Erdogan vencido en Estambul… Babiš, primer ministro de la República Checa, denunciado en las calles por una inmensa muchedumbre… El chino Xi Jinping, humillado en Hong Kong por las gigantescas manifestaciones que se están produciendo… Los cinco reyes, poco a poco, se tambalean. Esos regímenes iliberales, que se decía que eran invencibles, se tambalean. Por no hablar de las elecciones europeas que han frustrado las esperanzas de los populistas y de Putin. Los pueblos también son demócratas y aún no han dicho la última palabra.
Se acaba la gira de mi obra de teatro Looking for Europe. ¿Quién dijo aquello de "un texto no se acaba nunca, solo está definitivamente inacabado"?
Mélenchon estancado en sus desaciertos, sus contradicciones y su megalomanía. ¿Dónde leí aquello de: "La manera de entrar en una época cuenta menos que la manera en la que se sale de ella"?
A toda esa izquierda, sobre todo a la rama ecologista, que le reprocha a Cohn-Bendit haberse convertido en un agente del macronismo triunfante: ¿quién ha cambiado más? ¿Él o esa izquierda? ¿Ese libertario consecuente, fiel al internacionalismo de su infancia y, por ende, visceralmente europeo, o los rebeldes sin causa que le atacan y que, a menudo, podrían pasar por populistas?
No solo es pernicioso el efecto invernadero, la ola de calor, etcétera, sino también la estupidez. Y ahí la tenemos, tan campante todo el año.
No solo es pernicioso el efecto invernadero, la ola de calor, etcétera, sino también la estupidez
Mystère Michéa. Retrato de un anarquista conservador, publicado en la editorial L’Escargot. Hemingway habla de libros hechos para durar menos que un cigarrillo. Pues ahí estamos.
Y, a la inversa, un libro bello, importante, que pasa desapercibido a los radares de la prensa, a los programas literarios y a los debates, a las redes supuestamente sociales e incluso a las revistas. Es el caso de Tout est accompli [Todo se ha llevado a cabo], de Yannick Haenel, François Meyronnis y Valentin Retz. Gracias a Cécile Guilbert por haber señalado, en una crónica en el diario Libération, este silencio despiadado y tranquilo. Volveré sobre ese asunto.
Alexis Duclos es fotógrafo. En la época en la que los periódicos aún se interesaban por los fotógrafos y los trataban como autores, fue una de las estrellas de la agencia Gamma. Fue entonces cuando me acompañó en muchísimos reportajes de guerra: Bosnia, Darfur, Libia y, más recientemente, en Kurdistán, etcétera. Hoy publica en la editorial Corridor Eléphant un libro con texto e imágenes llamado Métis [Mestizo], que recoge los testimonios de Harlem Désir, Jacques Vergès, Jean-Marie Périer, Daniel Périer, Daniel Picouly, Carlos Ghosn y Christiane Taubira, entre otros; el misterio del mestizaje, ese Otro dentro de lo Mismo cuyo primer mérito es desmontar las visiones etnicistas del mundo. ¿Cuál es el secreto de mi amigo?
Esa célebre cita de Rilke, que me persigue desde mis inicios: "Si el tiempo pasa y tu nombre circula entre los hombres, no hagas caso, piensa que se ha envilecido, recházalo y toma otro, el que sea, para que Dios pueda llamarte en plena noche, y guárdalo en secreto ante todos". ¿No llamamos acaso escritor a quien se ve así?
Me encuentro con la biografía de Henri Michaux, firmada por Jean-Pierre Martin, publicada hace unos años en Gallimard. La extrema dificultad de escribir la biografía de un escritor que se ha dedicado a multiplicar las máscaras, las pistas falsas, los señuelos. La imposibilidad de una vida cuyas huellas, como un Arkadin a la inversa, se ingenia para borrar, y cuyos hitos, a deconstruir. Esos escritores —aquí podríamos citar, sin duda, a Pessoa o a Blanchot— que han vivido, hasta el vértigo, las famosas palabras de Cioran: el riesgo de tener un día un biógrafo debería disuadirnos de vivir.
La obra de un escritor es un armario. Dentro del armario, como siempre, hay un cadáver. Soñamos con una investigación que plantease a los contemporáneos una sola pregunta: «¿Su cadáver?».
No tengo ni la más remota idea de los delitos que ha cometido Carlos Ghosn, el expresidente de Renault y Nissan. Pero contemplo el proceso catódico del que lleva siendo objeto desde hace un mes en Francia. Observo la alegría maliciosa que parece sentir todo el mundo, o casi todo el mundo, al ver reactivados, a su costa, los antiguos mitos del Capitolio y de la Roca Tarpeya, de la hoguera de las vanidades al estilo Tom Wolfe, de las miserias y esplendores de un cortesano convertido en señor, del hombre de la Máscara de Hierro que ha pasado de golpe y porrazo de la gloria al calabozo. Por último, oigo cosas sobre la fiesta organizada en el palacio de Versalles, con financiación supuestamente fraudulenta.
Ni que fuera la Francia del Antiguo Régimen, con las fluctuaciones de la fortuna en la corte de los reyes. El país de Saint-Simon, los cuchicheos, apuestas especulativas sobre el auge y caída de príncipes y poderosos. O, incluso, el "sol ofuscado" del que hablaba Paul Morand a propósito de Fouquet, y que se ha convertido en la "puesta de sol" en una pista de aterrizaje del aeropuerto de Tokio. La justicia, la verdadera justicia, ¿está en todo eso?
Y aquí tenemos también el mejor libro sobre Putin que hay hoy en día en lengua francesa; es de Galia Ackerman y se llama El regimiento inmortal, Premier Parallèle. Y digo que es el mejor porque es el primero, hasta donde yo sé, que se toma en serio la dimensión sagrada, casi religiosa, del putinismo.
La ola de calor, hasta ahora, era un fenómeno, un acontecimiento errático y anormal. Hoy en día ya es la norma. Como si el contrato natural se hubiese roto. O como si los dioses, o el mundo, se vengaran por la locura humana, que ya dura demasiado.
¿Qué quiere decir Rimbaud cuando se lamenta de que "la ciencia es demasiado lenta"?