El próximo 30 de junio de 2022, en San Petersburgo, Gerhard Schroeder, quien fuera canciller alemán entre 1997 y 2005, será nombrado miembro del consejo de Gazprom, la empresa estatal distribuidora de gas. Un detalle mínimo, pues el socialdemócrata ya ocupaba la presidencia de la energética Rosneft, también rusa, y formaba parte de los consejos de administración de los gasoductos Nord Stream AG y Nord Stream 2, pero que, sin embargo, ha cobrado una dimensión especial en vista de lo acontecido este mismo viernes antes, durante y después de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno de Pekín.
Schroeder ha sido especialmente criticado en su país desde que dijera aquella famosa frase de que Vladimir Putin "es un demócrata impecable". Más incluso cuando dejó la cancillería, fichó por Rosneft y dejo en evidencia la amistad personal que le unía y aún le une al actual presidente ruso.
El último movimiento de su currículo no hace sino enervar aún más los ánimos en torno a su figura en Alemania, donde múltiples voces políticas señalan que "su comportamiento daña al país". Algo que no es cierto del todo, pero ni mucho menos es falso.
Con el NordStream 2 paralizado por la justicia alemana en tanto que la normativa establece que el gasoducto no puede ser propiedad de la misma empresa que produce el gas, el fichaje de Schroeder para el consejo de Gazprom no es ni más ni menos que un aviso a navegantes: Putin no cambia de plan y ese plan implica que el 40% del gas que llega a Alemania procedente de Rusia vía a Ucrania puede dejar de llegar en cualquier momento.
Armamento y gas
Christoph Heusgen, nuevo presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich -evento que se realiza desde 1963 y marca en buena medida la política exterior germana-, ha insistido en lo que muchos le piden al nuevo canciller alemán: que su país envíe armas a Ucrania para que ésta pueda defenderse por sí misma de un posible intento de invasión de Rusia. Una petición que choca frontalmente con la política nacional de no vender armas en zonas de conflicto y que, además, colisiona frontalmente con el espíritu pacifista del país como consecuencia del doloroso recuerdo de la Segunda Guerra Mundial.
Olaf Scholz, sin embargo, deberá repensar claramente su postura al respecto. No tanto por el hecho de que Emmanuel Macron esté tratando de arrebatarle el liderazgo europeo que Angela Merkel dejó vacante con su retirada, sino porque Vladimir Putin ha aprovechado la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno de Pekín para cerrar un acuerdo con Xi Jinping que amenaza aún más el caudal de gas que llega hasta Berlín.
Este mismo viernes se anunció un acuerdo por el que Rusia proveerá de gas a China durante los próximos 30 años a través de un nuevo gasoducto obviamente gestionado por Gazprom. El nuevo canal no comenzará a funcionar hasta dentro de dos o tres años, pero desde un primer momento aportará a China 10 millones de metros cúbicos de gas de forma anual además de los 16,5 millones de metros cúbicos que ya exporta anualmente a través del gasoducto Power of Siberia.
Acuerdo en euros
El contrato, anunciado por Gazprom y que se habría negociado a lo largo de los últimos años, aspira a proveer con hasta 38 billones de metros cúbicos de gas a China para el año 2025 y está fijado en euros, en un intento de ambas partes de "diversificar respecto al dolar estadounidense", según el comunicado de Gazprom. Además, formaría parte de la estrategia de China para terminar la descarbonización del país en 2060 tal y como ha planificado el gobierno de Xi, pues "la escasez de carbón del pasado año ha servido de toque de atención" para China, tal y como confirmó una fuente oficial.
En paralelo, Rosneft, la compañía petrolera de la que Schroeder es presidente del Consejo de Administración y cuya presidencia recae en Igor Sechin, uno de los más grandes aliados de Putin, ha prolongado su acuerdo con la pretrolera estatal china CNPC para proveerles con 100 millones de toneladas de crudo a través de Kazajistán durante los próximos 10 años por un valor de 80 billones de euros.
Ambos pactos han disparado el valor del rublo, el mercado ruso y, por supuesto, las acciones de Rosneft y Gazprom.
Nada de esto, en cualquier caso, importaría especialmente de no ser porque supone un paso extra en la alianza entre Rusia y China frente a Occidente y que, además, se enmarca en plena crisis de Ucrania, donde ambos países coinciden en que no deben permitir la expansión de la OTAN hacia sus territorios. De hecho, Putin y Xi han firmado una declaración conjunta en la que afirman que "la amistad entre los dos países no tiene límites ni áreas de cooperación 'prohibidas'", refiriéndose a cambio climático, inteligencia artificial, internet o la expansión en el espacio.
Es más, y por si a alguien le quedaba dudas de qué hablaban de verdad, ambos presidentes proclaman que su alianza "es superior a cualquier alianza política o militar de la época de la Guerra Fría". Y van más allá. En un comunicado conjunto de 5.400 palabras en su versión en inglés, si China apoya a Rusia en la cuestión ucraniana y lo tocante a la OTAN, Putin resalta todo el apoyo de la Madre Rusia a su socio en que Taiwan es una parte inalienable de China, oponiéndose a cualquier posible independencia de la misma y también se pronuncia sobre el programa AUKUS desarrollado por Australia, Reino Unido y Estados Unidos y que interpretan como algo más que una potencial amenaza.
Estados Unidos ha tenido una respuesta fría, con Jen Psaki, la secretaria de prensa de la Casa Blanca afirmando que Joe Biden "tiene su propia relación con China", aunque ha dejado un aviso a navegantes: "También hemos transmitido que el conflicto que puede desestabilizar Europa afectaría a los intereses de China en todo el mundo".
Sin reacción alemana
Olaf Scholz tiene intención de viajar a Kiev y a Moscú en los próximos días para seguir trabajando la vía diplomática con el Kremlin. Primero por convicción y segundo por interés propio en lo que al gas respecta y con el que Putin esta atando las manos de Berlín más allá de las conversaciones para distender la situación. Sin embargo, Rusia es el mayor proveedor de gas de Europa y el conflicto en Ucrania, con el despliegue de más de 100.000 soldados rusos ha provocado un considerable incremento del precio del gas y ha estrangulado la llegada del mismo a través de Ucrania.
Es cierto que tanto el gasoducto Power of Siberia como el nuevo que unirá la isla de Sakhalin con Pekín no compartirán la ruta del gas que nutre a Europa, pero eso no resta un ápice de peligro al nuevo contrato que Putin y Xi han cerrado este viernes en Pekín y que le da a Rusia todas las llaves de la calefacción que disfrutamos en Europa. Y eso sí es una amenaza real. Muy real.
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