La ofensiva de los talibanes para hacerse con Afganistán está a punto de concluir con su entrada en Kabul, la ciudad donde hasta este domingo se refugiaba el Gobierno. Desde que el pasado mes de mayo las fuerzas estadounidenses comenzaran a abandonar el terreno, los insurgentes han ido despojando al Ejecutivo afgano de su poder en el mayor avance en dos décadas de guerra.
Mientras el Gobierno reconoce que se están produciendo "disparos", los insurgentes aseguran que no entrarán en la capital por la fuerza y están negociando una transición de poder. El ministro de Interior en funciones, Abdul Sattar Mirzakwal, ha confirmado que "Kabul será entregado a un gobierno provisional".
En un mensaje televisado aseguró que no se producirá ningún ataque en Kabul y que la transición de poder se llevará a cabo de manera pacífica. De igual forma, garantizó a la población que serán protegidos por las fuerzas de seguridad.
Del otro lado, los talibanes emitieron un comunicado pidiendo a sus combatientes "no luchar en Kabul" y permancer "en las puertas" de la capital, sin tratar de entrar en la ciudad. "Dado que la capital Kabul es una ciudad grande y densamente poblada, los muyahidines del Emirato Islámico (como se autodenominan los talibanes) no tienen la intención de entrar en la ciudad por la fuerza o combatir, sino más bien entrar en Kabul pacíficamente", remarcaron.
Para ello, continuaron, "se están llevando a cabo negociaciones para garantizar que el proceso de transición se complete de manera segura, sin comprometer la vida, la propiedad y el honor de nadie, y sin comprometer la vida de los kabulíes".
Ofensiva relámpago
La llegada a Kabul se enmarca en una ofensiva relámpago en la que los talibanes han ido estrechando en sólo unos días el cerco sobre Kabul, donde comenzaron a entrar por diversos frentes a primera hora de este domingo. Las últimas plazas en caer, este mismo sábado, fueron Gardiz, Nilli y Jalalabad, la quinta ciudad más grande de Afganistán y la más importante de la zona este.
Aunque la última gran victoria la han declarado este mismo sábado con el anuncio de la toma de la cárcel militar de Bagram, que fue por años la prisión principal de las fuerzas estadounidenses.
La cárcel, ubicada dentro de la mayor fortaleza de seguridad de Afganistán, en la provincia de Parwan y a unos 70 kilómetros al norte de Kabul, albergó a muchos cabecillas de la insurgencia talibán y a cientos de reclusos. El Gobierno afgano tomó su control en 2013 y ahora, con la llegada de los talibanes, todos los presos fueron liberados de la prisión y trasladados a un lugar seguro, según un portavoz.
Con este avance, los insurgentes han ido desencadenado el pánico en gran parte de la población, que huyen de las zonas dominadas. En la oficina de registro de Kabul, donde se llevan a cabo los procedimientos necesarios para la obtención de nuevos pasaportes, una marea humana trata en las últimas horas a la desesperada de entrar. Otros se apelotonan frente a los cajeros automáticos, muchos de ellos sin efectivo, para recuperar sus ahorros y estar listos en caso de que tengan que abandonar de urgencia el país.
Este sábado, mientras los talibanes se quedaba a sólo un centenar kilómetros de Kabul, se palpaba un aumento de la presión para tratar de encontrar una salida de urgencia ante la probable caída de la ciudad. El temor se cernía sobre funcionarios públicos, académicos, periodistas y, sobre todo, entre aquellos que han trabajado con alguno de los países que enviaron tropas a Afganistán para combatir a los insurgentes.
A menos de un mes del 20 aniversario de los atentados del 11-S en Estados Unidos, unos ataques que desencadenaron semanas después la invasión estadounidense de Afganistán, el Gobierno estadounidense ha elevado el despliegue hasta "aproximadamente 5.000" militares para completar la evacuación de su personal .
A primera hora de este domingo, minutos antes de que se conociera el avance sobre Kabul, la Administración Biden anunciaba el comienzo de la evacuación del personal de su embajada. En un extenso comunicado, el presidente estadounidense justificó este sábado su decisión de seguir adelante con la retirada a pesar del avance de los talibanes.
"Un año más, o cinco años más, de presencia militar estadounidense no habría marcado ninguna diferencia si los militares afganos no pueden o no van a mantener el control de su propio país", subrayó.
El Presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, aseguró este sábado que la "máxima prioridad" del Gobierno afgano reside en la movilización de las fuerzas de seguridad para lograr detener la captura de más capitales regionales en el país. "Bajo la situación actual, la removilización de las fuerzas de seguridad es nuestra máxima prioridad y se están tomando las medidas necesarias para este propósito", apuntó.
Misión fallida
Las tropas de EEUU llegaron a Afganistán en octubre de 2001, unas semanas después de los atentados de las Torres Gemelas. Los estadounidenses consiguieron reducir a los talibanes, cinco años después de que tomaran Kabul, y avanzar en una etapa de transición con el objetivo de implantar un Gobierno democrático.
En diciembre de 2014, el entonces presidente Barack Obama declaró el fin de las principales operaciones de guerra e inauguró una nueva etapa con el objetivo de preparar a las fuerzas afganas para cederle todas las competencias de seguridad y dar por concluida la misión.
Desde entonces, los talibanes se han refugiado en zonas del interior y de la frontera paquistaní, alternando distintas estrategias para mantenerse vivos y con constantes condenas de organizaciones internacionales por vulnerar los derechos humanos.
La organización Human Rights Watch (HRW) advirtió también este sábado de que los gobiernos extranjeros presentes en Afganistán "deben priorizar la entrega de visados y ayudar a garantizar un paso seguro para los civiles a quienes los talibanes pueden atacar debido a su trabajo o estatus anterior, junto con sus familiares".
"Los talibanes tienen un largo historial de abusos o asesinatos a civiles que consideran 'enemigos'", apuntó la directora para Asia de HRW, Patricia Gossman, y agregó que, tanto los gobiernos como las oficinas de la ONU, "deben brindar protección y asistencia a los afganos en riesgo y hacer que el procesamiento de los documentos de viaje y el transporte sea una prioridad".
La organización también pidió a los gobiernos que suspendan "de inmediato" todas las deportaciones y retornos forzosos a Afganistán, ya que "los afganos que huyen de Afganistán deben tener oportunidades significativas para solicitar asilo".
Sin embargo, países como Austria anunciaron que mantienen sus planes de deportar a los afganos cuyas solicitudes de asilo hayan sido rechazadas, pese al avance de los talibanes y la suspensión de las expulsiones por parte de otros miembros de la Unión Europea como Alemania, Dinamarca, Países Bajos o Francia.
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