, la mayoría con ganas de acorralarlo sobre sus “cesiones” a la Unión.
SIETE Y MEDIO, TAL VEZ SIETE
Jeremy Corbyn, el líder laborista, dijo estar entre el 33% de personas que en 1975 votó “no” a la Comunidad Económica Europea. Ahora apoyaba la pertenencia, pero con pocas ganas. Interrogado sobre su entusiasmo por la UE del uno al 10 dijo: “Estamos en un siete, siete y medio. Tal vez siete”.
Uno de cada dos votantes laboristas decía antes del referéndum no saber cuál era la posición de su partido sobre la UE. Los discursos más apasionados los hizo Gordon Brown, el ex primer ministro que ayudó a que Escocia se quedara en el Reino Unido en el referéndum de 2014.
Los habitantes del Noreste de Inglaterra, el gran feudo laborista, votaron a favor de salir de la UE.
Incluso los que más confiaban en que los británicos al final votarían a favor de quedarse reconocían los límites de la campaña del “remain”, sin unidad de mensajes y con pocas respuestas a la ofensiva contra la inmigración que arrastraba a los votantes del 'no'.
La campaña del brexit envió el jueves un e-mail a sus seguidores en contra de los londinenses y los escoceses, los más partidarios de quedarse.
El UKIP tomó la bandera de la lucha contra la inmigración y contra las élites identificadas con la aceptación de los extranjeros. “Eso lo hicieron muy bien, conseguir posicionarse como los que representaban las preocupaciones del pueblo”, dice Sarah Hubolt, del Instituto Europeo.
El jefe de investigación política de la BBC reconoció que algo se les estaba escapando sobre la mitad del país. David Cowling escribió en un memorandum interno: "Hay muchos millones de personas en el Reino Unido que no se entusiasman con la diversidad y que no abrazan valores urbanos, pero que no se consideran menos personas por eso". Esos son los que han sacado al Reino Unido de la Unión Europea.
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