El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, ha abandonado este domingo el país poco después de la entrada de los talibanes en la capital, Kabul, en la culminación de la gran ofensiva que les ha llevado a recuperar el control del país tras la retirada de las tropas internacionales. Horas después los talibanes se han hecho con el palacio presidencial.
El que fuera su gran rival político y ahora negociador jefe del Gobierno afgano con los talibanes, Abdulá Abdulá, ha confirmado la salida del mandatario, a quien se ha dirigido ya como "expresidente".
Abdulá, ahora mismo jefe del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional, ha transmitido un mensaje de calma y espera que "este día y esta noche tan difíciles" para el país pasen pronto y que la gente vea "días de paz", según un vídeo recogido por la cadena afgana Tolo News.
La información inicial procedió de dos fuentes de la misma cadena afgana, según las cuales Ghani se habría marchado acompañado de un estrecho círculo de colaboradores.
Previamente, habría entregado las competencias sobre la autoridad de las negociaciones con los talibanes a los líderes políticos del país, según explicó el ministro de Defensa en funciones, Bismila Mohammadi.
El presidente afgano se habría dirigido a Tayikistán, según ha confirmado un asesor cercano del mandatario a la cadena india WION News, sin dar más detalles.
Ofensiva relámpago
La llegada a Kabul se enmarca en una ofensiva relámpago en la que los talibanes han ido estrechando en sólo unos días el cerco sobre Kabul, donde comenzaron a entrar por diversos frentes a primera hora de este domingo. Las últimas plazas en caer, este mismo sábado, fueron Gardiz, Nilli y Jalalabad, la quinta ciudad más grande de Afganistán y la más importante de la zona este.
Aunque la última gran victoria la han declarado este mismo sábado con el anuncio de la toma de la cárcel militar de Bagram, que fue por años la prisión principal de las fuerzas estadounidenses.
La cárcel, ubicada dentro de la mayor fortaleza de seguridad de Afganistán, en la provincia de Parwan y a unos 70 kilómetros al norte de Kabul, albergó a muchos cabecillas de la insurgencia talibán y a cientos de reclusos. El Gobierno afgano tomó su control en 2013 y ahora, con la llegada de los talibanes, todos los presos fueron liberados de la prisión y trasladados a un lugar seguro, según un portavoz.
Con este avance, los insurgentes han ido desencadenado el pánico en gran parte de la población, que huyen de las zonas dominadas. En la oficina de registro de Kabul, donde se llevan a cabo los procedimientos necesarios para la obtención de nuevos pasaportes, una marea humana trata en las últimas horas a la desesperada de entrar. Otros se apelotonan frente a los cajeros automáticos, muchos de ellos sin efectivo, para recuperar sus ahorros y estar listos en caso de que tengan que abandonar de urgencia el país.
Este sábado, mientras los talibanes se quedaba a sólo un centenar kilómetros de Kabul, se palpaba un aumento de la presión para tratar de encontrar una salida de urgencia ante la probable caída de la ciudad. El temor se cernía sobre funcionarios públicos, académicos, periodistas y, sobre todo, entre aquellos que han trabajado con alguno de los países que enviaron tropas a Afganistán para combatir a los insurgentes.
A menos de un mes del 20 aniversario de los atentados del 11-S en Estados Unidos, unos ataques que desencadenaron semanas después la invasión estadounidense de Afganistán, el Gobierno estadounidense ha elevado el despliegue hasta "aproximadamente 5.000" militares para completar la evacuación de su personal .
A primera hora de este domingo, minutos antes de que se conociera el avance sobre Kabul, la Administración Biden anunciaba el comienzo de la evacuación del personal de su embajada. En un extenso comunicado, el presidente estadounidense justificó este sábado su decisión de seguir adelante con la retirada a pesar del avance de los talibanes.