Hay pocas figuras históricas que hayan sido más invocadas y al mismo tiempo peor conocidas que Gandhi. Su personalidad, su legado y su mensaje se han ido convirtiendo con el tiempo en una especie de espejo en el que cada cual ha querido ver el reflejo de sus propias ideas. Para Churchill, Mohandas Gandhi era “un picapleitos sedicioso que se hace pasar por un faquir”; para muchos es el “padre de la nación india”; y para otros, como Nathuram Godse, que le asesinó en 1948 disparándole tres tiros a bocajarro, fue un traidor del hinduismo. Cuando se conmemora el 150 aniversario del nacimiento del “mahatma” (“de alma grande”, según le llamó Tagore), el icono del pacifismo y la lucha por la independencia de la India sigue despertando pasiones encontradas.
La última muestra de ello tuvo lugar hace unos días. El pasado 2 de octubre, como cada mañana del "cumpleaños" del "mahatma", el cuidador del mausoleo de Rewa, uno de los que albergan parte de las cenizas de Gandhi, abrió el modesto recinto y lo limpió, en espera de los periodistas y políticos que acudirían más tarde. Cuando a las 11 de la noche se dispuso a cerrar otra vez las puertas, la urna con las cenizas había desaparecido y alguien había pintado sobre el retrato de Gandhi la palabra “traidor” y acusaciones de “pro musulmán”. Aunque se está investigando el caso, parece claro que detrás de esta profanación están los extremistas hindúes que, en sintonía con el Gobierno de Narendra Modi, siempre han denostado la figura de Gandhi. Según estos grupos ultranacionalistas, Gandhi permitió la partición del Indostán para que se creasen los actuales Paquistán y Bangladesh, países de mayoría musulmana, y la actitud no violenta de Gandhi provocó que dicha partición se hiciese de manera perjudicial para los hindúes.
El 30 de enero de 1948, tras protagonizar el movimiento de resistencia pacífica contra la ocupación inglesa y conducir a su país a la independencia, Gandhi fue asesinado en Nueva Delhi. En vez de ser esparcidas en el Ganges, sus cenizas se distribuyeron entre familiares y seguidores, que optaron por depositarlas en lugares tan distantes como California, Sudáfrica o varias ciudades indias. De manera parecida, movimientos pacifistas de todo el mundo han enarbolado en todo el mundo, con mayor o menor legitimidad, la causa “ghandiana”. Como ocurre con todos los mitos, el tiempo ha arrojado luces diferentes sobre Gandhi, su figura y su significado. Los valores positivos que encarnó, sin embargo, han terminado por eclipsar las sombras que sin duda albergaba este personaje.
Cuando algunos de sus compatriotas luchaban con métodos violentos por la independencia de la India, Mohandas Gandhi viajó a Inglaterra para convertirse en abogado y más tarde trabajar en la colonia británica de Sudáfrica. Allí fue donde, en cierta ocasión, le obligaron a viajar en el vagón de los negros, lo que se tomó como una humillación y le hizo tomar conciencia de las injusticias sociales. En oposición a los partidarios de la lucha armada por la independencia, Gandhi llevó a cabo actos pacíficos, pero de gran simbolismo, como la “marcha de la sal”, un peregrinaje que culminó recogiendo un cuenco de agua de mar que dejó secar al sol para conseguir sal y desafiar la prohibición británica de fabricarla.
Junto a él, 60.000 “ladrones de sal” fueron encarcelados en todo el país, dando comienzo a la imparable lucha por la “swaraj” o autogobierno de la India. Fotografiado por Cartier-Bresson, el rostro sonriente del “mahatma”, vestido por un sencillo “dhoti” o calzón de algodón y la silueta de su endeble cuerpo apoyado en un bastón se convirtieron en un símbolo de la resistencia pasiva. Paradójicamente, uno de los mayores iconos del pacifismo fue nominado cinco veces para el Nobel de la Paz pero jamás le fue concedido. Cuando en 1989 el Dalai Lama fue premiado con el Nobel de la Paz, la comisión dijo explícitamente que era en parte como tributo para reparar la omisión de Gandhi.
Las muchas paradojas que rodean la personalidad de Gandhi muestran a alguien profundamente humano y alejado de la perfección beatífica que él mismo negaba encarnar. El autor de 'Mis experimentos con la verdad' trataba de ganar para sí la misma paz que intentaba llevar a los suyos y, además de abominar de la industrialización y la modernidad (propuso que por ley todos los indios hilasen una hora al día en una rueca), no dudó en recurrir a otros más partidarios de la violencia para conseguir sus objetivos.
Así, por ejemplo, llegó a escribir una carta a Hitler colmándole de alabanzas y tal vez buscando un aliado -ciertamente poco pacifista- en su pulso contra la corona inglesa. En su biografía, Gandhi cuenta cómo, tras casarse a los 14 años, se dedicó a disfrutar del sexo con todas sus fuerzas. Precisamente cuando estaba yaciendo con su joven esposa Kasturba, un año menor que él, le dieron la noticia de que su padre había fallecido y desde entonces hizo voto de castidad. Para probarse a sí mismo la firmeza de esta convicción, solía dormir desnudo con jovencitas, entre ellas su sobrina. Además, recomendaba a los matrimonios hindúes renunciar a la intimidad para conservar la pureza de su alma. El propio Nehru calificó de “anormales y no naturales” algunas creencias de Gandhi.
El paso del tiempo ha convertido a Gandhi en una fuente de autoridad incontestable, y no es de extrañar que, ante su figura, los poderosos se convierten en ventrílocuos que reproducen, de manera interesada o directamente manipulada, las citas del “mahatma”. Algunos miembros del ultranacionalista Gobierno del BJP, el partido que lidera Narendra Modi, han propuesto sustituir la efigie de Gandhi en los billetes y monedas por la del actual primer ministro, un radical hindú que nunca ha aclarado su papel en la matanza de miles de musulmanes en 2002 en Gujarat cuando él gobernaba aquel estado indio.
El diputado del BJP Pragya Singh Thakur, involucrado en la voladura en 2008 de una mezquita en Bhopal que costó la vida a 8 personas, tuvo que disculparse públicamente cuando dijo que el asesino de Gandhi “era, es y será siempre un héroe nacional”. Los miembros de otra facción radical cercana al BJP escenifican en público, y usando un póster y una pistola de aire comprimido, el asesinato del “padre de la India” para “celebrar” cada aniversario del magnicidio.
La película india 'Lage Raho Munna Bhai' (sigue así, amigo Munna) contaba la historia de un hombre al que se le aparecía Gandhi para ayudarle en sus problemas cotidianos, siguiendo los principios de la no violencia y la resistencia pacífica. El film, estrenado en 2006, provocó un renacer del “gandhighiri” o modo de vida “ghandiano” en todo el país.
Uno de los gángsters más conocidos de la India, movido según él por el arrepentimiento, envió cientos de ramos de flores a sus enemigos y a familiares de sus víctimas; Greenpeace India le envió miles de rosas al magnate de la industria Ratan Tata para que no construyese una fábrica en una zona con especies protegidas; incluso cientos de inmigrantes indios enviaron miles de flores al servicio de inmigración estadounidense pidiendo no ser sancionados por tener una visa caducada. Ningún fin parece ser demasiado frívolo, injusto o peregrino cuando Gandhi es el medio para conseguirlo.