África

Caballos, gritos 'zaghareet' y danzas ancestrales: tres días en el Festival Mata, la gran fiesta de Marruecos

En esta salvaje carrera ecuestre de más de 800 años de antigüedad, los jinetes cabalgan a pelo, sin silla, para conseguir una muñeca de trapo confeccionada por las mujeres de la zona. 

27 mayo, 2024 02:39
Jara Atienza Cristina Villarino

Una caravana de coches, furgonetas y motocicletas desciende lentamente por el camino de tierra que conduce hasta Znied, una pequeña aldea de la provincia de Larache, en el noroeste de Marruecos. Con varios giros bruscos de volante, los conductores tratan de sortear a las decenas de personas que desfilan -algunas a pie, otras en burro- a ambos lados de la serpenteante carretera sin asfaltar. En el horizonte salpicado de flores, un camello se aparta ante el veloz paso de dos caballos. Durante unos instantes todo queda envuelto por una nube de polvo. Los jinetes sonríen: han venido a correr. 

Nos encontramos en los montes de Beni Arous, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Tánger. Una vez al año, cuando finaliza la época de siega, los diferentes pueblos de la región se reúnen en este desabrigado valle para participar en el Mata Moussem, una carrera ecuestre de origen mongol con más de 800 años de antigüedad. Caída en el olvido durante siglos, en 2010 esta tradición ancestral fue resucitada por la familia Baraka -descendiente directa del poeta sufí Moulay Absselam- y convertida en un festival de tres días que cuenta con el patrocinio del rey Mohamed VI y el apoyo de la UNESCO. 

Oficialmente, en esta edición (la doceava), cerca de 300 jinetes competirán por un premio económico, una generosa cantidad de trigo y por el impagable honor de haber ganado. Sin embargo, una vez uno asume como imposible no pisar las boñigas y decide alzar la vista, la cifra se antoja inverosímil. Parecen muchos centenares más los caballos que campan a sus anchas por doquier y que cabecean rebeldes intentando zafarse de las riendas. Uno de ellos lo consigue, provocando que su dueño se lance a la carrera ante la mirada burlona de sus compañeros.

En el ancestral Festival de Mata Cristina Villarino

A una distancia prudencial, Adam observa divertido la escena. Sólo aparta la vista para dirigirse a nosotros con una sonrisa pilla y el dedo señalando al animal. "Está loco", dice, primero en inglés y luego en francés. Adam tiene 15 años y asegura que es la tercera vez que participa en el evento. Con un gesto tímido, agacha la cabeza y reconoce que no ha ganado nunca. Luego, levanta el mentón para añadir: "Todavía no". Sin soltar la rienda que le une a un rocín de poca alzada recupera la sonrisa. 

- "¿Es tu caballo?, ¿Cómo se llama?"

- "Messi", bromea al escucharnos hablar español. "¡Visca el Barça!", ríe socarrón mientras sus amigos se acercan a curiosear. 

En esta zona, situada en el triángulo formado por Tánger, Tetuán y Larache, la cultura ecuestre está muy arraigada y los niños aprenden a montar desde bien pequeños. Quizá por eso pocos parecen sorprenderse de que con apenas siete u ocho se suban a los lomos de un caballo sin ayuda de nadie… ni de nada. Porque en el Mata Moussem no hay estribos, ni cascos, ni ningún tipo de protección. Y es precisamente eso lo que la diferencia de otras carreras

Un jinete posa junto a varios caballos.

Un jinete posa junto a varios caballos. Cristina Villarino

Dos jinetes entrenan durante la primera jornada del Festival Internacional Mata, 2024.

Dos jinetes entrenan durante la primera jornada del Festival Internacional Mata, 2024. Cristina Villarino

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Una carrera salvaje 

Mata, la palabra que da nombre al festival, significa "montar sin silla, a pelo". Aunque también se refiere a la muñeca de trapo confeccionada a mano por las mujeres de la zona por la que pelearán los participantes. La carrera suele disputarse el último día, el domingo, pero ya desde el viernes los jinetes entrenan en grupos de un lado para el otro por la inmensa explanada. Van vestidos con la chilaba que comparten con los miembros de su equipo, un gorro o turbante en la cabeza, las babuchas en los pies y un gesto altivo. De vez en cuando lanzan sus gritos de guerra. "Somos los mejores", corean unos. "Alhamdulillah" ("Gracias a Dios"), repiten otros. 

Los relinchos se entremezclan con la música. Son los segadores, que con una hoz en la mano y haciendo sonar instrumentos tradicionales árabes, como el mizmar, festejan la cosecha en una danza tan espasmódica como hipnótica. 

Un caballo en el Festival Internacional Mata, 2024.

Un caballo en el Festival Internacional Mata, 2024. Cristina Villarino

Más de 300 jinetes compiten en el Festival Internacional Mata.

Más de 300 jinetes compiten en el Festival Internacional Mata. Cristina Villarino

En una de las jaimas, los gritos zaghareet se alzan sobre el ruido de los tambores. Allí, un grupo de mujeres confecciona con listones de madera y telas de colores la muñeca de Mata. Otro grupo se tatúa en la tradicional ceremonia de la henna.

En la antigüedad, quien durante la carrera atrapaba la muñeca podía casarse con la mujer más bella del pueblo. Hoy, ocho siglos después, las mujeres ya no son tratadas con un galardón, pero siguen siendo ellas las que se encargan de atesorar el trofeo hasta que empieza la competición. Es entonces cuando, acompañadas de varias niñas ataviadas con vistosos vestidos y lustrosas joyas presentan a la muñeca ante los jinetes. Algunos, presos de la emoción, se suben de pie a la grupa de un caballo y mantienen el equilibrio durante varios segundos. El vértigo no existe en Mata.

Las mujeres confeccionan la muñeca por la que competirán los jinetes.

Las mujeres confeccionan la muñeca por la que competirán los jinetes. Cristina Villarino

Las mujeres y un grupo de niñas presentan a la muñeca de trapo ante los participantes.

Las mujeres y un grupo de niñas presentan a la muñeca de trapo ante los participantes. Cristina Villarino

Mientras, en el pabellón de enfrente, agricultores y artesanos locales aprovechan para vender algunos de sus productos estrella: desde sombreros, manteles de algodón e incienso hasta pastas dulces, cuscús o aceite de argán. En otra de las jaimas, entre té moruno y dulces, la familia Baraka da la bienvenida a los invitados, entre ellos autoridades marroquíes y embajadores árabes y europeos. Este año, el evento ha contado con la presencia del nuevo embajador español en Marruecos, Enrique Ojeda, y Patricia Llompart, la embajadora de la Unión Europea en el país. 

Para Nabil Baraka, presidente del Festival Internacional Mata, el objetivo es que este evento no sea solo deportivo, sino un punto de encuentro y de convivencia entre culturas. "Es un patrimonio ancestral inmaterial y espacio cultural de la humanidad donde todo el mundo es bienvenido", señala, en referencia al lema de esta edición.

Hace unos meses, el festival fue incluido como patrimonio inmaterial de la Organización Islámica Mundial de Educación, Ciencia y Cultura (ISESCO) en representación del Reino de Marruecos. Ahora, tras varios años como candidato, la intención es que el Festival Mata sea declarado oficialmente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. "No nos rendiremos, seguiremos intentándolo", concluye Baraka. 

Festival Internacional Mata.

Festival Internacional Mata. Cristina Villarino