Mientras Ucrania sigue esperando la llegada de las prometidas nuevas armas -su ejército necesita desesperadamente artillería con la que al menos mitigar los daños- y Mijaíl Podolyak, asesor del presidente Zelenski, habla de hasta 200 soldados muertos cada día, prácticamente todo el esfuerzo militar sigue centrado en el Donbás y, específicamente, en la defensa de las ciudades de Sievierodonetsk y Lisichansk, las únicas resistentes a la invasión rusa en la provincia de Lugansk.
Aunque es cierto que la contraofensiva ucraniana de la semana pasada ha servido para ganar algo de tiempo, lo ha hecho a un precio colosal: el centro de Sievierodonetsk es ahora mismo un solar parecido a Mariúpol. Una tierra de nadie constantemente bombardeada por ambos lados. En la parte residencial del oeste, los milicianos de la RPD y la RPL; en la parte industrial del este, las tropas de élite del ejército ucraniano y parte de los voluntarios extranjeros desplazados a la zona. Todo apunta a que está siendo una masacre difícil de describir con palabras.
El asunto ahora mismo no es solo cuánto tiempo pueden resistir estas tropas y cuánto pueden mermar al ejército ruso y sus numerosos aliados, sino cómo evitar el desastre en caso de tener que evacuar la zona. Hasta ahora, Sievierodonetsk, y sobre todo Lisichansk, protegida por su altitud, tienen entrada y salida por autopista, la T1302, que une ambas localidades con Artemivsk (hasta 2016, conocida como Bakhmut), lo que permite aún una retirada ordenada de tropas…y la llegada de reemplazos, suministros y alimentos.
Por eso, el control de la T1302 se ha convertido en uno de los grandes objetivos militares rusos. Si son capaces de cortar la carretera en alguno de sus tramos, aislarán en la práctica las dos ciudades y dificultarán no solo su defensa, sino que impedirán la retirada de las tropas ahí embolsadas, condenándolas a la rendición o a una lucha hasta la muerte sin demasiado sentido. Hablamos de decenas de miles de soldados de un ejército que, si las estimaciones de Podolyak son ciertas, ya debe contar con muy pocas unidades totalmente profesionales.
El riesgo de un desplome repentino
Si Rusia consigue cerrar la retirada de estas tropas, Ucrania no solo habrá perdido la guerra del Donbás, salvo improbable contraofensiva posterior, sino que se arriesga a una debacle en toda regla, un derrumbamiento que pondría en peligro los diques de contención que protegen las grandes ciudades del río Dniéper: Dnipro y Zaporiyia. Su gran ventaja en esta guerra de desgaste es que el enemigo tampoco está como para expandirse demasiado. Puede que se conformen con rodear Sloviansk y Kramatorsk y no meterse en más líos.
Porque el siguiente problema para Ucrania es precisamente la defensa de sus dos centros neurálgicos en la provincia de Donetsk. Las tropas rusas se acercan poco a poco a Sloviansk por varios frentes, incluido, a falta de confirmación oficial, el avance desde el río Siverski Donets, presuntamente franqueado, tras varios fracasos, el pasado lunes. Las tropas que están intentando a duras penas defender Sievierodonetsk y Lisichansk, dos ciudades de tamaño medio, pero condenadas a la derrota, vendrían de maravilla a la hora de juntarse con las que resisten en Sloviansk y Kramatorsk, núcleos clave de la defensa ucraniana.
Esa defensa, insistimos, depende de que se pueda hacer una retirada organizada desde Lisichansk y no a través de carreteras secundarias o bosques. Ucrania necesita mantener la T1302 limpia en todos sus puntos, pero Rusia no deja de poner las cosas complicadas: lleva semanas intentando llegar a Bilohorivka, Nahirne y Borostove desde Popasna, un avance lento pero que no cesa. Tal vez sería más sensato recular hacia Artemivsk y protegerla de los ataques que ya está recibiendo otra de las ciudades insignia del Donbás ucraniano, pero el alto mando ha elegido jugársela al todo por el todo y aquí estamos de dedos cruzados, esperando que estén acertando.
¿El fin de la “doctrina Zelenski”?
Si las tropas que defienden Sievierodonetsk y Lisichansk, más las que defienden la carretera que permite la salida y entrada de Sievierodonetsk y Lisichansk, se enrocaran en la frontera entre Donetsk y Lugansk o incluso más atrás, tendrían más posibilidades de éxito. Sería, al menos, una lucha más igualada.
Los mensajes que llegan tanto desde el frente como desde Kiev son de una clara inferioridad tanto en armas como en número frente al invasor. Juntar los distintos batallones y organizarlos en un espacio más pequeño…y más lejano a la vez de los centros de suministro rusos parece una buena decisión antes de que sea demasiado tarde.
De momento, lo que sostiene a Ucrania en Lugansk es la valentía casi suicida de las tropas de la planta química de Azot, la ventaja orográfica de Lisichansk y la defensa milagrosa de cada tramo de la T1302. El problema ahora no es tanto la derrota como sus consecuencias.
Los rusos están avanzando también desde el sur, a punto de tomar Zolote, a treinta kilómetros de Lisichansk. La presión probablemente sea imposible de resistir. La decisión, ahora mismo, consiste en determinar si esas tropas van a tomar una ciudad vacía para plantar su banderita o si de paso se van a llevar el premio de desarticular a las tropas de élite que llevan ocho años luchando en el Donbás.
No es una decisión fácil porque la doctrina Zelenski, como la doctrina Churchill en su momento o incluso la doctrina Negrín en nuestra guerra civil, consiste en no rendirse nunca bajo ningún concepto. La Historia muestra que a veces sale bien y a veces sale mal.
Eso sí, cuando sale mal, sale mal con avaricia. La T1302 no va a aguantar siempre y Ucrania va a tener que elegir dónde se defiende y con qué tropas. No parece que le dé para abarcar tanto como está intentando y, hasta ahora, las retiradas estratégicas han funcionado con bastante éxito.
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