Jersón, capital del caos: guerrillas, sabotajes y protestas impiden el referéndum de Putin
Todo lo que llega de Jersón es confuso. El objetivo es crear una nueva república al margen del poder de Kiev y con vínculos estrechos con Rusia.
28 abril, 2022 03:00Noticias relacionadas
Centrados en las batallas del frente oriental y el culebrón de la acería Azovstal en Mariúpol, es fácil olvidarse de la situación de Jersón, una de las pocas capitales de región conquistadas por el ejército ruso en el inicio de su primera ofensiva. Jersón, una ciudad de un cuarto de millón de habitantes, está situada justo en la desembocadura del río Dniéper, formando un pequeño delta que da acceso al Mar Negro.
Su importancia estratégica es enorme: no solo da a Rusia una salida desde la península de Crimea, sino que le permite un hipotético doble ataque sobre Odesa, hacia el oeste, y sobre Mikolaiv, hacia el norte. Un doble ataque que, por otro lado, ni siquiera se ha intentado en ningún momento.
Sí se trató, en marzo, llegar hasta Mikolaiv y desde ahí rodear Odesa para tomarla mediante un ataque anfibio, pero la empresa se juzgó demasiado arriesgada y, de hecho, Jersón lleva casi un mes defendiéndose más que otra cosa.
Si la guerra en el este de Ucrania se disputa pueblo a pueblo en las regiones de Lugansk y Donetsk, en el sur se limita a este toma y daca entre las fuerzas ucranianas de Mikolaiv y las rusas de Jersón. Todo ello ha dificultado a su vez los avances políticos que las fuerzas prorrusas y el ejército invasor tenían previstos y que parecen estar viniéndose abajo.
De entrada, aunque ya decimos que Jersón se ha contabilizado desde casi el inicio de la guerra como territorio ganado por los rusos, no deja de ser sorprendente que hasta este lunes las tropas de Vladimir Putin no tomaran el ayuntamiento y el Consejo Regional, arriando la bandera ucraniana y estableciendo un gobierno títere independiente de Kiev.
Esa tardanza habla a las claras de lo que ya se venía rumoreando en redes: Jersón no era el paraíso prorruso que el Kremlin vendía sino una ciudad aún dividida, con numerosos ataques y sabotajes de milicias partisanas vinculadas a la Ucrania nacionalista. Este mismo miércoles se registraron graves incidentes entre manifestantes pro-Kiev y fuerzas de ocupación que reprimieron las protestas con gas pimienta.
Todo esto hace aún más sorprendente que Rusia planeara y anunciara a bombo y platillo en redes sociales un referéndum de independencia de la República Popular de Jersón para este mismo miércoles 27. Un referéndum de cuya intención han informado medios en la zona como la CNN, pero del que no tenemos constatación oficial.
¿Habrán hecho algún tipo de simulacro en los edificios tomados y le darán validez oficial en unos días? ¿Habrán conseguido apañar unas cuantas firmas y números de identificación que permitan asegurar que la autodeterminación responde a una "voluntad popular"? Imposible saberlo.
La alternativa de los hechos consumados
Ahora mismo, todo lo que nos llega de Jersón es confuso. No sabemos cuáles son las intenciones de estas nuevas autoridades ni sus ritmos. Parece claro que el objetivo final es crear una nueva república al margen del poder de Kiev y con vínculos estrechos con Rusia.
En otras palabras, repetir lo que hicieron las regiones de Donetsk, Lugansk y Crimea en 2014… y lo que parecen estar a punto de hacer en Transnitria, donde también se rumorea la creación de una República Popular al margen de la autoridad moldava… autoridad que, por otro lado, hace casi treinta años que no tiene nada que decir en esa franja fronteriza con Ucrania.
Esa nueva república puede anunciarse en cualquier momento, sin que lleguemos a saber con seguridad si la creación de un nuevo gobierno prorruso en la capital acelerará o retrasará los tiempos. En cualquier caso, su efecto sería poco más que propagandístico: legitimaría de cara a la opinión pública rusa cualquier atrocidad que se cometa contra aquellos que no respeten la nueva legalidad impuesta.
El presidente Volodimir Zelenski lleva tiempo avisando de la ilegalidad de cualquier tipo de referéndum y en los últimos días se han intensificado los rumores que apuntan a un proceso de separación de "buenos" y "malos". Los que apoyan a Putin y los que no. Los que son "pura sangre" rusa y los que se trasladaron en su momento desde el oeste. No hay manera de que autoridad alguna consiga en el corto plazo algo parecido a un censo y organice una votación con unas garantías mínimas.
Hay que entender, por tanto, que tampoco hay voluntad de nada parecido, sino más bien de justificar por la puerta de atrás un hecho consumado. El problema que tiene Rusia en Jersón es que, al igual que pasa en Donetsk y en una pequeña parte de Lugansk, no controla la totalidad del territorio. Las tropas ucranianas están a unos veinticinco kilómetros de la capital, aunque hace tiempo que no consiguen avanzar de forma significativa.
El pánico ante la propaganda
Lo que sí ha conseguido el Kremlin con su anuncio de referéndum y sus campañas de propaganda es asustar a buena parte de la ciudadanía. Básicamente a la que podría votar "no" en una consulta mínimamente aseada. Son miles los que están cruzando la frontera y huyendo a Mikolaiv ante el miedo a que la constitución de facto de una República Popular de Jersón controlada por las tropas invasoras y sus aliados locales provoque una oleada de represalias y de ataques injustificados.
La legalidad que se impone mediante la guerra y que enfrenta a una mitad de la población contra la otra suele dar un amplio margen a la arbitrariedad y, al fin y al cabo, los habitantes de Jersón saben lo que ha pasado con los que se resistieron en Melitopol -alcalde incluido- y saben, desde luego, lo que ha pasado con la ciudad-resistencia por antonomasia, Mariúpol. Tampoco son ajenos a lo sucedido en el norte, con toda la serie de matanzas registradas en los pueblos conquistados en los alrededores de Kiev.
En cualquier caso, teniendo en cuenta lo que les ha costado algo tan sencillo como tomar físicamente los centros de poder, hay que preguntarse si los rusos podrán pasar de la propaganda a los hechos y se decidirán a formar de verdad una República Popular en Jersón.
Una cosa es darle nombre a una entidad ficticia y otra cosa es convertir esa ficción en realidad. Para ello hace falta mucha gente dispuesta a obedecer y a vigilar. Eso o tener a tu ejército haciendo de policía local, algo que Rusia no se puede permitir ahora mismo. No le sobran tropas en ningún frente.
A lo largo del miércoles elegido para el supuesto referéndum no se ha publicado imagen alguna verificable de ningún proceso de votación. Otra cosa es que en una semana se nos diga que sí, que se votó, y que Jersón se desvincula de Kiev y pasa a depender de Moscú.
Es una opción que no se puede descartar dentro del caos en el que vive ahora mismo la región y con el frente en territorio propio. Militarmente, la relevancia es mínima. Políticamente, está por ver. En una guerra, ambos conceptos están demasiado ligados como para analizarlos separadamente.