El pasado 19 de abril, a las 09.30 hora local, un vehículo militar sufría la explosión de una mina. En el incidente un "instructor" resultaba herido. Trasladado de urgencia a un hospital moría horas más tarde. Poco después de su fallecimiento tropas locales y otros "instructores" abrían fuego en el mercado público de la localidad donde había explotado la mina. Se desconoce con exactitud el número de bajas, lo que sí se sabe a ciencia cierta es que esos "instructores" son militares rusos "de unos 30 años" y lo que se sospecha -por no ir más allá- es que pertenecen a la empresa Wagner Group, el ejército privado de Vladímir Putin.
El periódico británico The Guardian ha tenido acceso a diferentes documentos internos del ejército de Mali en los que quedaría contrastado que a lo largo de los primeros cuatro meses de 2022 al menos 456 civiles habrían sido asesinados por miembros del Grupo Wagner en no menos de nueve incidentes.
De acuerdo a los memorandos e informes consultados, la más dañina de estas "operaciones conjuntas" -así las define ejercito de Mali- entre soldados regulares e "instructores rusos" se produjo en la localidad de Mourrah, apenas a 400 kilómetros al noreste de Bamako, la capital del país. Allí entre 350 y 380 hombres fueron asesinados durante un ataque que duró cuatro días. En teoría, el pueblo de la región central de Mopti estaba controlado por islamistas radicales.
Otro de los informes hace referencia a un tiroteo el pasado 23 de abril entre islamistas y "una patrulla conjunta del FAMA (ejército regular de Mali) e instructores rusos" en las localidades de Mondoro y Boni, ambas también en la región de Mopti. En tales enfrentamientos "las pérdidas provisionales" se contarían como "dos muertos -un militar local y un ruso- y 10 heridos -seis miembros de FAMA y cuatro rusos-". Las "pérdidas del enemigo no están disponibles por el momento", detalla el informe.
Expasión por África
Si China comenzó en 2013 su iniciativa Belt and Road con la intención oficial de "ejercer un mayor rol de liderazgo mundial" a través de inversiones en más de 140 países del mundo -las vías ferroviarias y la red de carreteras de África son un buen ejemplo de ello-, Rusia ha querido crecer de forma alternativa.
Su presencia en múltiples países de África casi siempre comienza de la misma manera y en todas las ocasiones se desarrolla con un idéntico patrón.
Activo en más de una docena de países y acusado repetidamente en todos ellos de cometer delitos contra los derechos humanos, un informe publicado por Human Rights Watch explica cómo fuerzas rusas habrían asesinado y torturado a cientos de civiles en la República Centroafricana desde 2019, una información que coincide con la aportada por un grupo de experto de Naciones Unidas que visitaron el país hace un año. Este país es sólo un ejemplo, pero el Grupo Wagner habría estado presente también en Libia, Madagascar, Mozambique o Sudán.
El Grupo Wagner ha evidenciado un enfoque específico para los países africanos dando respuesta a las solicitudes de asistencia de seguridad de los diferentes gobiernos africanos asediados por los diferentes grupos islamistas y, de forma especial, cuando Occidente no ha sido capaz de solucionar adecuadamente los problemas a través de la cooperación en seguridad, ventas militares y operaciones antiterroristas. Para ello ha desarrollado un trío de acciones concretas que han funcionado a la perfección en República Centroafricana y Sudán, que están repitiendo en Mali y que amenazan con contagiarse al entorno cercano, especialmente a Burkina Faso.
Modus operandi
Los mercenarios del Kremlin, que oficialmente nada tienen que ver con la Madre Rusia (su posición como contratista independiente le confiere una gran movilidad e imprevisibilidad y proporciona a Rusia una negación plausible), se desempeñan en tres diferentes niveles operativos. El primero de ellos y más activo es el de la desinformación y la propaganda favorable al gobierno de turno, lo que incluye la realización de encuestas falsas y el desarrollo de diferentes técnicas de contramanifestación para acallar las protestas callejeras en su contra.
La negociación del cobro de sus servicios es el segundo punto clave de su actividad. El Grupo Wagner se asegura que cobrará en especie. Es decir, el cobro se produce siempre a través de concesiones en industrias extractivas, con una preferencia especial por las operaciones de minería de metales preciosos, aunque no suele despreciar cualquier otra materia prima que genere beneficios.
La tercera parte de su estrategia es la puramente militar. Se relaciona, o incluso se integra directamente, con el ejército del país habitualmente con operaciones de formación, capacitación, asesoramiento y anti insurgencia para a posteriori generar un vínculo directo con el ejército ruso creando un cliente a largo plazo en el mercado armamentístico. Quizás el mejor ejemplo de esto sea Sudán, donde el 80% de su armamento procede de Rusia desde el año 2003, aunque también se difuminan las fronteras de la lógica y se amplían las del negocio en tanto que Rusia y el Grupo Wagner proporcionan armas tanto al gobierno sudanés como a la alianza insurgente Selaka, según el informe del Foreign Policy Research Institute.
Mali, Francia y el G5S
2012, 2020 y 2021 marcan la historia reciente de Mali. Tres golpes de estado casi consecutivos que han provocado una enorme inestabilidad en el país, que además lucha contra una variada gama de grupos: de los insurgentes islamistas, incluida una rama de Al Qaeda, a los fundamentalistas de Ansar Dine pasando por grupos tribales que controlan zonas mineras o a nómadas tuareg. Fue sin embargo el penúltimo golpe el que marca el presente del país.
Desde que la junta militar se hiciera con el poder en agosto de 2020 las ya de por sí delicadas relaciones con Francia y el resto de socios occidentales se resintieron considerablemente.
Francia está presente en la zona desde 2012. Comenzó con la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas (MINUSMA), siguió con la Operación Serval y posteriormente con la Operación Barkhane, además de formar un G5 junto a Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger. Todo ello orientado a terminar con el yihadismo y proteger el Sahel, el patio trasero de Europa por el que el islamismo radical trata de colarse. Allí desplegó entre 3.000 y 5.000 soldados según la época y allí ha sufrido decenas de bajas.
Nada de esto, en cambio, ha sido suficiente frente al islamismo. El Grupo Wagner vio su oportunidad y su maquinaria tensó las relaciones entre Bamako y París hasta tal punto que la escalada de declaraciones públicas causó la expulsión del embajador francés del país. Casi en simultáneo, Malí acordó que el Grupo Wagner enviase 1.000 contratistas al país “para llevar a cabo operaciones de entrenamiento, protección cercana y contraterrorismo”, tal y como confirmó en enero de este año Stephen Townsend, comandante de AFRICOM -mando estadounidense en África-.
El precio, unos 10 millones de euros al mes. La forma de pago, efectivo o derechos de extracción de minerales y otras materias primas.
El 16 de febrero Emmanuel Macron anunciaba en el Elíseo la retirada de las tropas francesas de Mali de forma irrevocable.
Operación falsa bandera
El pasado 19 de abril, las tropas francesas abandonaron la base militar de Gossi, al noreste del país. Apenas 24 horas después comenzó a circular por redes sociales un vídeo en el que ciudadanos malienses argumentaban haber desenterrado al menos una docena de cadáveres en el suelo de dicha base. Un día más tarde, Francis distribuyó a algunos medios un vídeo tomado por uno de sus drones la mañana anterior en el que podía verse a soldados caucásicos enterrando esos mismos cadáveres. ¿"Instructores" del Grupo Wagner?
Desde el Elíseo afirman que se trataría de una operación de falsa bandera con la intención de desprestigiar a las fuerzas francesas y allanar el camino de los mercenarios de Putin, que estarían ya poniendo en marcha sobre el terreno el primero de los tres principios de su modus operandi.
Por si quedaba alguna duda de su presencia sobre el terreno, el pasado 25 de abril, el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM, en sus siglas en árabe), leal a Al Qaeda, anunció la captura de un mercenario del Grupo Wagner en la región de Ségou, en el centro de Mali.
"Durante la primera semana del mes de abril, Dios agració a sus servidores muyahidines con la captura de un soldado de las fuerzas rusas en una zona montañosa en la región de Ségou", señaló la organización terrorista en un comunicado difundido por su brazo mediático Al Zallaqa y recogido por la Agencia EFE.
Ucrania y las sanciones
El futuro del Grupo Wagner en Mali no está del todo claro. Las condiciones mineras del país no son tan accesibles como en la República Centroafricana o en Sudán y, además, están controladas por grupos tribales con estrechos vínculos con el poder, lo que reduce la influencia de cualquier legislación. Además, las sanciones impuestas a Rusia por su invasión de Ucrania han condicionado sus vías de financiación y la propia situación de Ucrania está cambiando el panorama.
Si bien diferentes servicios de inteligencia han confirmado la salida de mercenarios tanto de Sudán como de Libia rumbo al frente en Ucrania -teóricamente fueron operativos de Wagner quienes se infiltraron en Kiev durante los primeros días de combates para asesinar a Volodímir Zelenski- se desconoce cuáles son las intenciones con los hombres que tiene destinados en Mali. La brevedad de su implantación en el país y las especiales variables que hacen de Mali un país totalmente diferente a aquellos en los que ya ha trabajado hacen dudar a las fuentes sobre si mantendrá a todas sus fuerzas sobre el terreno o decidirá desplazarlas a Ucrania para contrarrestar las altas bajas del ejército ruso.
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