Seidik Abba: "Dar dinero a los gobiernos africanos no es suficiente para frenar la migración"
"La agenda de los terroristas es poder extender su presencia hasta llegar a lospaíses costeros" // "La experiencia de fracaso que tuvo Occidente en Afganistán es semejante a la que tuvo en el Sahel" // "Países como España o Italia necesitan una presencia en Níger para frenar la migración"
5 noviembre, 2023 02:53El escritor, periodista y especialista en yihadismo y grupos terroristas Seidik Abba nació en Níger, aunque estudió y reside en París. Actualmente, es el presidente del think tank Centro Internacional de Reflexión sobre el Sahel (CR-Sahel), cuyo objetivo "es aportar soluciones prácticas a los retos económicos y de seguridad a los que se enfrenta la región del Sahel". Un foro para jóvenes africanos, responsables políticos (representantes electos locales) y expertos de la zona de África Occidental.
Charlamos con él sobre el futuro de la región africana con la marcha de militares de países occidentales como Francia, sobre los golpes de Estado en el continente, sobre el terrorismo en el Sahel y sobre los problemas de la juventud que migra a Europa. Abba tiene fe en lo que denomina "el todo militar" y la injerencia externa en los asuntos interiores.
El conflicto israelí-palestino sigue marcando la política mundial desde el pasado 7 de octubre. De hecho, hace sombra a conflictos que están sucediendo en otras partes del mundo, como Ucrania o el Sahel. ¿Cómo está la situación de seguridad en el Sahel desde entonces?
El Sahel ya está relegado desde febrero de 2022, fecha del comienzo de la guerra en Ucrania. Y ahora, con la guerra en Medio Oriente de Israel y Palestina, pasa al tercer lugar en la agenda internacional, aunque ocurren cosas de extrema gravedad.
La situación no ha mejorado nada, sino que se está degradando mucho. Es grave en la zona que llamamos 'tres fronteras' (Burkina Faso, Malí y Níger), con la reanudación del enfrentamiento entre los tuaregs y el régimen de Bamako en Malí. En Burkina es peor, el 40% del territorio burkinés escapa al control del Estado, y eso a pesar de los esfuerzos de los militares. Tanto en Malí como en Níger hay zonas bloqueadas por los grupos yihadistas; es decir que no se puede entrar ni salir, ni pasar comida, ni animales.
En segundo lugar, existe el riesgo de la extensión y exportación de la amenaza terrorista del Sahel hacia los países del Golfo de Guinea. La agenda de los terroristas es poder extender su presencia hasta llegar a los países costeros, que son Costa de Marfil, Benín, Togo y Ghana. Al respecto, podemos decir que el propósito de estos grupos está avanzando con los ataques de Benín y Togo.
Al lado de todo esto, existe otra amenaza, la rivalidad de las grandes potencias mundiales en la región. En Malí, la presencia de los Wagner está casi confirmada. Además, hay otros socios occidentales, como Francia y Estados Unidos, que han convertido el Sahel en un área de rivalidad y, si esto continúa, la situación de seguridad empeorará sin ninguna duda.
Además, según los análisis y comentarios de los especialistas de política internacional, la guerra en Ucrania impacta negativamente y frena el proceso de paz, democracia y buena gobernanza en la región. Y ahora más aún con el conflicto armado entre israelíes y palestinos. ¿Qué ha perdido África con estos conflictos?
Después del comienzo de estas guerras, no hay interés por parte de la comunidad internacional en nuestra zona. Y cuando no hay interés, significa que no estamos buscando soluciones. Un ejemplo, cuando empezó la guerra en Ucrania, muchos donantes nos dijeron que la prioridad era Ucrania. La guerra en Ucrania ha retrasado el proceso democrático en los países del Sahel. Es que el presupuesto de la ayuda ha bajado muchísimo.
Otro ejemplo más claro. Los occidentales dedicaron en un año y medio de guerra a Ucrania unos 40.000 millones de euros mientras que a los países del Sahel entre 3 o 4.000 millones de euros en 10 años. Los occidentales no invierten tanto para frenar el terrorismo. El Sahel, con los otros conflictos en el mundo ha perdido en términos de ayuda, y de perspectivas políticas y diplomáticas.
En el caso de su país, Níger, ¿cómo evoluciona la política con los militares golpistas?
Ya han pasado tres meses desde el golpe de Estado. El país está en un punto muerto, un impasse. Por el momento, no existe un calendario de transición. No sabemos todavía cuánto dura el periodo de transición, ni cómo se va a organizar la administración del país. La única garantía que tenemos es la instalación del Consejo nacional por la salvaguardia de la patria y un gobierno. Las instituciones del Estado (el parlamento o la corte) no están todavía.
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El gran desafío de Níger ahora es la falta de recursos financieros. La economía del país se basa esencialmente en algunos productos exportados, la ayuda presupuestaria y una gran parte de las contribuciones externas. Si las cosas no evolucionan en el buen sentido, el país se arriesga a un empeoramiento de la situación de seguridad. Así que, desde el golpe de Estado, el país vive ataques repetitivos.
El último golpe de estado en África fue el de Gabón, pero hemos visto a siete países derrocados desde 2020: Burkina Faso, Malí, Chad, Guinea Conakry, Sudán, Níger y Gabón. ¿A qué considera se deben estos golpes?
Para empezar, cada golpe de Estado es diferente, incluso en el mismo país. El último golpe de Estado no se parece al penúltimo. Entonces no podemos comparar los golpes de Guinea y de Gabón, que no conocen problemas de seguridad; a los de Níger, Burkina Faso o de Malí, que son países del Sahel y que se enfrentan a desafíos de seguridad enormes.
Los golpes de Estado están favorecidos por motivos a la vez internos y externos. Uno común es el retroceso de la democracia y la confiscación de libertades que crean las condiciones para que los militares se aventuren en la escena política.
A esto añadimos el desafío de seguridad. Los militares golpistas consideran que el poder civil no está a la altura para proteger a la población de la amenaza terrorista y que cuando sustituyen al régimen civil pueden hacerlo mejor. En el caso burkinés, enero de 2022, cuando los militares pretendían hacer las cosas mejor que los que los políticos, y que la población aplaudiera, hubo un golpe de Estado dentro del golpe de Estado, solamente ocho meses después.
El otro factor exterior que respalda indirectamente los golpes de Estado es la impunidad. Los militares son conscientes de la no acción de la comunidad internacional. Si hay un embargo, va a ser por un pequeño periodo y después van a negociar con ellos.
Da la impresión de que el Sahel es una zona clave. ¿Por qué esta región es tan importante para el resto del mundo?
El Sahel es una zona geoestratégica para el mundo entero, y para el continente africano primero. Los países del Sahel, desde un punto de vista estratégico, tienen una posición muy importante para el conjunto de las potencias mundiales, es un área de rivalidad.
Francia, por ejemplo, sigue pensando que sus ex colonias son un dominio exclusivo donde busca el liderazgo, pero la globalización ha cambiado las cartas. Actualmente, Francia se encuentra en competencia con otras potencias en África como China, Turquía, Rusia y Estados Unidos. Todas estas potencias buscan un lugar en nuestra zona.
El interés del mundo en el Sahel se debe también a los recursos naturales que poseen estos países, no debemos ocultar la realidad. El oro en Malí, el uranio y el petróleo en Níger. Una buena parte de la producción de electricidad en Francia viene de la energía nuclear, y no pueden alimentar la central nuclear sin el uranio de Níger.
Para los europeos, lo que está en juego son también los recursos humanos, es decir, la cuestión migratoria. Países como España o Italia necesitan una presencia en Níger para frenar la migración, porque Níger es un país de tránsito para llegar al Magreb y continuar hacia Europa. La migración irregular justifica la presencia de estos países en el Sahel. Para darles un ejemplo, los italianos en el norte de Níger han llegado al extremo de querer desplegar los carabineros para frenar el avance de los migrantes. La Unión Europea creó el programa EUCAP Sahel para reforzar y formar a los agentes de seguridad en los países del Sahel.
Cada país tiene su propia agenda en África. Hasta entre los países occidentales, la agenda no es la misma. Francia se ha ido, pero los estadounidenses no. Y ninguna potencia está en el Sahel para hacer la filantropía, sino para defender sus intereses. Por eso, los países africanos deben aprovechar esta rivalidad.
Al respecto, ¿podemos decir que el Sahel es el nuevo Oriente Medio del Occidente?
No, yo no diría esto. Pero, me atrevo a decir que el Sahel es el nuevo o nuestro Afganistán. Como saben, he escrito un libro que se titula 'Mali-Sahel, notre Afghanistan à nous' ('Malí-Sahel, nuestro Afganistán particular').
Occidente ha fracasado en su guerra en el Sahel, no ha podido contener a estos grupos ni ha tenido éxito en exportar su modelo democrático a estos países. Piensan que la democracia es un producto como cualquiera y que podemos exportarlo donde queramos.
El mundo no ha aprendido nada de la intervención militar en Irak o en Libia, donde ha sembrado el caos. Los occidentales, en sus intervenciones armadas, no han tenido en cuenta a los socios locales, ni la arquitectura social. Por eso que no tuvieron éxito ni en Irak, ni en Afganistán ni en el Sahel. Las poblaciones locales están ahora contra toda intervención militar extranjera, particularmente la francesa. Pienso que la experiencia de fracaso que tuvo Occidente en Afganistán es semejante a la que tuvo en el Sahel.
El conflicto en los países del Sahel no es solamente militar o de seguridad, sino que la cuestión del desarrollo es central. Si queremos arreglar el problema de seguridad en el Sahel, hay que invertir en el desarrollo. Hay que dar trabajo a los jóvenes, que ahora son contratados por los grupos yihadistas. Los jóvenes se unen a los grupos terroristas no por convicción sino por pobreza y ausencia de perspectivas.
Por eso, es muy importante ayudar a los países del Sahel a construir el sistema judicial y a tener las herramientas propias de una democracia. Antes, Naciones Unidas había creado un panel para reflexionar sobre la situación del Sahel, pero hoy nadie habla de esto.
¿Cuáles son los escenarios posibles en materia de seguridad después de la decisión de la retirada de las tropas extranjeras? ¿Podría suponer un caos en la región?
No hay que exagerar con la importancia de la intervención militar. Pienso que esta última ha fracasado. La Operación Serval tuvo éxito, pero desde la Operación Barkhane en 2013 no creo que haya sido muy útil. El gran error cometido por los responsables locales y sus aliados en la lucha antiterrorista es "el todo militar", mientras que el problema no es únicamente de seguridad. No se trata de aumentar el número de militares, aviones, drones... La crisis en el Sahel tiene dimensión social, democrática, de gobernanza y cambio climático. Por ejemplo, ahora Burkina Faso se encuentra con dos millones de desplazados. Hay que encontrar soluciones a todos estos desafíos a la vez.
Objetivamente, no pienso que la retirada de los franceses siembre el caos en la región. Los franceses se han ido de Malí y de Burkina Faso, y los dos países no se han derrumbado por lo que sé, y el Estado de Níger no se va a derruir.
Lo importante de aquí en adelante es que los países del Sahel y del Golfo de Guinea deben cooperar y trabajar juntos para frenar el avance de los yihadistas, ahora que los franceses empezaron a retirarse. Subrayo que Burkina Faso, Malí y Níger ya tienen una agenda común en este sentido.
Tenemos dos escenarios que van a dibujarnos el porvenir de la región. El primero es el peor, continuar con "todo militar", ignorando los otros aspectos de la crisis, y se ha visto el resultado, y no será diferente en el futuro. Lo segundo es que, si entendemos que el problema del Sahel no se resume en lo militar, avanzamos. Y no podemos prosperar si los países del Sahel no trabajan juntos entre sí, y los de la Iniciativa de Acra de 2017 (foro subregional que agrupa también a Burkina Faso, Benín, Togo, Costa de Marfil, con Malí y Níger como observadores).
En Europa y sobre todo en España, por ser el país receptor, hay inquietud sobre la llegada de personas migrantes africanas. ¿Cuáles son los motivos de esta salida de miles de jóvenes desde el verano jugándose la vida en la ruta a las Islas Canarias?
La circulación de los migrantes subsaharianos fue parada en Túnez. Pero, dada la situación en la que se encontraban allí y después de las palabras del presidente tunecino Kais Saied, los africanos se vieron obligados a dejar Túnez a toda costa hacia países del sur de Europa, como España o Italia. En Libia, el clima político-social tampoco es hospitalario. La degradación de la situación en los países del Magreb puede explicarnos las salidas de migrantes hacia Europa.
Desde Occidente, además de pagar a los Estados para retener a los migrantes, se ha optado por las devoluciones, que tramitan los gobiernos europeos con sus homólogos en África. Ninguna parece funcionar. ¿Cuál podría ser una solución acertada?
Las soluciones a la crisis migratoria deben pasar por los países de salida (los africanos), los países de tránsito (los del Magreb) y los países de llegada (los europeos). La política migratoria europea no funciona porque los europeos piensan que detienen las salidas, pero no se asocian con los países del Magreb ni con los países subsaharianos que están directamente implicados. Se reúnen en Bruselas y elaboran programas y toman decisiones pensando que han encontrado las soluciones a la crisis. No, la solución sólo puede ser global, tripartita.
Sin embargo, el ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska, acaba de visitar Mauritania y Senegal, los países desde donde actualmente salen la mayoría de las embarcaciones precarias rumbo a Europa. ¿Qué le parecen las políticas que entregan dinero a los gobiernos para contener la migración?
Personalmente, pienso que dar dinero a los gobiernos africanos pensando que esto es suficiente para parar las rutas migratorias es un error. Hay que concebir y realizar proyectos que permitan a los jóvenes quedarse en sus países. Si van a ingresar sumas a los gobiernos africanos, los responsables políticos no van a invertir este dinero en proyectos que impidan a los jóvenes africanos irse, sino en las elecciones o en otros proyectos; y al final no habrá soluciones. En 2015, la Unión Europea entregó dinero a Níger con el fin de frenar la migración, y no funcionó.
Este tipo de soluciones no tuvieron éxito. Si queremos invertir, hay que desplazarse y ver el contexto y la realidad de la población y encontrar soluciones locales que estabilizan la situación sociolaboral de los jóvenes.
Usted estudió en Francia y ahora reside en París. ¿Cómo se vive toda esta situación desde Europa?
(Ríe) Para mí, que soy migrante, vivo en Francia y tengo orígenes nigerianos, la cuestión migratoria está instrumentalizada y hay muchos cálculos detrás. Aquí, donde vivo se considera que los migrantes son los responsables de la desgracia de Europa. La situación ha llegado al extremo de cultivar el odio. Sin embargo, la migración puede ser una fuente de riqueza para el país receptor. De hecho, hay un estudio que muestra la contribución de la comunidad extranjera a la economía francesa.
Yo vivo en Francia, por supuesto, no toda la gente es periodista ni tiene un estatus como el mío, pero veo muy bien el trabajo que hacen los migrantes aquí. Los migrantes construyen edificios bajo 40° o trabajan en la agricultura, aquello que los franceses no quieren hacer.
Recordemos que más del 80% de la migración africana se mueve dentro del continente. Los nigerianos migran a Costa de Marfil, los togoleses van a Níger, y los sudafricanos reciben a los mozambiqueños y zimbabuenses. Solamente un 10% de la población africana migró a Occidente; hacia Estados Unidos, Canadá y Francia, prioritariamente.
Dicho esto, pienso que debemos entender la migración desde un punto positivo, y no focalizarnos solamente en los inconvenientes. Porque no debemos olvidar tampoco que hay muchos europeos que viven en África y en otras partes del mundo.