Los planes de Boris Johnson para tapar la boca al Parlamento han fracasado por completo. La disolución de la Cámara de los Comunes entrará en vigor la semana que viene, pero la oposición y los diputados rebeldes han puesto ya en pie una ley que evitará el brexit salvaje el 31 de octubre y el primer ministro británico se ha visto obligado a llegar a un acuerdo de madrugada con la oposición para aceptar una prórroga a la salida de Reino Unido de la Unión Europea unos mese más, hasta el 31 de enero de 2020.
El nuevo escenario para el primer ministro británico le obliga a dar un volantazo en sus planes: "Consumar el brexit pase lo que pase", repetía desde que llegó a Downing Street para tomar el control del tortuoso divorcio con la Unión Europea. El premier construye ya junto a sus estrategas un relato para unas más que probables elecciones que dependen exclusivamente de la oposición, puesto que necesita tres quintas partes de los comunes para poder poner fecha a los comicios.
Boris quería que se celebraran ya, concretamente el 15 de octubre, para, en un nuevo órdago de la política británica, intentar ganar esas elecciones con mayoría y seguir con sus planes de un 'brexit' sin acuerdo.
Sin embargo, la postura de Jeremy Corbyn este martes en el Parlamento lo ha dejado fuera de juego. El líder laborista ha dejado de lado sus ganas de ir a las urnas para anunciar que sólo accedera a ir a elecciones cuando la legislación contra el brexit sin acuerdo esté ratificada y entre en vigor.
Es decir, los británicos no van a ir a votar antes del 1 de noviembre por orden y mandato de la oposición: "Sólo cuando estemos seguros de que el brexit sin acuerdo esté fuera de la mesa apoyaremos unas comicios anticipados", ha aclarado un portavoz de Corbyn.
Pese a sus capitulación para aceptar la prórroga, Boris Johnson no está muerto todavía y ha activado la maquinaria electoral, para, lleguen cuando lleguen, intentar sacar el mejor resultado en las urnas: "Si hay otro retraso inútil del brexit, será el único modo de resolver esto", ha reconocido en el Parlamento.
Su estrategia de cara a una campaña exprés es clara: plantear las elecciones como un segundo plebiscito del brexit y presentar a Jeremy Corbyn como una alternativa débil que no podrá ser tomada en serio en Bruselas.
Boris Johnson también jugará con la carta del miedo. El conservador intentará vender que él es el único que puede conseguir un mejor acuerdo de salida en un tiempo récord frente a unos laboristas que incluso han planteado si se debía convocar un segundo referéndum sobre el brexit.
Las elecciones se podrían convertir precisamente en un segundo plebiscito sobre el futuro de Reino Unido, una situación que, a priori, podría favorecer a los 'tories'.