Desde que el 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI anunciara su renuncia, no ha sido muy común verlo junto a su sucesor. Pero la imagen volvió a producirse este martes, cuando Francisco quiso recibir en el Vaticano a Joseph Ratzinger para conmemorar el 65 aniversario de la ordenación de este último como sacerdote. "Usted sigue sirviendo a la Iglesia y no deja de contribuir con vigor y sabiduría a su crecimiento", le dijo Jorge María Bergoglio al papa emérito. Un mensaje con el que parecía querer dar carpetazo a las insinuaciones sobre una difícil convivencia tras los muros vaticanos.
La última polémica resurgió hace un mes, cuando Georg Gänswein, secretario personal de Ratzinger, expresó en la presentación de un libro que existe "de facto un ministerio extensivo, con un miembro activo y otro contemplativo". Tornaron las voces negacionistas que llegaron a considerar ilegítimo a Francisco al inicio de su pontificado y reaparecieron los comentarios en prensa que, con mayor o menor intensidad, han alimentado la teoría del doble poder en el Vaticano.
"Papa sólo hay uno"
El propio Francisco trató de salir al paso este domingo a su regreso del viaje papal a Armenia cuando, cuestionado sobre el asunto dejó claro que “papa sólo hay uno”. Se permitió bromear asegurando que en la Iglesia ha habido periodos en los que han llegado a convivir hasta tres pontífices, pero subrayó que su antecesor se limita a la vida contemplativa, al rezo y que periódicamente se comunican para intercambiar opiniones.
El papa emérito reside en el monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano, aunque hay quienes no se toman las declaraciones de su secretario como un simple asunto semántico. Maria Antonietta Calabrò, quien fuera experta en periodismo de investigación del Corriere della Sera, subraya en conversación con este medio que “no se trata de un comentario cualquiera en un periódico, sino de la intervención sosegada” de alguien que conoce muy bien a Ratzinger.
Según Calabrò, que se ha ocupado durante años de la información del Vaticano, en 2014 un grupo de cardenales conservadores se dirigió al papa emérito para “expresarle su descontento” ante una hipotética apertura social con la que Francisco afrontaba el Sínodo de los Obispos sobre la familia.
El mejor ejemplo, opina la periodista, es “la estrecha relación” entre Ratzinger y el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe –que estuvo también dirigida por el papa alemán- y quintaesencia del inmovilismo vaticano. Precisamente Müller fue, junto con el también conservador Angelo Sodano, el único cardenal que le dedicó unas palabras a Ratzinger durante su homenaje este martes en el Vaticano.
Benedicto tranquiliza el ala dura
Pero si Calabrò matiza que la presencia de Benedicto tranquiliza al ala dura, pero no es él quien actúa como líder, el vaticanista Sandro Magister escribía hace semanas en la revista L’Espresso que Ratzinger sí que ejerce un papel activo como contrapoder. De acuerdo a su línea alejada al oficialismo vaticano, Magister ha cuestionado incluso desde un punto de vista jurídico y doctrinario la figura del papa emérito.
Sobre este asunto, Stefano Violi, profesor de Derecho Canónico de la Facultad de Emilia Romagna, escribió un ensayo en el que defendía desde una perspectiva teológica que todo papa cuenta con una obligación espiritual para ejercer su magisterio, que sigue existiendo pese a que pueda renunciar. Preguntado ahora al teléfono, señala que “al ser elegido papa le fue conferido un estatus del que no se puede desprender”.
Asuntos "simbólicos"
Por eso, según Violi, “sigue ejerciendo su papel de representante de la Iglesia universal, continúa vistiendo de blanco o firmando como Benedicto y no como Ratzinger”. Aunque para el profesor, se trata de asuntos “simbólicos”, puesto que la renuncia confiere un hecho irrevocable y “es Francisco el único que puede ostentar el poder” en la Iglesia.
Ésta es a la postre la posición defendida desde cualquier instancia vaticana, ya que de otra forma se estaría negando el dogma de la infalibilidad pontificia, que señala que la palabra del papa siempre es la última. Un grupo de cardenales conservadores, encabezado por el propio Müller y al que se añaden otros como el estadounidense Raymond Burke o el italiano Carlo Caffara, ya han mostrado públicamente en alguna ocasión que esto no siempre se aplica. Sea o no bajo la autoridad moral de un Joseph Ratzinger, que a sus 89 años pasa sus días sin apenas salir de un monasterio.