La toma de poder por parte de los talibanes inquieta a los países árabes del golfo Pérsico y, en concreto, a Arabia Saudí, que temen que la victoria del movimiento lleve al resurgimiento de grupos radicales suníes en toda la región, pero se muestran abiertos ante el cambio de Gobierno en Kabul.
Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) establecieron lazos con el régimen talibán entre 1996 y 2001, pero ambos le retiraron su apoyo tras los atentados del 11S en Estados Unidos y la negativa de los talibanes de entregar al líder de la red terrorista Al Qaeda, el saudí Osama bin Laden, a su país natal.
La bienvenida del regreso de los talibanes por grupos armados presentes en el golfo, como Al Qaeda en la Península Arábiga, o por facciones palestinas y otros considerados "enemigos", como el libanés chií Hizbulá, ha puesto en guardia a Arabia Saudí y EAU, que buscan ser un referente para el mundo musulmán.
Islam moderado
Se trata de temores legítimos por parte de los Gobiernos del golfo", dijo a Efe el analista político saudí Ali Bawazeer, quien destacó que el Gobierno de Riad "no ha olvidado el apoyo de los talibanes a Bin Laden y su negativa a entregarlo".
"Los portavoces saudíes condicionan su relación (con los talibanes) a que Afganistán no hospede a grupos que empleen las armas para promover el cambio, basándose en una interpretación extremista de textos islámicos que hacen de los territorios saudíes y de los civiles objetivos legítimos" de ataques, añadió.
El reino, donde se encuentran los dos lugares más sagrados del islam, La Meca y Medina, ha sido blanco de atentados islamistas, a pesar de aplicar un rígido sistema de normas religiosas que, entre otros, limita los derechos de las mujeres.
En los últimos años, Riad ha lanzado un plan de modernización denominado "Visión 2030", que incluye la apertura al turismo y la vuelta de actividades lúdicas prohibidas desde los años 80, e intenta proyectar una imagen más amable del reino ultraconservador.
Según Bawazeer "Arabia Saudí y otros Estados del golfo aceptarían una relación y reconocerían a los talibanes a condición de que rompiera con los grupos radicales armados".
El domingo pasado se celebró en la ciudad saudí de Yeda una reunión de la Organización de la Cooperación Islámica (OCI), integrada por 57 países, que pidió a los talibanes trabajar por la "reconciliación" y un gobierno de unidad y que Afganistán "no sea utilizado como plataforma o refugio para el terrorismo y el extremismo".
Exilio presidente huido
Por su parte, EAU acogió al presidente afgano, Ashraf Ghani, y está participando activamente en el proceso de evacuación de extranjeros y afganos de Kabul, en coordinación con EEUU, y hospedará hasta 5.000 personas que serán trasladadas posteriormente a terceros países.
Sin embargo, las autoridades parecen estar expectantes ante los desarrollos de la situación en Afganistán en su deseo de ser un actor internacional cada vez más influyente.
El asesor diplomático del presidente emiratí, Anwar Gargash, dio la bienvenida a las promesas de amnistía e inclusión hechas por los talibanes y afirmó que "Afganistán necesita buenas relaciones con la comunidad internacional".
"Esperamos que Afganistán ponga fin al sufrimiento y vaya hacia la paz y prosperidad para su pueblo", agregó el elocuente diplomático que suele poner voz a la postura oficial del Gobierno de Abu Dabi.
El director ejecutivo y fundador de la consultoría con sede en Washington Gulf State Analytics, Giorgio Cafiero, dijo a Efe que los países del golfo están actuando de forma "cautelosa" y "bastante pragmática" ante la crisis afgana.
Sin duda, según Cafiero, "la inestabilidad en Afganistán puede salpicar al golfo por lo que la situación en este país asiático es muy importante para los seis Estados" árabes.
Entre todos ellos, "EAU será probablemente el que más se oponga ideológicamente a los talibanes", debido a su oposición a toda forma de islam político, contra el que ha lanzado una guerra sin cuartel en la última década.
Más próximos los talibanes
Por su parte, Catar es el único país árabe que ha mantenido en los pasados años una relación directa con los talibanes, que tienen su oficina política en Doha, donde tuvieron lugar las negociaciones entre el movimiento radical y Washington, por una parte, y las llamadas conversaciones intraafganas desde septiembre de 2020.
Los talibanes han expresado su intención de continuar ese diálogo, en el que participaba el exGobierno de Ghani y cuya última ronda tuvo lugar a principios de agosto, poco antes de la toma de Kabul.
Cafiero consideró que "Catar trabajará duro para seguir jugando el papel de mediador entre los talibanes y Occidente, principalmente EEUU" y puede convertirse en un actor muy "útil" para Washington en este sentido.
Hasta el momento, la postura más inusual ha sido la de Omán, cuyo mufti o máxima autoridad religiosa suní, Ahmad Bin Hamad al Jalili, felicitó "al pueblo afgano y a la nación islámica por la clara victoria sobre los invasores agresores", aunque el Gobierno del sultanato no se ha expresado en los mismos términos.