Cuatro misiles rusos cayeron este sábado sobre la ciudad portuaria de Odesa, dos de los cuales lo hicieron sobre edificios residenciales, causando la muerte de al menos seis civiles, según las autoridades locales (entre ellos un bebé de tres meses). El ataque es el primero en casi un mes sobre una ciudad que ha vivido la guerra con cierta placidez, pero que ya recibió este sábado un primer aviso por parte del ministerio de Defensa ruso, cuando anunció su intención de conquistar todo el sur de Ucrania, creando un corredor desde el Donbás hasta Transnitria, región de Moldavia.
De hecho, el ataque de este sábado no se entiende sin las declaraciones que tuvieron lugar a continuación. La presencia militar de Rusia en toda la provincia de Odesa es prácticamente nula. Lo ha sido a lo largo de todo el mes de abril, desde que quedara claro que las tropas que habían llegado a Jersón desde el norte de Crimea y la ciudad oriental de Melitopol no iban a poder avanzar hasta Mikolaiv, la pieza clave para el acceso de la infantería a la capital. Aunque se rumoreó desde el mismo 24 de febrero, el día que empezó la invasión, la posibilidad de un ataque anfibio desde el Mar Negro; la imposibilidad de rodear la ciudad por tierra ha hecho dicho ataque imposible.
No sólo es que Odesa quede lejos dentro de los objetivos militares realistas de Rusia, sino que desde allí se consiguió dañar y hundir al buque 'Moskva', emblema de la flota desplegada en el Mar Negro. En otras palabras, Odesa es la quintaesencia de todas las frustraciones rusas en esta guerra: se trata, probablemente, de la ciudad rusófona más conocida de Ucrania, dispone del puerto comercial más importante de la zona, fue durante siglos el lugar de vacaciones de los distintos zares... Y, sin embargo, no ha habido manera de acercarse en dos meses por ningún flanco. Con estos nuevos ataques Putin pretende ahora cerrar su arco de influencia en el sureste de Ucrania.
La decisión del presidente ruso de atacar ahora una ciudad en plena preparación de la Pascua ortodoxa sólo se entiende desde la necesidad de marcar territorio. Intenta ser una demostración de fuerza, pero acaba convirtiéndose en todo lo contrario: repitiendo la estrategia vigente desde que la guerra se empezó a complicar a principios de marzo, el Kremlin pretende sustituir la eficacia militar por el terror contra los civiles, su manera de recordar a todo el mundo que, aún en la distancia, siguen dispuestos a todo.
Rusia vuelve a dispersarse
Habrá que ver si este ataque sobre Odesa tiene continuidad en los próximos días o no. En principio, Rusia no tiene suficientes medios como para mantener una guerra en el Donbás —sin avances significativos por sexto día consecutivo—, dejar tropas rodeando la acería Azovstal en Mariúpol, defenderse de los ataques ucranianos sobre Jersón... Y a la vez andar gastando munición en ataques sobre Odesa. Cuando empezó la segunda ofensiva, el ejército ruso mostró su intención de centrarse en un solo frente. Ya empezamos a ver que la dispersión vuelve a hacer estragos.
La tentación de diversificar frentes puede ser fuerte y desde luego provechosa cuando un Ejército es muy superior al enemigo. El asunto es que Rusia no ha demostrado hasta ahora esa superioridad y prácticamente todos sus intentos de crear pinzas de ataque, aislar tropas o rodear ciudades han acabado en fracaso. El único éxito, Mariúpol, está por completar y ha llegado tras tener que convertir la ciudad en un desierto de sangre y muerte para poder conquistarla. Los demás intentos —Járkov, Kiev, Kramatorsk, Mikolaiv...— han acabado en desastre.
El convencimiento ruso de que la táctica de reagrupar fuerzas y contratar mercenarios va a ser exitosa choca con la confianza del presidente ucraniano Volodimir Zelenski, que declaró este viernes su satisfacción por las nuevas armas enviadas desde Occidente. Zelenski no es un hombre que regale halagos, precisamente. De hecho, incluso entendiendo su desesperación y necesidad, digamos que ha sido algo rácano con sus aliados en más de una ocasión, culpabilizándoles de las masacres rusas y acusándoles de no hacer suficiente.
Sin duda, el Ejército ucraniano está mucho más preparado ahora que el 24 de febrero y, sin duda, el Ejército ruso tendrá que trabajar el doble o el triple para conseguir lo que no pudo lograr entonces. En el este, los avances hacia Kramatorsk para rodear a las tropas de élite ucranianas desplegadas en el Donbás Occidental siguen contándose en metros más que en kilómetros. En el sur, Ucrania aseguró este sábado haber destruido un centro de mando en Jersón con 50 oficiales rusos en su interior. Esta afirmación no ha podido ser verificada aún por fuentes independientes.
A días del referéndum ficticio
Tanto el ataque a Odesa como el supuesto ataque a Jersón hay que contextualizarlos también dentro del presunto referéndum que las autoridades prorrusas tienen pensado para el próximo miércoles 27 de abril con el fin de desvincular la provincia de Jersón del resto de Ucrania y crear su propia República Popular independiente, al modo de Donetsk, Lugansk o Crimea en 2014. Zelenski volvió a referirse este sábado al mismo, insistiendo en su ilegalidad y en la necesidad de evitar que se celebre.
El frente de Jersón está ahora mismo a unos 15 kilómetros de la capital, una de las primeras en caer tras el comienzo de la invasión rusa. Cualquier avance del Ejército ucraniano que pusiera en peligro el dominio ruso de la ciudad habría que considerarlo como un éxito rotundo, pues obligaría a Rusia a desplazar más tropas desde Crimea o, incluso, desde Melitopol y Mariúpol. Tropas que, a su vez, no podrían utilizarse en el avance desde el este hacia el río Dniéper ni, desde luego, en el cerco a Járkov.
Vista la situación actual del conflicto, pensar en que Rusia puede atacar Odesa parece ahora mismo un disparate. Por eso, hay que entender este ataque como un aviso, sin más. Un aviso con la marca de Putin, es decir, dirigido a civiles y provocando numerosas bajas. Su repercusión en términos militares es escasa, prácticamente nula. Un fuego de artificio a la altura del citado referéndum de Jersón o de la decisión de dar a Mariúpol por conquistada sin estarlo.
Rusia siempre ha sabido manejarse bien con la propaganda bélica y basta con echar un vistazo a determinadas redes sociales para darse cuenta de ello. Lo que necesita ahora son hechos. Avances militares que nos hagan creer que, efectivamente, Odesa es un objetivo viable a corto o medio plazo. Ahora mismo, a pesar de los misiles y los ataques ocasionales, no lo es.
Noticias relacionadas
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos