Guantánamo es la cárcel más mencionada y la menos conocida. Se encuentra en una base militar en el oriente de Cuba, a tan sólo 800 kilómetros de Miami, y se ha ganado el derecho a ser reconocida como el centro de detención más caro del mundo. Lo que comenzó siendo una cárcel improvisada acabó albergando a cerca de 800 personas acusadas de pertenecer a Al Qaeda tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. En ese enjambre de alambradas, rejas y celdas de hormigón al aire libre, quedan 40 reos, todos musulmanes y la mayoría de ellos llevan más de 15 años encerrados a la espera de un juicio que nunca llega.
Los años pasan y la administración estadounidense sigue aumentando la inversión en este centro de máxima seguridad. De acuerdo con los últimos datos que ha publicado el New York Times, en el año 2018 el gasto anual rondó los 540 millones de dólares, lo que implica que la Casa Blanca destinó alrededor de 13,5 millones por preso al año.
En esta línea, la radio pública NPR asegura, tras una investigación previa, que Washington ha gastado más de 6.000 millones desde la apertura de la cárcel hace 18 años. Es decir, que la administración estadounidense gastó un promedio de 380 millones por año desde que se inició la campaña de la “guerra contra el terror” tras lo sucedido el 11-S.
Hace unos días, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tachó de "locura" los gastos de la prisión. "Operarla cuesta una fortuna y creo que es una locura. Estados Unidos no va a tener a miles y miles de personas varadas en la bahía de Guantánamo cautivas durante los próximos 50 años y nosotros gastando miles y miles de millones de dólares", sentenció. Sus palabras se contradicen con sus hechos: en el año 2018, Trump firmó una orden para mantener la cárcel abierta de manera indefinida.
Para que el lector se haga una idea del montante económico que se destina en esta prisión, la cárcel ‘Supermax’ en Colorado, conocida como la ‘Alcatraz de las Rocosas’, que acoge a reclusos de alta peligrosidad como el ‘El Chapo’ Guzmán o los terroristas del maratón de Boston cuesta a las arcas estadounidenses unos 78.000 dólares por reo al año, según las estimaciones del rotativo neoyorquino.
1.800 soldados velan por la seguridad
Pero, ¿por qué Guantánamo es la cárcel más cara del planeta?, ¿por qué Estados Unidos se empeña en gastar millones de dólares en una prisión situada en una lejana bahía de Cuba con tan solo 40 presos? Varios factores pueden explicar esto. Uno de ellos es la ubicación del centro, al no encontrarse en territorio estadounidense, el gobierno tiene que trasladar por aire o en barco a los funcionarios y abogados que trabajan en la isla.
Además, el equipo de seguridad del penal está formado por unos 1.800 soldados, lo que equivale a 45 guardias por cada preso. Los militares hacen sus guardias en los tres edificios que forman el penal, que cuentan en su interior con dos cuarteles generales, tres clínicas y dos complejos donde los prisioneros se reúnen con sus abogados. Otros soldados velan por la seguridad de Camp Justice, donde se encuentran la sala de audiencias del tribunal de guerra y la junta de la libertad condicional.
Las oficiales son destinados allí por un máximo de nueve meses y reciben una paga extra por peligrosidad y las dificultades del lugar. En su tiempo libre pueden ir a bucear, al cine o a la capilla. También tienen a su disposición un equipo de psicólogos y pueden traer a su familia y amigos a la base naval para vacaciones.
Por otro lado, los 40 prisioneros, todos hombres, tienen a su disposición comida halal, televisiones, talleres de horticultura, equipos para hacer deporte o Playstation.
En conversación con EL ESPAÑOL, Carlota García, investigadora principal de Estados Unidos del Real Instituto Elcano, asegura que los reos en la prisión “llevan una vida tranquila”, a pesar de que las instalaciones de la misma están cada vez más deterioradas porque “en un principio se hicieron para unos cincos años y ya han pasado 18 y se siguen usando las mismas. No se ha invertido en infraestructuras”. A continuación, García no se atreve a pronosticar cual será el futuro del penal, pero dice que “hay rumores que pueden llegar detenidos del Isis”.
100 doctores
Otro asunto acuciante en Guantánamo es el envejecimiento de los presos y su salud que va menguando año tras año. La lejanía del continente obliga al gobierno a costear el viaje hasta la bahía a equipos médicos y especialistas para atender sus dolencias. El limbo legal en el que se encuentran estas 40 personas no les permite ser trasladados a territorio de Estados Unidos ni en un caso de emergencia sanitaria. En este centro de detención han muerto nueve personas desde su apertura en 2002, el último se suicidó en su celda en septiembre de 2012 después de una sobredosis de drogas.
Según las últimas cifras facilitadas por el Pentágono, el presupuesto para el equipo médico, formado por unos 100 doctores, alcanzó unos 4 millones de dólares (100.706 dólares al año por detenido) este año.
Por otro lado, según datos del departamento de Defensa, la prisión también dispone de unos 300 contratistas entre lingüistas, traductores, expertos en tecnología o analistas de inteligencia.
El alto coste que supone el mantenimiento de la prisión se ha convertido en una rémora para Washington, es por esto que el expresidente Barack Obama propuso cerrar este centro penitenciario en el año 2008, pero el Congreso se opuso a traer a presuntos terroristas a territorio estadounidense.
"Incompatible con los derechos humanos"
Andrea Prasow, portavoz de Human Rights Watch, señala a este periódico que la cárcel Guantánamo “nunca se debió abrir” y que detrás de su creación se esconde “el miedo y el temor” que se instaló en el gobierno tras los atentados. Prasow subraya que a las personas que están arrestadas allí no se les puede denominar “prisioneros porque a día de hoy no han sido acusados de crimen alguno” y permanecen bajo un sistema de justicia que no les proporciona los derechos fundamentales. En sentido asegura que el futuro de la prisión es “impredecible” y no cree que Trump llegue a cerrarla.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que realiza visitas regulares a Guantánamo desde su apertura, la más reciente fue el pasado mes de agosto, no entra en el debate de si el penal debe permanecer abierto o cerrado, pero pide que los detenidos “sean tratados con humanidad, que sus condiciones de detención cumplan con los estándares internacionalmente reconocidos y que puedan estar en contacto regular con sus familiares”.
Por su parte, la portavoz de Amnistía Internacional Olatz Cacho afirma en redondo “que la situación de Guantánamo es incompatible con las obligaciones en materia de derechos humanos de Estados Unidos”. Cacho concreta que Amnistía Internacional no centra su protesta en los costes del penal, sino que pide al gobierno que “brinde a esas personas la posibilidad de un juicio justo”.
El CICR, como Amnistía Internacional, aboga por garantizar que la detención de estas personas “cumpla con un marco legal claro y apropiado y que exista un mecanismo de revisión periódica independiente e imparcial para que los detenidos, que aún no han sido acusados o condenados, puedan impugnar su detención en curso”.